Limpia tu alma


 Pbro. Carlos Cancelado

Dios quiere perdonarnos los pecados, quiere que la vuelta al Padre sea perfecta porque hay arrepentimiento y reparación. Dios no puede sanarnos si nosotros no somos sinceros en el arrepentimiento completo de nuestros pecados.

El sacramento de la confesión es un regalo de Dios, el sacerdote también debe confesarse, y lo hace con otro sacerdote.

Uno ve muchas gracias a través del sacramento de la confesión. En cierta ocasión, una señora me pide que rece porque tenía una llaga, le dije: “Sí, pero antes te confiesas, espera a que termine de confesar y rezo por tu llaga”. Se confesó. Llevaba 34 años de no confesarse, y ya no esperó a que terminara el padre. Pasado un año volvió y le contó al sacerdote que se había curado días después de haber hecho su confesión.

Otra vez llegó una señora de la mala vida y pidió confesión. El padre le dijo que estaba a punto de celebrar la Santa Misa. Ella contestó:

- Ahora o nunca.

El padre Carlos le dijo a un ayudante que empezaran los cantos, y él la confesó. Al día siguiente ella se sintió incómoda con la ropa que se iba a poner. Le pidió a una amiga que le comprara ropa de otro estilo. “Me siento diferente, no quiero tener esa vida”, comentó. Se salió de ese trabajo, Dios le permitió casarse, tener hijos. ¡Lo que hace Dios!

Otro caso es el de una mujer en silla de ruedas. Llevaba heridas de la infancia. Comentó: “Mi mamá me regaló, otra mujer me sostuvo. Yo sufrí mucho”. Se le pidió que perdonara a su mamá, empezó a confesarse, tuvo que hacerlo por partes. Más adelante tuvo un encuentro con su madre biológica. Supo que su mamá no había tenido culpa, la abuela la obligó a regalarla. La unión de esos dos seres sanó.

El pecado nos esclaviza, nos ata, nos impide amar y relacionarnos con el Señor. Dios que me hizo su hijo en el Bautismo no me abandona al poder de la maldición. Si en mí hay deseo de reconciliarme con mi Padre Dios.

Un niño de 5 años dijo que quería confesarse de las “mentiras necesarias”, y lo dijo ante varias personas presentes. Las “mentiras necesarias” era que su papá le preguntaba:

- ¿Viste si tu mamá me sacó dinero de la cartera?

- No-, contestó, no sacó dinero.

Contestó así porque si la madre no obtenía ese dinero, no comían, ya que el papá era alcohólico.

El sacerdote le recomendó:

- Pídele a Dios perdón y ora por tu padre.

El niño, por propia iniciativa, empezó a ir diario una hora ante el Santísimo para pedir por su papá. Un año después, el papá había dejado el alcoholismo. ¿Quién lo iluminó? Dios. El Corazón herido de Jesús sana todos los corazones heridos.

¡Dios tiene tantos deseos de encontrarse contigo! Perdona al que te hizo daño para lograr la reconciliación.

Vemos muerte por todos lados y una gran ausencia en los confesonarios. El sacramento de la confesión es la evangelización del tercer milenio, dijo Benedicto XVI. El Santo Cura de Ars transformó el pueblecito de Ars porque pasaba horas en el confesonario. Lo mismo el Padre Pío.

 

Pbro. Carlos Cancelado

Dios quiere perdonarnos los pecados, quiere que la vuelta al Padre sea perfecta porque hay arrepentimiento y reparación. Dios no puede sanarnos si nosotros no somos sinceros en el arrepentimiento completo de nuestros pecados.

El sacramento de la confesión es un regalo de Dios, el sacerdote también debe confesarse, y lo hace con otro sacerdote.

Uno ve muchas gracias a través del sacramento de la confesión. En cierta ocasión, una señora me pide que rece porque tenía una llaga, le dije: “Sí, pero antes te confiesas, espera a que termine de confesar y rezo por tu llaga”. Se confesó. Llevaba 34 años de no confesarse, y ya no esperó a que terminara el padre. Pasado un año volvió y le contó al sacerdote que se había curado días después de haber hecho su confesión.

Otra vez llegó una señora de la mala vida y pidió confesión. El padre le dijo que estaba a punto de celebrar la Santa Misa. Ella contestó:

- Ahora o nunca.

El padre Carlos le dijo a un ayudante que empezaran los cantos, y él la confesó. Al día siguiente ella se sintió incómoda con la ropa que se iba a poner. Le pidió a una amiga que le comprara ropa de otro estilo. “Me siento diferente, no quiero tener esa vida”, comentó. Se salió de ese trabajo, Dios le permitió casarse, tener hijos. ¡Lo que hace Dios!

Otro caso es el de una mujer en silla de ruedas. Llevaba heridas de la infancia. Comentó: “Mi mamá me regaló, otra mujer me sostuvo. Yo sufrí mucho”. Se le pidió que perdonara a su mamá, empezó a confesarse, tuvo que hacerlo por partes. Más adelante tuvo un encuentro con su madre biológica. Supo que su mamá no había tenido culpa, la abuela la obligó a regalarla. La unión de esos dos seres sanó.

El pecado nos esclaviza, nos ata, nos impide amar y relacionarnos con el Señor. Dios que me hizo su hijo en el Bautismo no me abandona al poder de la maldición. Si en mí hay deseo de reconciliarme con mi Padre Dios.

Un niño de 5 años dijo que quería confesarse de las “mentiras necesarias”, y lo dijo ante varias personas presentes. Las “mentiras necesarias” era que su papá le preguntaba:

- ¿Viste si tu mamá me sacó dinero de la cartera?

- No-, contestó, no sacó dinero.

Contestó así porque si la madre no obtenía ese dinero, no comían, ya que el papá era alcohólico.

El sacerdote le recomendó:

- Pídele a Dios perdón y ora por tu padre.

El niño, por propia iniciativa, empezó a ir diario una hora ante el Santísimo para pedir por su papá. Un año después, el papá había dejado el alcoholismo. ¿Quién lo iluminó? Dios. El Corazón herido de Jesús sana todos los corazones heridos.

¡Dios tiene tantos deseos de encontrarse contigo! Perdona al que te hizo daño para lograr la reconciliación.

Vemos muerte por todos lados y una gran ausencia en los confesonarios. El sacramento de la confesión es la evangelización del tercer milenio, dijo Benedicto XVI. El Santo Cura de Ars transformó el pueblecito de Ars porque pasaba horas en el confesonario. Lo mismo el Padre Pío.

 

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