Principios no negociables
Los principios básicos para la actuación coherente del
cristiano en política han sido calificados como “no negociables” y son las
pautas que nunca se podrán derogar ni dejar a merced de consensos partidistas
en la configuración cristiana de la sociedad. ¿Cuáles son? Son principios de ley
natural: La familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, la defensa
de la vida humana desde la concepción hasta su término natural y los derechos
de los padres a la educación de los hijos.
Una filósofa norteamericana
explica: Los verdaderos derechos humanos son para promover la vida y la
libre voluntad. Ser humano y ser bueno son la fuente y la cumbre de los
derechos humanos universales. El ser y el bien son el Alfa y el Omega de los
derechos humanos. El ser y el bien son la esencia de la vida (Janet Holl
Madigan, Universidad de Maryland, College Park).
No existe el derecho a tener hijos. Si existe, en cambio,
el derecho del hijo a ser fruto del acto conyugal de sus padres, y también el
derecho a ser respetado como persona desde el momento de la concepción.
En este mundo hay una batalla
entre la vida y la muerte. Para hacer una ley respecto al aborto hay que mirar
al menos dos perspectivas: La de la madre y la del niño, sino, es imposible que
solucionemos el problema.
Cicerón
escribe: “Si los derechos se fundaran en la voluntad de los pueblos, en las
decisiones de los príncipes y las sentencias de los jueces, sería jurídico el
robo, jurídico el adulterio, jurídica la suplantación de testamentos, siempre
que tuviera a favor los votos, o los plácemes de una masa popular”. Y es que
“para distinguir la ley buena de la mala, no tenemos más norma que la
naturaleza”, con la que se discierne lo justo y lo injusto. “Pensar que esto
depende de la opinión de cada uno y no de la naturaleza es cosa de locos” (De Legibus I, XVI, 44).
La riqueza de un país está
en su sexualidad. Una sexualidad sana produce personas felices y con
capacidades mentales abiertas y creativas. En cambio, si se quiere debilitar a
un país, se le alimenta con pornografía y con lo desagradable, lo cruel y lo
prohibido. Duele que los legisladores no estudien a fondo lo que aprueban,
y que aprueben cosas por quedar bien con el poder, sin pensar en el bienestar
del pueblo. Un escritor francés, Mauricio Druon, dice. “Las tragedias
de la historia revelan a los grandes hombres, pero los mediocres son quienes
provocan las tragedias”.
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