Misa por la fiesta de San Josemaría Escrivá, en el 42º aniversario de su marcha al Cielo
El 26 de junio es la fiesta litúrgica de San Josemaría
Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, así que se tuvo una ceremonia
eucarística celebrada por su Eminencia Jesús Carlos Cabrero Romero en la bella
parroquia de La Sagrada Familia de Nazaret.
A la ceremonia acudieron un buen número de familias y
fieles cristianos que conocen la Obra, al grado que la asamblea se miraba repleta.
En la homilía, nuestro queridísimo arzobispo pronunció unas palabras que resumen
bien lo que muchos procuramos vivir. Al principio subrayó:
“Nos reunimos a celebrar nuestra fe y también nos reunimos
por el santo Josemaría Escrivá de Balaguer. Uniéndonos a las intenciones del
Opus Dei en la Iglesia Universal, celebremos la Eucaristía con un corazón
limpio”. Luego, saludó nominalmente a cada uno de los sacerdotes asistentes, y
después se dirigió a los miembros de la Obra y Cooperadores, dando gracias por
el testimonio que procuran dar ya que eso “trae consigo muchas gracias y
bendiciones para nuestra iglesia potosina (…). “Gracias por esa tarea que
realizan calladamente, y desde allí construyen la Iglesia”. Recordó luego que
Dios soplo sobre el barro (Génesis) para formar al hombre a su imagen y
semejanza. “Si somos barro, muchas situaciones son provocadas por esa realidad;
eso causa la separación de unos y otros, pero el soplo de Dios nos debe animar,
porque Dios no desiste de habernos hecho a su imagen y semejanza. Estamos
llamados a ser coherederos con Cristo. Estamos restaurados con Cristo para ser
otro Cristo en la tierra. El Evangelio de hoy nos invita a llevar la barca mar
adentro y a pescar subidos a esta barca
por bondad y misericordia”. Le dijo el Señor a Pedro: “Guía mar adentro y echa
las redes para pescar” (Luc 5,5).
San Josemaría también oyó la voz del Señor para abrir un
camino nuevo en el amplio mar de la Iglesia, sobre todo para los laicos, y se
lanzó a hacer la Obra de Dios. Por el Bautismo recibimos la filiación divina
(cfr. Rom 8,16). San Josemaría percibió que Dios lo invitaba a ayudar a los
demás a encontrar a Dios en su lugar de trabajo, en el cumplimiento de los
deberes propios y en todas las actividades honestas.
“La santidad es un don y ese don comienza a hacerse
realidad cuando el Señor nos toma para Sí. El Señor quiere revestirnos
diariamente de Sí mismo, con su gracia, con su amor, con su amistad (...). Dios
quiere que manifestemos su belleza a través de nuestras cualidades, impregnadas
de Jesús. La santidad es un don ofrecido a todos. Todos están llamados a ella.
Distingámonos por el amor. El amor es el misterio más grande que Dios le ha
confiado al hombre, pero el amor venido de Él, a través del Espíritu.” No
tengan miedo a decir: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Eso es lo
que más nos acercará a Jesús. Tarea nuestra es ir a esos mares donde no se
conoce a Dios, proclamó.
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