¿Estás preparado para amar?
Pienso que aprendemos a
idealizar el amor desde niños, por los cuentos y novelas rosa, y por la misma
mentalidad ingenua. Luego pasa el tiempo, y tal pareciera que el amor va por un
lado y los candidatos por el otro y cuando por fin encuentran una persona que
sí vale la pena, huyen despavoridas antes de comprometerse y al fin ser felices
porque “¡Qué tal si funciona y qué miedo!”.
En este vaivén del “si
pero no” conozco a varias personas de todas las edades, estancados y anhelando
encontrar el amor. Una parte de ellos desea con locura tener un amor y vivirlo
a plenitud, pero otra consciente de sus fracasos o del dolor del pasado no las
deja avanzar y a la menor señal de peligro, defecto del otro o compromiso,
rompen la relación sin más.
Lo que la mayoría de
las mujeres anhelan se plasma en esta frase: “Quiero un hombre bueno,
trabajador, honesto y de preferencia guapo”.
La fobia al compromiso
además crea relaciones disfuncionales y deja a las personas devastadas anímicamente. No es que
las personas que la padecen sean malas o que conscientemente traten de hacer
daño. La persona que le tiene fobia al compromiso tiene los mismos síntomas de
claustrofobia y pánico cuando se siente atrapada en una relación o la presionan
al compromiso, que quien se queda atascado en un elevador y su reacción es
totalmente irracional y fuera de toda proporción.
El psicólogo
norteamericano Dan Kiley denominó como Síndrome
de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o
no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre. Pese a ser un problema
que se produce en ambos sexos y a todas las edades.
Durante el tiempo que
se está bajo este síndrome, se vive con vistas a muy corto plazo, la persona se
siente insatisfecha con lo que le rodea pero sin hacer nada para solucionarlo.
Su búsqueda de satisfacción en cada momento, le hace recurrir al alcohol y las
drogas como forma instantánea de obtenerla. Buscan siempre la culpabilidad de
todo lo que sucede a su alrededor en los demás, sin que nunca se sienta
realmente parte del problema, y ni siquiera de la solución.
Ana Luisa Gastón
escribe: “La relación de este síndrome con la novela es que en el país
imaginario Nunca Jamás el lema de los niños que viven allí es "no
querer crecer nunca". O sea, permanecer siempre niño, aun siendo adultos”.
Por ejemplo, hay personas que se sienten bien cuando los demás les aprueban y
se sienten mal cuando les reprueban. En estos casos uno deja en manos de las
demás conciencias su propio bienestar. Una de las razones posibles por lo que
esto acontece es por la falta de conocimiento propio.
El objetivo principal
de los alumnos de Preparatoria debería de ser el propio conocimiento, y de allí
partir para el conocimiento de los demás, sobre todo de la pareja futura o
presente. Si alguien sólo es respetuoso, considerado y servicial con determinadas
personas y con otras no, definitivamente no es respetuoso, considerado y
servicial: solamente “está actuando” (incluso inconscientemente). Hay que
observar cómo se comporta esa persona con aquellos de quienes no espera nada,
cómo soporta y reacciona ante los roces y tensiones que conlleva toda
convivencia. ¿Cómo se comporta con sus padres, hermanos, amigos y enemigos,
compañeros, meseros, etc.? Allí está la clave.
Pero pasa que los novios sólo se juzgan el uno al otro por la forma como el
otro lo trata. Y como la novia ve que él es bueno y considerado piensa que él
es así. No le importa cómo es con los demás porque a ella no le afecta, no lo
tiene que sufrir, y dice: “conmigo es
diferente”. Le podríamos contestar “por ahora, pero deja que pase tiempo y
deje de desear...”. Si con ella es diferente, quiere decir que él no es así,
está actuando.
Los jóvenes deben saber
que cuanto más vehemente sea la pasión o el deseo, mayor es la incapacidad de
pensar objetivamente. Pocos deseos tienen la violencia e intensidad que tiene
el deseo físico y sexual. Por eso cuando los novios están profundamente
enamorados, están incapacitados para pensar. Se dice que el amor es ciego, de
nuevo se está llamando amor al deseo. El amor verdadero, al contrario, es bien
lúcido, porque el amor se funda en el conocimiento de la persona y por
eso va creciendo con este conocimiento. En cambio el deseo, ni ve ni quiere
ver, sólo ve aquello que quiere ver.
En las conversaciones y
gestos se conoce a la gente. Muchas veces la mujer piensa que él es un galán y
es un patán, y lo logra saber si procura ser observadora, objetiva, fina y
equilibrada en sus juicios.
Si quieres ser bello o
bella, ama, ama limpiamente. No se trata de una belleza física sino interior
pero que sale al exterior, porque quien ama acaricia con la mirada.
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