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Carta para ti, mi querido hijo

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  Carta de Jesús para ti, mi querido hijo: Desde antes de que nacieras te he amado, di mi vida por ti porque quiero que estés conmigo por toda la eternidad. Eres mío, eres precioso a mis ojos. Vas a sufrir y a pasar por pruebas, pero Yo siempre estaré contigo. No hay tormenta que yo no pueda calmar. Cuenta conmigo para todo porque sin mí no puedes hacer nada. He visto tus primeros pasos. Conozco tus luchas y tus caídas, conozco tu amor y tus olvidos y sé que encuentras tu gozo en mí y en las cosas buenas y nobles que te he dado. Sé sencillo como niño. Los niños confían plenamente en sus padres. Confía en mí. Si alguien te ha ofendido, perdónalo de corazón, tienes mi gracia. Lucha por ser humilde ya que, lo que pierde a muchos es la soberbia, la vanagloria, sentirse superiores. Sé pequeño, escóndete en mis llagas. Pasa por alto las cosas moletas o inoportunas, por amor a mí, esto te valdrá como una joya para la otra vida. Pídeme más fe, con ella vencerás, pero empieza por vencer...

Antídoto para la avaricia

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  Escribe San Lucas: “Cuídense de toda avaricia, porque la vida no depende de poseer muchas cosas” (12,15). Deseamos más dinero, más fama, más poder, más lujos, quizás en el fondo cubrimos la carencia de seguridad y de valía personal. La avaricia nace de poner el corazón en los bienes materiales. Quizás en el hogar nos enseñaron a vivir una constante comparación, y hay que reconocer que compararse no es sano. El primer paso para vencer la avaricia es escuchar a Dios. Dice la Palabra: No anden afligidos buscando qué comer o qué beber, y no estén inquietos. Por estas cosas se afanan las gentes del mundo. Busquen el reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura (Luc 12, 29-31). Dios nos invita a no vivir con ansiedad y nos advierte que la avaricia es un peligro. La vida no se define por la riqueza material. Lo que vale la pena son: las relaciones significativas, la salud, la generosidad, el propósito, el impacto que tenemos en el mundo. Nada trajimos a este...

La oración meditada (breve)

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  La oración meditada es un método más para orar, que a muchos puede ser útil. Esta es la oración que más nos guía, dice Esther Bonnin, nos lleva al hoy de lo que Dios quiere para mí. ¿Por qué es vital? Porque la fuerza y la sabiduría de Dios está en las Sagradas Escrituras, y la Palabra de Dios está viva, Dios se comunica con nosotros si queremos oír su voz. Dios es nuestro creador, hay que ir a Él para saber qué tenemos que hacer, porque, si lo seguimos vamos a estar alegres. La Biblia es la garantía, por escrito, de que podemos alcanzar la felicidad. La Palabra de Dios salva y cura: “El Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” ( Romanos 1,16). El Libro de la Sabiduría dice “No los sanó la hierba ni emplasto alguno, sino tu Palabra, Señor” (16,12). Si leemos la Palabra para escuchar a Dios y poner en práctica lo que nos quiere decir, eso dejará profundos cambios en nuestra vida, cambios que nunca hubiéramos podido gestar. El profeta Isaías compar...

Válete de los salmos para dialogar

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  Jesús está vivo y ama que le hablemos. Cuando cantamos hay una relación entre el hipotálamo y el cerebro y así podemos conectarnos con Dios. Este es un modo de hacer oración, compatible con la oración meditada. La oración dialogada se hace así: Vamos a pedir que el Espíritu Santo se derrame en nosotros. Podemos buscar un lugar donde haya cierto silencio y que podamos estar solos con Jesús. Tomamos consciencia de que estamos en la presencia de Dios. Después, escoger una oración o un salmo que refleje lo que le quieres decir al Señor. Luego hay que sentir y entender cada palabra, saborearla y hacerla nuestra; podemos adaptar esa oración para que nuestros labios y nuestro corazón vayan a la par; podemos elevar nuestros ojos al cielo para dirigirnos a Dios Padre y pedirle algo en nombre de Jesucristo. Ven Espíritu Santo que descendiste en mi Bautismo, quiero que me ayudes a ser consciente de que pertenezco a una estirpe real, que soy amadísimo por Dios. Inúndanos con tu gracia y ...

No te obsesiones con las malas experiencias

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El celibato, 2ª parte

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  Un axioma dice: “La gracia de Dios perfecciona la naturaleza, pero no la suple.” La gracia lleva a plenitud lo humano. Jesús habla en el Evangelio que el sembrador sale a sembrar y encuentra “tierra buena!”; es decir, idoneidad. Cuando la tierra no es buena, el celibato no nace bien, y cuando el celibato no está bien vivido aparece la insatisfacción. El camino de la plenitud no es glorioso, es alegre y doliente; forma parte del amor grande de la entrega: el darse. Cuando el odre está estropeado la vocación no puede germinar, hay incapacidad de vivir el celibato con equilibrio. La entrega en la Santísima Trinidad es gozosa. En nuestro mundo, sellado por el pecado, la entrega es gozosa y, a la vez, dolorosa: Hay que romperse para dar vida. En el Cielo haremos eso mismo sin lágrimas, pero aquí en la tierra saber amar lleva dolor. El sexo ha sido creado por Dios, es algo precioso. La sexualidad es humana y divina. El célibe renuncia al uso de la genitalidad; puede vivir la plenitu...

Perdonar y pedir perdón

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  “Si en verdad queremos amar, tenemos que aprender a perdonar”, decía Teresa de Calcuta. Aun ante la más grave ofensa, el perdón, la reconciliación son fundamento de la unidad familiar porque se da con los más próximos, con los que más amas: tus hijos, tu pareja, tus padres, tus hermanos... el perdón es una gran manifestación del amor. Jutta Burgraff decía : “ Perdonar es amar intensamente”. ORACIÓN: Jesús: deseo perdonar, te doy a esa persona que me dañó, a esa persona te la encargo, le quito todo resentimiento, toda culpa, la libero de todo juicio. Jesús no quiero pensar ya en la deuda que tiene conmigo. Ten misericordia de ella. Trato de hacer un acto de fe, una decisión: dejar el enojo. Jesús yo perdono, pero Tú cura las heridas. Te doy gracias por la gracia de perdonar, por la liberación que con ella me das. En el Nombre de Jesús rechazo todo pecado y el dominio de las tinieblas, renuncio al espíritu de control, de posesión, de discordia, de miedo, de guerra. Espíritus ma...