“Si te pide la prueba de amor, no te ama”
Se puede decir que la vida es una especie de preparatoria donde el
único tema que debe aprenderse es el amor, donde las únicas calificaciones que
interesan son las que se refieren a la asignatura del amor, donde la única
reprobada absoluta es la de los que no aprenden a amar.
Si tu novio te pide la “prueba de amor” puedes estar segura de que se
ama a sí mismo, y a ti, no te ama: Te quiere usar para su placer. “La persona
ha de ser siempre afirmada o querida por sí misma”; nunca se le puede tratar
como un medio para alcanzar placer, poder o dinero..., porque la rebajamos. En
el noviazgo la entrega es espiritual, justamente porque los novios se están
apenas conociendo, y no saben si sus caracteres son compatibles, si llegarán al
matrimonio...
Las relaciones sexuales crean vínculos, lazos, así lo ha establecido la
naturaleza. Si un hombre y una mujer adolescentes tienen relaciones sexuales
fuera del matrimonio, están creando vínculos muy fuertes, y conllevan la
posibilidad de ser padres.
Los jóvenes no comprenden porqué es tan dolorosa la separación cuando
han tenido relaciones sexuales. Desconocen que las relaciones sexuales son
vinculantes, es decir, crean fuertes lazos, propios del matrimonio. Si ese
noviazgo es limpio, el matrimonio será más sólido.
Cada ser humano es mucho más que un evento fisiológico, es más que una
combinación de informaciones. Cada existencia humana entraña una novedad de
ser, que no se da en las demás criaturas. Cada persona es única e irrepetible.
Si comparamos al hombre y a la mujer con los demás seres, advertimos de
inmediato su superioridad, por el lenguaje, la cultura y su dominio sobre las
cosas.
Occidente está en peligro de muerte si el amor fracasa. Esta es la
enfermedad que nos consume, porque la salud verdadera sólo reside en la persona
que es capaz de amar..., y se está olvidando cómo amar. El único problema
realmente importante en la vida es éste: aprender a amar. No es fácil perseguir
realmente el bien del otro. Sin embargo, el ser humano es capaz de poner entre
paréntesis su conveniencia cuando ha aprendido a amar.
El ser humano ha sido llamado a la vida para amar; tiene la capacidad,
la tendencia y la necesidad de amar. Sin embargo, un factor poderoso actúa
dentro de él que le impide amar, e incluso entender en la práctica la
naturaleza verdadera del amor: el egoísmo.
La vocación fundamental de la persona humana es el amor. El hombre
permanece para sí mismo un ser incomprensible si no se le revela el amor. Sólo
la persona puede amar y sólo la persona puede ser amada. El amor es una
exigencia ética de la persona, y es un sentimiento tan maravilloso, que se ha
de guardar celosamente para que no lo robe quien no lo va a apreciar.
Ante todo el amor es cuestión de conocer y de querer; sin embargo,
fácilmente se le hace depender de los sentimientos o de caricias físicas que constituyen
el nivel más superficial del amor. Amar significa dar y, en la práctica, vemos
que es difícil que el amor esté libre de cálculos. Amar implica sacrificarse,
implica respetar a la mujer amada... Y si algunos varones no lo hacen es porque
no saben amar, pero ¡claro que pueden aprender a hacerlo! Otras veces ven la
solución a sus pasiones en el uso del preservativo o condón. La obsesión de
algunos por el preservativo significa la banalización de la sexualidad, y tal
banalización es el origen de que muchas personas ya no encuentren en la
sexualidad la expresión del amor, sino una especie de droga que se administran
a sí mismos.
El joven libertino se mueve a impulsos de sus apetencias y reduce las
otras personas a medios para sus fines egoístas. Esta conducta le lleva a la
destrucción de su personalidad, o, dicho en lenguaje religioso, a su
condenación.
Lo malo de mucha gente no es su falta de ideas, sino el exceso de
confianza en las pocas que tienen. Además, la virtud que más brilla en el
paraíso es la pureza, dice San Juan Bosco.
Leamos lo que les dijo Benedicto XVI a los jóvenes de Inglaterra:
“Hemos sido creados para amar. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando
afirma que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: Hemos sido creados
para conocer al Dios del amor, a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y
para encontrar nuestra plena realización en ese amor divino que no conoce
principio ni fin (...). Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido.
Todos los días debemos agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor
que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es
verdaderamente importante en la vida. Necesitamos dar gracias al Señor por el
amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos, nuestros
maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos
cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios.
Hemos sido creados también para dar amor, para hacer de él la fuente de
cuanto realizamos y lo más perdurable de nuestras vidas. A veces esto parece lo
más natural, especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros
corazones rebosan de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y
construir un mundo mejor. Pero otras veces constatamos que es difícil amar;
nuestro corazón puede endurecerse por el pecado, el egoísmo, la envidia y el
orgullo.
En lo profundo de vuestro corazón, Jesús te llama a dedicarle tiempo en
la oración. Pero este tipo de oración, la verdadera oración, requiere disciplina;
requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que
el Señor hable. Incluso en medio del "ajetreo" y las presiones de
nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio
encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser. Hay un
dicho sabio que en materia de salud física y mental hay que tener en cuenta:
“Más vale prevenir que lamentar”.
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