Plan personal de formación
La formación
de un cristiano no termina nunca, ni en el aspecto doctrinal, ni en los
aspectos humano, espiritual y apostólico. Por lo que se refiere al aspecto
doctrinal, los fieles de la Iglesia deben cultivar permanentemente el estudio
del Catecismo de la Iglesia Católica y de la Sagrada Teología, siguiendo un
orden adecuado, un programa cíclico y de actualización, para profundizar en la
formación doctrinal. Se trata de ser muy humanos y muy divinos.
El Dr. Juan Luis Lorda nos decía: ¿cuál es el
reto nuestro frente a los jóvenes? Ellos necesitan el testimonio existencial.
¿Cuál es la oferta para el no bautizado? Una vida con sentido. El mensaje
principal es que Jesucristo es el destino del ser humano y del cosmos. Se nos
tiene que notar que vivimos en Cristo, si no se nos nota, es un punto de
reflexión. Los que se han encontrado con Jesucristo, han dedicado su vida a
vivir para los demás.
¿Por qué los
atenienses no habían aceptado la buena nueva que les llevaba San Pablo? El misterio
de la cruz de Cristo es difícil de asimilar con la sola lógica humana. Además,
la cruz comporta un nuevo modo de estar en el mundo (cfr 1 Cor 5, 7-8).
Con esta
misma novedad entronca la luz que Dios nos dio y nos sigue dando, si hay
correspondencia a la gracia. Parte de nuestra misión es llevar esta novedad de
Cristo a todos los ámbitos de nuestra vida. Primero el alma de apóstol debe
cuidar su oración, sus sacramentos y cultivar las pequeñas mortificaciones y
sacrificios, por amor a Dios. Cuesta asimilar esto con profundidad.
A veces
estamos tan ocupados en la viña del Señor que nos olvidamos del Señor de la viña.
Nos podemos convertir en esa semilla lanzada a los cuatro vientos. La Sangre de Cristo baña la simiente, la
empapa. Luego, el Señor echa al aire ese trigo, para que muriendo sea vida y,
hundiéndose en la tierra, sea capaz de multiplicarse en espigas de oro (cfr.
Es Cristo que pasa, n. 3).
“Es cuestión
de fe”, decía San Josemaría. La sed de verdad nos permite acoger la fe en
nuestra inteligencia. Hay que pensar las cosas a la luz de la fe. Se
convertirá, poco a poco en un hábito bueno. Para ello, es imprescindible la
humildad, la docilidad al Espíritu Santo.
Hay un
consejo de la literatura clásica: non multa sed multum, no empeñarse
en muchas cosas, sino mucho en una sola, quizás teniendo un plan de lecturas.
Dos consejos para adquirir una mirada
amplia: mejorar la
cultura de nuestro tiempo, lo que requiere lectura y estudio. Para abrir todo
lo humano a los planes de Dios, Benedicto XVI nos hacía comprender que somos
una minoría creativa que ha de estar
presente en la lucha por un auténtico concepto de libertad y de paz (cfr.
Encuentro con periodistas, 26-IX-2009).
El segundo
consejo se refiere al uso del plural; es decir, en casi todo, encontrar más de
una solución, más de un camino. La capacidad de escucha y el respeto nos ayuda
a ello. Y hacer como Virgen: “guardar las cosas ponderándolas en nuestro
corazón (Lc 2, 19).
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