La Virgen, Nuestra Señora
Cuando Karol Wojtyla llegó a Cracovia el seminario estaba vacío. Hizo el propósito de hacer una peregrinación por cada nuevo seminarista que llegara. Cuando se fue de allí, había 500 seminaristas. Comentó que todavía adeudaba peregrinaciones y las fue pagando siendo Papa. Cuando alguien contaba a Juan Pablo II contradicciones fuertes, casi insuperables, el Papa contaba con el poder intercesor concedido por Dios a la Virgen, y le gustaba recordar con fuerza: “ Ipsa conteret! – ¡Ella aplastará la serpiente!”. En una ocasión, se lo dijo a un sacerdote que ahora es beato, golpeando la mesa con el puño. Cuando Jesús resucitó, sus amigos acudirían a la Virgen en busca de consuelo y de fortaleza. “Lo que parece patente es que María no ejerció ninguna función directiva en el gobierno de la Iglesia naciente. Eso competía exclusivamente a los Apóstoles y, en primer lugar, a San Pedro. Su vida entregada al servicio de sus hijos espirituales y su oración ardiente al Señor eran su maravillosa cola...