Conocerse y restaurar heridas



Conocerse y restañar posibles heridas

Todos cargamos heridas más o menos profundas. Todos llevamos un niño dentro, y éste puede estar herido. Lo que nos diferencia es la actitud que podemos tomar ante ellas. Para restañar esas heridas necesitamos la sanación, necesitamos que Dios nos reconquiste para que pueda tomar lo suyo, lo que le dimos. Él quiere habitar en nosotros, pero hay una realidad destructora que se llama el pecado, y que tiene “tres uñas”, “tres garras”: lo rápido, lo fácil y lo intenso. Y eso es lo que muchas veces los jóvenes y la gente “madura” en edad, busca. Si se entierran esas uñas en nuestro ser, quedamos maltrechos. Entonces se necesita un proceso de sanación. Jesucristo viene a restaurar y a sacarnos de ese engaño. Tenemos que tener claro que estamos en guerra. Somos heridos en la fe, la esperanza y el amor. Las heridas de la fe es el divorcio entre lo existencial y lo doctrinal; se da cuando se encuentra poco gozo y poco sabor en el bien, se da cuando no hay una experiencia de Dios (Nelson Medina).
La esperanza está herida y hay que encontrarla, hay que desear un amor muy grande que nos espera en el cielo. La Iglesia no puede tener esperanza en el futuro si no tiene sacerdotes
La crisis del amor tiene varias manifestaciones, una es que todo se vuelve sentimiento, el amor es búsqueda del bien del otro, amigo o enemigo. Las emociones son arenas movedizas, cambian.
Las personas que tienen una gran sensibilidad todo les duele, van por la vida pensando que nadie ha sufrido como ellas (¡ay! pobre de mí); luego hay personas que son agresivas sin saberlo.
Hay una frase de los documentos del Concilio Vaticano II que puede darnos una gran luz sobre nuestros sufrimientos, si la pensamos a fondo: Cristo ofrece a todos “la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual” (Const. Gaudium et spes, 22). Que se completa con otras frases de la Biblia: San Pablo escribe: “Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo” (Colosenses 1,24): podemos ser corredentores. Jesucristo es el único  Mediador entre Dios y los hombres (cfr. I Tim, 2.5). Pero Cristo sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas” (I Pedro 2,21).

Cristo ¿qué hace? Manifestar el amor dando la vida por el amigo. ¿Dónde está el amor extremo? En la Eucaristía donde Dios nos da a comer su carne. Dios Padre nos alimenta y nos invita a adorar a la eucaristía; luego Jesús manifiesta su amor en la cruz, lugar supremo de donación; es el momento en que el príncipe de este mundo es echado fuera y viene nuestra liberación y luego, la efusión del Espíritu.
La efusión del Espíritu es indispensable en la vida, por eso hay que clamar para que se haga presente.
Sabemos que tenemos que cambiar, pero ¿en qué?, ¿cuál es mi necesidad más profunda?... ¿la conozco? La existencia humana se puede comparar con el mar, donde entra la luz de sol unos metros, pero después de cien metros no hay luz. Esa luz es lo que uno alcanza a conocer de sí mismo, pero no nos conocemos de todo. La vida está llena de misterios que nos sobrepasan. Los niveles profundos de nuestro ser no alcanzamos a conocernos. ¿Qué pasa cuando algo se daña en esas profundidades? No lo sabemos.
En ese océanos del corazón humano hay demasiada profundidad desconocida.
Por ejemplo: Hay personas que han salido del sufrimiento y desarrollan solidaridad y misericordia; otros desarrollan dureza. Se hizo un experimento con miles de niños de cinco años: Se les dijo: “Si ustedes posponen el chocolate, se les va a dar otro, sino, no”. Se siguió a esos niños a lo largo de años. Los niños que pospusieron el placer inmediato se desempeñaron mejor en el estudio y en la convivencia social (Nelson Medina).
La raíz del descamino está en la soberbia, en buscar la propia satisfacción. A diario podemos posponer el placer inmediato por propia elección, y eso se refleja en cada momento, pero ¿lo hacemos con alegría?
Necesito el don del Espíritu porque lo que alcanzo a ver es muy limitado. Al pedir el don del Espíritu, clamamos que con infinita misericordia, Dios tome de nuestra vida lo que entendemos y lo que no entendemos. No soy completamente dueño ni conocedor de mí mismo. No conocemos en profundidad ni las causas de nuestros comportamientos ni las mejores opciones para el futuro.
¿Qué planes tenía San Pedro cuando pescaba? Si le hubieran dicho, a ese pescador en Galilea, que iba a predicar en Roma y que iba a ser el fundamento de una Iglesia que iba a prevalecer a través de los siglos, no lo hubiera creído.
Una bisabuela le pidió a Dios tener un familiar dominico, lo tuvo, pero no se conocieron, pero el bisnieto la soñó. Preguntó a su madre cómo era, y era como la vio en su sueño.
Sólo Dios sabe esos planes, sólo Él conoce qué frutos vamos a dar. Señor: ¿con qué personas me voy a encontrar? Hay personas que las conocemos para nuestra desgracia, y otras, para nuestra gracia. San Juan Crisóstomo escribe: “No retengas amigos que son maestros en dañarte” (Ev. según S. Mateo, Hom XLVIII).
¿Cuáles son los regalos que Dios tiene para mí? Mi madre fue un don para mi padre. Para saberlo necesitamos entrar en la tónica del Espíritu Santo, y no en la minúscula mente nuestra. Sólo el Espíritu sabe dónde están las causas profundas de nuestro malestar o de nuestro buen fruto.
Una mujer era rechazada por sus padres, se odiaba a sí misma y su escape era la comida. Luego se odiaba por haber comido de más. Encuentra un novio que finalmente la deja. Se mete en la droga y en el lesbianismo, pero Dios empieza a meter su mano y ella empezó poco a poco a salir adelante y pudo superar sus traumas.
Hay que decirle a Dios: “Espíritu Santo, llena mis vacíos porque ellos llevan al pecado”. Mientras la gente no solucione el problema de sus vacíos se va a complicar. Dios colma nuestros vacíos si clamamos a Él.

Necesito al Espíritu para que yo le encuentre  buen sabor al bien, porque el pecado nos presenta un placer rápido, fácil e intenso, pero si el bien me sabe bien –y eso es lo que hace el Espíritu-, quiere decir que el Espíritu me dio ese buen sabor para seguir en la línea de Dios.
Con el poder del Espíritu tú puedes convertirte en un instrumento de Dios.
Di a tus amigos y amigas: “Si eres líder o de buena pinta, sé de Dios, porque eso lo va a utilizar Dios para el bien o el demonio para llevar a otros al mal. Hay que pedir el poder del Espíritu para ser instrumento y testigo de Dios.
El Papa Francisco comparte una pequeña experiencia. Dice: “Fijo la mirada en Jesús ¿y qué encuentro? que Él tiene su mirada puesta en mí” (enero 2017) En otro momento dice que Dios nos mira siempre con amor, con una llamada, con un perdón y con una misión. Pensar: ¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? (capilla de Santa Martha, mayo 2015).




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