Noruega, sociedad disfuncional
Un padre de familia argentino, que vivió cinco años en
Noruega, narra cómo es la educación de los niños en Noruega, Cuenta que en
Noruega no puedes tocar a tus hijos. En la mayoría de las sociedades, la
familia es tu orgullo, tu felicidad. En Noruega los niños pertenecen, primero,
al Estado, y después a la familia. En realidad, los hijos pertenecen a Dios,
dice, y nos los confía para prepararlos para la vida.
El Barnevernet se creó en 1992, es un sistema de “protección”
a la infancia. Es un Estado dentro del Estado. Cada año investigan a 44,000
familias. A una familia que tenía un niño de 6 meses, les quitaron al bebé
porque vieron un informe de secundaria de la mamá, donde decía que tenía un
ligero retraso mental. La madre, Christine, fue con dos psicólogos y le dieron
un certificado que no había tal retraso. Ella y su esposo buscaron recuperar al
hijo por la vía legal. Llevaron a un abogado y en el Barnevernet le dijeron que
ponía en duda sus capacidades maternales, cosa que era un pretexto para
quedarse con el bebé.
El Estado decide qué hacer con tu hijo. En 2015 retiraron
a 1600 niños sin discusión previa. Lo que supone un aumento del 70% en cinco
años. Son intervenciones arbitrarias del Estado. Las sentencias destruyen a
cientos de familias. El Estado quitó los hijos a la familia Botnariu “por ser
demasiado cristiana”, pero esta familia sí logró recuperar a sus hijos después
de un año de lucha.
Un trabajador de pilotos tenía dos hijos, estaba en
Ghana y le avisaron que habían recogido a sus hijos porque su exmujer había
llamado a Barnevernet. Él fue a verlos y los hijos le dijeron: “Queremos volver
a casa contigo”, pero n o los dejaron. Este padre de familia dice: “Han
destruido mi familia, mi vida y mi carrera”. Este padre ha formado un grupo de
padres inconformes resistencia. Dio un discurso que se titula: “Despierta
Noruega”. La toma de conciencia es lenta pero real.
Todos tienen el deber de llamar al Barnevernet si hay
violencia, pero se malinterpreta. El 79% de los niños son llevados contra su
voluntad.
Los maestros, en la escuela, informan si el niño está
triste, y actúa antes de verificar los hechos. Llega el Barnevernet con la
policía y tiene el poder de entrar a tu hogar y llevarse a tu hijo. No hay
advertencias, no hay documentos judiciales, simplemente se lo llevan. Es
difícil que reconozcan que se han equivocado.
Si el grupo de Barnevernet no se da abasto, entran
otras personas y tratan de que el caso se alargue porque eso supone más trabajo
y dinero. Los llevan con padres adoptivos que ya casi se jubilan y ven a sus
padres una vez al mes. Se les paga un salario alto. No hacen ese trabajo de
corazón.
Los niños necesitan el amor incondicional de sus
padres, necesitan cariño, abrazos. En Noruega hay una sociedad fría. Los noruegos
son raros. Los niños separados de sus padres sufren traumas. La separación forzada
de niños de sus padres es antinatural.
Hay personas que huyen del país porque no quieren que
el Barnevernet interfiera en sus vidas. Prefieren enviarlos a Siria o tierras
en guerra en vez de dejarlo a esos alojamientos. Un cuarto de las familias
víctimas son extranjeras.
Los noruegos confían en su gobierno, en su sistema,
aunque no todos. El Estado quiere hacer la mejor sociedad posible y practica
una utopía en la que trata de “hacer más felices a los niños”, muchas veces
separándolos de sus padres por motivos banales. En realidad, no hay padres
perfectos. En Noruega no hay lugar para la familia como núcleo de la sociedad.
Si un hijo no está feliz con su familia, el Estado lo puede confiarlo a otra
familia. Hay hogares de acogida, que son temporales.
“Mis principios son mi familia, no la comodidad y el
dinero”, comentó un padre noruego.
En el libro Infancia
robada, dicen que este sistema destruye familias y niños.
Para una madre drogadicta, quitarle al niño es
quitarle su última esperanza. Los servicios sociales en Europa, quitarte al
niño es el último recurso, en Noruega no es así.
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