Retos para ser feliz
Diagnosticar lo que pasa en la época actual no es difícil. Lo difícil es
la terapéutica. Un grupo de señoras pensantes estaban analizando este tema y
varias coincidieron en que hay –para empezar- que querer a la gente de corazón.
El cariño muchas veces lleva a descubrir que Dios nos ama. La pregunta es cómo
contribuir a evangelizar una cultura donde abunda la increencia y la
indiferencia. El diálogo con esas personas puede venir facilitado por el
sufrimiento y otras situaciones en que se plantean los grandes temas de la
existencia.
Hay que descubrirles a los jóvenes y adultos que la verdad es necesaria
y atractiva, y que nuestra inteligencia la busca, y la consecuencia de
encontrarla es que nos hace más felices y más libres. Afirma el Papa Ratzinger:
“Con el amor, la verdad y la amabilidad que vienen de Dios, el hombre se vuelve
puro, y amor, verdad y amabilidad se encuentran en la Palabra de Dios y nos
libera de la desmemoria de un mundo que no piensa más en Dios (…). ¿No viene
del exterior la suciedad que nos ataca? Podemos responder con la limpieza de
vida a las enfermedades y a las epidemias que nos amenazan”. Pero eso no basta
porque tenemos la “epidemia del corazón”, una epidemia interior que lleva a la
corrupción y a otras cosas sucias, y el hombre piensa sólo en él mismo. La “limpieza
interior” tiene tanta importancia como la religión. En otro pasaje el Señor dice
a los suyos: “Ustedes son puros gracias a la palabra que les he anunciado”.
Llegamos a ser puros por medio de la Palabra. La Palabra de Dios vale mucho más
que las palabras, porque a través de ella encontramos a Dios mismo. Encontramos
la Palabra también en los que reflejan a Dios, que nos muestran Su cara y Su
sencillez, ternura y sinceridad”. (Encuentro del Schülerkreis en el Campo Santo
Teutónico, Vaticano, 30 de agosto de 2015).
En otro momento dijo: “Sólo si la verdad y el amor están de acuerdo, el
hombre puede ser feliz. Sólo la verdad nos hace libres”.
Junto a la necesidad de la vida espiritual se advierte la urgencia de enseñar a pensar; es decir, formar la
capacidad para ver críticamente las propuestas de la cultura dominante. “Se
puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de
quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones
para esperar” (Gaudium et spes, 31).
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