Razones para la espera
La
juventud actual vive bombardeada de invitaciones a las relaciones sexuales
prematuras que destruyen a la persona. Al ser el sexo un don maravilloso, no se
puede ir repartiendo por el mundo, sino que se ha de guardar como un tesoro,
para la persona a la que se va a amar en exclusiva.
¿Qué
se entiende por abstinencia sexual? Consiste en tomarse en serio el amor, y
esperar a tener relaciones íntimas hasta el día del matrimonio. Los
norteamericanos ya se dieron cuenta que un encuentro sexual casual puede
contagiar cinco enfermedades diferentes, y que el único “método 100% seguro” de
no contraer enfermedades venéreas es que un hombre monógamo entre en relación
con una mujer monógama.
Si
los jóvenes tienen relaciones prematrimoniales se están predisponiendo a
futuras batallas mentales, porque las relaciones sexuales crean vínculos -unen física y mentalmente-, y
hemos de reconocer que la mente es la fuerza sexual número uno.
Se
ha visto que las relaciones sexuales prematuras bajan la autoestima de las personas. Hay jóvenes que piensan: “Como
empecé con relaciones sexuales, ya no hay remedio. Valgo poco”. Y no ven que en
la vida humana es común fallar y rectificar el rumbo, caer y levantarse, y que
resultaría ridículo caer y quedarse tirado en la tierra.
Los
jóvenes deben de comprender que hay que esperar porque vale la pena, para así amar más. El sexo es como el fuego en
las relaciones juveniles: consume todo lo que se haya edificado hasta ese
momento. Hacerles pensar “¿no vales tú la
pena para que esperen por ti?” El sexo premarital con frecuencia entierra
el amor, y aún lo mata.
Un
estudiante escribió: “La herencia que me dejaron las relaciones premaritales
fue miedo y vergüenza. Me quitaron la paz y destrozaron mi capacidad de
concentración en las clases. Hicieron polvo mi confianza en Dios y en el ser
humano. Sentí que fue profanado lo más íntimo de mi ser. Ello me causó una
profunda herida que hoy, después de siete años, no acaba de cicatrizar”. Las
siguientes palabras son una muestra de lo que sucede en miles de corazones
adolescentes “Yo lo amaba, y él decía que
me amaba también; pero después de que me entregué, él me llamó con toda clase
de sobrenombres y me dejó... Pienso que nunca haré feliz a un hombre”.
Los
jóvenes desean afecto y ser aceptados como son. Los jóvenes desean en primer
lugar un hogar feliz, estable. Una
chica de 16 años decía: “Deseo que alguien me ame, que alguien me muestre
cariño. Deseo amar pero no sé cómo aceptar el amor ni como darlo”. Los jóvenes
están sedientos de amor, de afecto, y muchas veces buscan seguridad, ser
amados. Tal vez lo que falta en la relación amorosa de hoy sea el romanticismo.
Los adolescentes quieren tener las reglas del juego, pero pocas veces se las
ponen.
La
primera ley del amor es no ceder a la
gratificación inferior si se quiere llegar a la superior. Y esto, ¿qué
significa? Pongamos un ejemplo: un muchacho corteja a una muchacha, y le hace
un regalo que le gusta tanto, tanto, tanto, ¡tantísimo!, que hasta se olvida
del muchacho. ¡Pues hizo un mal negocio! A la próxima visita ella espera otro
regalo, y así sucesivamente, y se va aficionando, no a la persona que la ama,
sino a los regalos. Las caricias son como un
regalo que pueden llevarnos a olvidar a la persona ¾porque la mente se ofusca¾ para quedarse con el regalo. El amor pide ser fiel
a la persona y no ceder ante el halago del regalo. La vida va enseñando que, a
veces, por preferir lo inferior, se sacrifica lo superior.
El tiempo de la vida en matrimonio está destinado a
llenarse de contenido y de sentido. Y esto se prepara durante el noviazgo. Si
se queda vacío por falta de creatividad, produce una ineludible frustración.
El
mejor candado para guardar a un joven es su propia voluntad, como bien lo dice
Miguel de Cervantes en El Quijote :
“Guardábala su padre, y guardábase ella; que no hay candados, guardas ni
cerraduras que mejor guarden a una doncella que las del recato propio”.
Cervantes también decía que las mujeres, como las reliquias, hay que adorarlas
pero no tocarlas.
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