mensaje a los no bautizados



¿No has pensado en darte un regalo, algo grandioso, el mejor regalo? ¿Cuál? El bautismo. Hay una verdad que hay que conocer personalmente: “Jesús te ama” y allí, en esa verdad, empieza la libertad. Jesucristo vino a buscar al pecador y a morir por nosotros, pues todos somos pecadores, vino para ganarnos el cielo, donde no hay ya tristeza ni lágrimas.
Todos deseamos la felicidad, y ésta se encuentra en la otra vida, en el Cielo. Queremos la belleza infinita, la verdad infinita, la bondad suma, y eso se encuentra sólo en Dios y en la vida eterna.
La Semana Santa termina con el Domingo de Pascua y en esa Misa se bautizan varios adultos que se han preparado previamente. Hay algunos que reciben una preparación rápida y otros que tardan más.
En resumen ¿qué es el Bautismo? el Catecismo de la Iglesia Católica, catecismo para adultos, dice que por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo e incorporados a la Iglesia. Es el más bello y magnífico de los dones de Dios. San Gregorio Nacianceno dice: “Es Don porque es conferido a los que no aportan nada, gracia porque es conferido incluso a culpables; bautismo porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos), iluminación porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios” (Oratio 40, 3-4).
Según San Pablo, el creyente, por el bautismo, participa en la muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él. Es capaz de recibir el Bautismo todo ser humano aún no bautizado, y sólo él (CIC, can 864).
El Bautismo es necesario para la salvación (Juan 3,5). Por eso Jesús manda a sus discípulos a evangelizar y a bautizar a todas las naciones. El Bautismo es necesario para la salvación de aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedirlo. La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna.
Los dos efectos principales son: la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (Hechos 2,38 y Juan 3,5). Por el Bautismo todos los pecados son perdonados así como todas las penas del pecado. En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios. No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida, como las debilidades del carácter y la inclinación al pecado (fomes peccati).
El bautismo hace del hombre una criatura nueva, un hijo adoptivo de Dios y coheredero con Cristo.
Dios da al bautizado la gracia de la justificación, que le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), y le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.
De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios, de la Nueva Alianza, que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos.
El Bautismo constituye el nacimiento a la nueva vida en Cristo. Lo importante es buscar sinceramente a Dios. La pureza de cuerpo, de alma y de lenguaje es la medida del amor, y eso sólo nos lo puede dar el Señor.

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