¿Sufrimiento o sacrificio?
Scott Hahn hace un interesante estudio sobre la teología
bíblica de Benedicto XVI. Explica que hoy en día se entiende poco la palabra “expiación”,
dice que la mente moderna no entiende porque Dios no nos perdona simplemente,
sino que pide un sacrificio expiatorio de parte de su Hijo Jesucristo, No se
trata de una sustitución penal. Jesús es una Víctima voluntaria. Él toma el
castigo por nuestros pecados, cuando nos hemos arrepentido, y nosotros
adquirimos un poco de su rectitud. ¿Cómo Dios Padre puede no amar al Hijo?
¡Claro que lo ama!
La versión protestante de la Pasión es fraudulenta pues
pone a Cristo como sustituto nuestro y, según esto, nos toca hacer nada. Las
categorías son sacramentales como se explicará en breve.
Creemos saber qué es el pecado pero no siempre es así. El
pecado no es solamente romper las leyes dadas por Dios; es romper vidas,
hogares. En esencia es refutar la vida que Dios quiso para nosotros. Y se
rechaza porque ese amor que nos pide Dios es demandante. No queremos amar al
grado que Dios nos ama, al grado que Dios quiere para nosotros. No es tanto el
sufrimiento de Cristo lo que salva, es lo mucho que amó. Es el amor de Cristo
lo que nos salva, esto es una determinación divina. Sólo así podemos vencer al
pecado. Sufrir sin amor no es razonable, es inhumano e insoportable.
¿Qué perfecciona el amor? El sufrimiento. La cruz recuerda
que no hay amor verdadero sin sacrificio. No hay regalo humano sin dolor. El
sacrificio es soportable cuando hay amor. El amor sin sacrificio está vacío.
Cristo no estaba perdiendo su vida, la estaba dando. Cristo quiere que su amor
filial nos transforme. Él hizo de su vida un regalo de amor. Esto es un
misterio.
¿Dónde está la muerte de la agonía? En que Cristo obedece
con perfección. El Jueves Santo transforma al Viernes Santo de una ejecución
romana en un sacrificio santo, porque Cristo lo hizo –no para sustituirnos,
sino para que después diéramos ejemplo. Ese sacrificio suyo es representativo,
ejemplar. Nos pide que cada uno lleve su cruz. Lo hace Cristo para darnos el
poder de llevar la Cruz, por eso nos da al Espíritu Santo, para vivir como
hijos de Dios. Cristo se hace hombre para enseñarnos a serlo. Su Resurrección
nos da vida divina y amor divino. Recibimos el poder de vivir como Él quiere
que vivamos. Ese amor se nos comunica a través del sacrificio. Sufrir
perfecciona el amor. Su Resurrección nos da no sólo amor humano sino también divino.
Con ese amor podemos aproximarnos a nuestra cruz y podemos transformar el
sufrimiento en sacrificio, en oblación grata a Dios.
Cristo dijo: Quien quiera seguirme que tome su cruz de cada
día y que me siga. La capacidad de amor para sufrir nos la da en la eucaristía,
participando en su mismo Sacrificio.
Para Dios es natural amar con un amor infinito. Para
nosotros no lo es. El Hijo puede dar la vida y la da, y eso no lo disminuye. Puede
darla y volverla a tomar. El Hijo es imagen del Padre y lo ama, y el Padre ama
al Hijo. ¿Cómo se le llama a esa amistad? Espíritu Santo. Filioque, de los dos procede el Espíritu Santo. Es lo que sucede en
la eternidad y es nuestro destino. Fuimos hechos con una capacidad grande de
amar, pero fuimos hechos para la Santísima Trinidad.
Lo que no podemos Dios lo puede, porque asume nuestra
humanidad mortal. Máximo el Confesor dice: “Cristo asume nuestra humanidad
porque asume nuestro miedo a morir y a sufrir”. Cristo no pierde la vida, la da
libremente. Esta es la fe que debemos vivir y compartir. Esto lo debemos disfrutar,
gozar.
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