Jaculatorias
Las oraciones jaculatorias son oraciones breves. Las oraciones
jaculatorias nos ayudan a ser contemplativos. ¿Qué jaculatoria voy a rezar? La
que quieras, sé creativo. Un muchacho argentino probó de todo, drogas,
libertinaje sexual, etc. Un día, dirigiéndose al Señor le dijo: “Y ahora Flaco,
¿qué hacemos?”. Y el Señor le ayudó a salir de esa vida. Una oración breve fue
el comienzo de su conversión.
Hay que tener variedad de jaculatorias para tener variedad en nuestra
vida interior; pero tampoco importaría si sólo tuviéramos una jaculatoria que
decirle al Señor: “Ven ¡oh Dios! en mi ayuda”
(Salmo 69,2).
Escribía
el beato Álvaro del Portillo: ¡Qué poca
cosa son las dificultades que el demonio pone en nuestro camino, si
permanecemos bien unidos entre nosotros y con Dios! (1-XI-86). Y hay
demonios hasta decir basta.
Tenemos
que sacar fruto de todas las circunstancias que se presenten en el correr de la
vida. Decir cosas dulces como “Jesús, Jesús, sé para mí siempre Jesús”. Iesu, Iesu, esto mihi semper Iesus.
Muchas
veces tratamos de hacer la oración y estamos secos. Si no podemos echar troncos
a la hoguera, echemos hojas y ramas, que mantengan la hoguera o la llama encendida.
Otras veces estamos en lucha con el Señor, como Isaac, y nos pide y no queremos
darle o no queremos ceder. Decirle: “Tú ganas, Señor”, y así –lo sabemos-
salimos ganando nosotros. Ante lo que no entendemos: Omnia in bonum!
Benedicto XVI cuenta en su biografía lo mucho que le costó aceptar el
cargo de arzobispo. Alude al Salmo 72, 22-23 comentado por San Agustín: “El
salmo, perteneciente a la tradición de
Cuando
hemos terminado la tarea, hemos de decir como los siervos del Evangelio: Servi inutiles sumus: quod debimus facere
fecimus. O bien: Dentro de tus
llagas, escóndeme.
Los
niños de Fátima decían cientos de veces esta jaculatoria: Creo en Ti, espero en Ti, te adoro, te amo. Te pido perdón por los que
no creen, no esperan, no adoran y no aman. Un personaje del siglo XVI, Santa
Teresa, se decía a sí misma ya los demás: “Nada te turbe, nada te espante”.
Nunca dejes tu corazón turbar, ni entristecer, ni dudar. La Historia de
la salvación se cumple “creyendo contra toda esperanza” (Rom 4,18).
Don Ricardo Sada ayuda a meditar en nuestra confianza en Dios cuando escribe:
“Aunque se hunda el mundo, dirás que no pasa nada. Y será verdad porque ha
llegado el momento en que Yo, tu Dios, dispuse que se hunda el mundo. Venga lo
que venga, viene de Mí” (Oír tu voz,
p. 310).
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