Conocimiento propio, unidad y fraternidad
Las personas que viven fuera de nuestro grupo o comunidad
piensan que aquí todos somos como ángeles, con coros celestiales en los
pasillos donde sólo se pasean la virtud del Espíritu Santo y los ángeles.
Pedro le dice a Jesús: Nosotros
lo hemos dejado todo y te hemos seguido ¿qué nos va a tocar?
¿Por qué Pedro hace esta
pregunta? Porque es sincero, Pedro la hace porque deja hablar a su corazón, es
decir, tiene conciencia de lo que tiene en su corazón. A veces nos creemos muy
espirituales porque no le hemos preguntado al corazón qué quiere. Si lo
escudriño voy a encontrar que quiero más poder, quiero ser tenido en cuenta,
quiero que los aplausos también sean para mí.
Jesús le responde dándole esperanza. Les dice que los Apóstoles
van a regir a las doce tribus de Israel y además, recibirán el ciento por uno y
la vida eterna.
Nelson Medina observa: Las personas que están en colectividades
de oración tienen problemas y conflictos, igual que en otros grupos. ¿Por qué?
Porque queremos poder, dinero y afecto. Esas son las fuentes de las peleas en los diversos grupos, de trabajo, de
estudio, de empresa; en los grupos de catequesis, en las órdenes religiosas, en
las comunidades de sacerdotes diocesanos, en el Monasterio de las pías hermanas
del Divino Rostro… En todas partes tenemos esa clase de motivaciones. Las
personas quisieran más poder, quisiera que la tomaran más en cuenta. Si la
persona no conoce sus propias motivaciones, se pelea o se encuentra a disgusto.
“Yo quisiera utilizar las cosas que sólo usan unos poquitos (el coche)”.
Si uno fuera así de honesto como Pedro, habría menos
problemas. Podemos llegar a altos niveles de sinceridad.
Hay que ser sincero ante Dios y decirle lo que queremos:
Poder, dinero, bienes y estima. Jesucristo acoge con serenidad lo que dijo
Pedro. No lo regañó porque Jesús sabe que somos imperfectos. Jesús acoge a
Pedro y lo invita a la generosidad. Cristo sabe cuáles son tus intereses y tus
vacíos; sabe quién eres y qué quieres. Conociéndote como te conoce Jesucristo
te invita a la generosidad, te
invita a entregarte hasta el fondo. Dice: “El que por Mí deja casa, padre,
madre y hermanos…” Allí está la clave: “El que por Mí”.
Uno ve una estatua de San Martín de Porres, sereno,
acogiendo a un niño pobre. Su vida estuvo llena de problemas, de dolores, de
desilusiones. Era hijo ilegítimo, pobre e ignorante. Era despreciado por
moreno. Se daba cuenta de que lo humillaban, sus deseos no le importaban a
nadie. La clave de su santidad estaba en que hacía todo por Jesús. No se
enredaba en los defectos y pecados de los demás.
Imagina que trabajas en la curia vaticana. ¿Crees que no
hay rencillas, envidias, vicios, resentimientos, intereses, codicias, malas
caras, incomprensiones? Martín de Porres padeció todo esto.
En todas partes vamos a encontrar pecados, humillaciones,
desprecios. El secreto es no dejarse enredar por los pecados de los de al lado.
Hacer todo por Jesucristo, no por el coordinador, el jefe o el superior, porque
lo agradezcan o no. ¡No te dejes enredar!
¿Cómo se aplica esa pregunta de Pedro y la respuesta de
Jesús? Siendo sincero y reconociendo nuestras motivaciones. ¿Por qué estoy
aquí? Porque quiero bendecir a Dios, porque quiero tener amigos, porque tengo
vocación de líder y quiero que me tomen en cuenta… Cuando uno se ha dicho estas
verdades, ya no habrá problemas si alguien nos aclara: “Lo que quieres es
mandar más”.
Los demás son igualitos a ti. Los demás no son ni mucho
mejores ni mucho peores. También ellos quieren que sus problemas sean los más
importantes, que los comprendan y los escuchen. La conclusión es centrarnos en
Jesús; decirle: “Quiero que mi motivación seas Tú”.
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