La belleza de la Kénosis

 


El Hijo de Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga hijo de Dios. ¿Cómo? Por el Bautismo. Jesucristo es el destino del ser humano y del cosmos. Todas las cosas existen porque son amadas por Dios. Lo esencial es que podemos entrar en relación con Dios y que Dios nos salva, ¿de qué? De nosotros mismos, de que usemos mal de nuestra libertad.

Lo que más nos convence es el modelo patrístico en el que se trata del “admirable intercambio”, y San Ireneo explica que el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre pudiera hacerse hijo de Dios, por el Espíritu Santo. Al unirse el Verbo a la naturaleza humana, podemos ser los humanos “partícipes de la naturaleza divina”.

Dios salva a través de Cristo, su muerte se nos aplica a cada uno, realmente, no simbólicamente. El misterio pascual es el núcleo de la realidad de cómo es la salvación cristiana.

¿Cómo entender la salvación? Desde la Cruz se nos da el perdón. Cristo le dice a su Padre: “Perdónales porque no saben lo que hacen”. Dios se revela y nos revela sus designios sobre nosotros. ¿Qué me aporta? Un sentido, una luz, una promesa de superación de la muerte y de resurrección. Me aporta una esperanza de plenitud y de felicidad porque, aquí en esta tierra, empieza, pero no se alcanza del todo.

Cristo vino para que seamos hijos de Dios, El centro no es el pecado, sino la revelación del amor de Dios. El Hijo es el buen pastor que busca a la oveja, que soy yo. ¿Qué prueba hay de que esto es verdad? El testimonio, la belleza, la verdad de los hechos. Los que se han encontrado con Cristo han dedicado su vida a vivir para los demás (testimonio). Nadie puede amar si no es en el Espíritu, a amar estando dispuesto a darlo todo. La mayor prueba estética del cristianismo es la kénosis, es decir, el abajamiento del hijo de Dios. Hay que captar la belleza de este abajarse divino. La palabra kénosis significa “vaciamiento” de algo que le es propio. Cristo se rebajó, se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo con un corazón gozoso por amor a nosotros (cfr. Filipenses 2,8).

Dios puede usar los hechos para significar algo: La Muerte y Resurrección de Jesucristo cambia a la persona: si eso no ocupa el centro de nuestra enseñanza está mal explicada, porque “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16). ¡Asombroso!

Jesús dice que él es el Cordero de Dios, aquí hay que notar la resonancia sacrificial. El siervo sufriente no cuadra con los judíos. Los discípulos no se lo esperaban, no lo imaginaban, lo entendieron después.

¿Qué es la gloria de Dios? Que Dios sea conocido y amado en esta Familia de Dios que es la Iglesia. Dar gloria a Dios es también darle las gracias por lo recibido. ¿Qué bien me reporta la gloria de Dios? La salvación. La felicidad. Saber que estoy haciendo lo que Dios quiere en mi casa, en mi trabajo y en todo momento, me hace feliz.

Mi ordo amoris es qué prefiero, es el orden que tengo en el amor, es lo que pongo por delante. “La virtud está en el ordo amoris”, decía San Agustín. Gustad y ved qué bueno es el Señor (Salmo 34,9). Ser almas de oración, “porque si no conocemos qué recibimos, no despertamos al amor” (Santa Teresa de Jesús, Vida 10,3).

¿Qué capacidad tiene la naturaleza de manifestar a Dios? Una capacidad limitada. Hay una gran belleza en ella, y a otro nivel podemos observar cosas asombrosas como que el ojo de una mosca tiene miles de pequeños ojos internos llamados omatidios y tiene tres ojos simples: algunas libélulas tienen 30,000 omatidios.

El doctor Juan Luis Lorda enseña que saber lo que es malo forma parte de la verdad, pero no es el punto de partida, porque la fuerza viene de enamorarse de lo bueno. La ascética sólo funciona después de la mística (el Amor de Dios). La ascética es la manera de vivir.

La rutina en la predicación y en la catequesis hace decir tópicos sin ninguna emoción, sin que cale lo que se dice con cómo se dice. ¡Tantas cosas que habría que decir de rodillas! Puede haber saber por acumulación sin relación viva con la experiencia.


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