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Mostrando entradas de abril 8, 2024

LECTURA E INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA

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  1. Desde Abraham hasta Jesucristo La Revelación empieza con la misma creación del hombre. En el paraíso Adán y Eva mantenían una relación y un diálogo con Dios. Tenían familiaridad con Él como se ve en las primeras escenas del libro del Génesis, habían sido creador para vivir en comunión con Dios. Esa familiaridad se pierde con el pecado, desde entonces al hombre le es difícil descubrir a Dios en su vida y en el entorno. Sin embargo, Dios prometió a nuestros primeros padres que la serpiente sería vencida por “la descendencia de la mujer” (Gén 3, 15). La Biblia no es un libro de ciencias, es un libro de historia de la salvación, nos da enseñanzas en imágenes y narraciones, sobre cuyo valor histórico es difícil emitir un juicio definitivo. Después de ese pecado, el mundo experimentó un gran desorden y abundancia de injusticias, hasta que llegó el momento en que Dios decide, para purificar a la humanidad, provocar un gran diluvio. Tras el diluvio Dios volvió a renovar su amistad con

La Anunciación del Ángel Gabriel a María

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  De generación en generación sigue vivo el asombro ante este misterio inefable. San Agustín, imaginando que se dirigía al Ángel de la Anunciación, pregunta: “Dime, Oh Ángel, ¿por qué ha sucedido esto en María?”. El Ángel, “entrando en su presencia” no la llama por su nombre terreno, sino por su nombre divino, tal como Dios la ve: “Llena de gracia”, gratia plena, kejaritomene , y la gracia no es más que el amor de Dios. María es “la amada” de Dios (cfr. Lc 1,28). Orígenes observa que semejante título jamás se dio a un ser humano en la Escritura (cfr. In Lucam, 6,7). Ese título implica su libre consentimiento, ya que acoge con disponibilidad personal el amor de Dios. Todo en la Iglesia se remonta a este misterio de acogida del Verbo divino, “donde, por obra del Espíritu Santo se selló, de modo perfecto, la alianza entre Dios y la humanidad” (Benedicto XVI, 25 III 2006). María ha esperado de un modo único la realización de las promesas de Dios. El saludo del Ángel a María es una