Revelación de los Corazones Unidos




La devoción a los Corazones Unidos (Jesús y María)
Maureen Sweeney-Kyle, MSHL (misionera de los siervos del amor divino). Esta vidente recibe revelaciones privadas, es decir, tenemos libertad para creer en ellas o no. Es importante saber que esta devoción ha sido aprobada por la Iglesia, sin embargo, los católicos pueden no estar de acuerdo con ella. La Sagrada Escritura dice que los árboles se conocen por sus frutos. Jesús le revela a Maureen que este es el tiempo de la frialdad en la piedad, por ello nos da a conocer las estancias que existen en el Corazón de Jesús, y las divide así:
1ª estancia: En la primera estancia la persona decide amar más a Dios que al pecado. La mayor parte de la humanidad requiere conversión; no persiguen su salvación. La conversión viene a través de la gracia que del Corazón Inmaculado de Santa María. Es vital para la Salvación eterna, el amor al Inmaculado Corazón de María y el rechazo a todo pecado. Por tanto, la devoción al Inmaculado Corazón de María es la primera cámara de los Corazones Unidos; es la antecámara de la santidad. Su Corazón es nuestro refugio y puerta de entrada a la Nueva Jerusalén, que es el Corazón de Jesús. Aquí el alma empieza a ver sus pecados y a reconocer el poder y la importancia del momento presente. Esta primera cámara es la base de las demás, sin ella no se puede pasar a la segunda cámara. No puede haber progreso sin haber sido purificados a través por la Flama de Amor del Corazón de la Virgen María. Además, nadie puede ser santo sin conocimiento propio.
2ª Deseo intenso de santidad. En el Corazón de Santa María vive el amor divino y los dos grandes mandamientos: Amor a Dios y al prójimo. Ahora se trata de entrar al Sagrado Corazón de Jesús a través de una mayor sumisión a su voluntad. El alma empieza a percibir sus fallos de carácter que lo separan de Dios, también ver la unión entre el amor a Dios y el cumplimiento de su divina voluntad. Aspira a la santidad personal a través de someterse a lo que Dios envía, que es amar el momento presente y amar incondicionalmente. Empieza a entender que es posible que su voluntad se guíe por lo que lleva en el corazón.  De la profundidad de su amor y humildad va a depender la profundidad de cada virtud.
3ª Perfección en la virtud. Toda virtud tiene su origen en el poder del Espíritu Santo. Toda persona sabe cómo portarse amorosa y humildemente pero todo es pretensión mientras esas virtudes no estén vivas y prosperen en el corazón. Ninguna virtud se origina en el intelecto. La práctica de la virtud requiere rectitud de intención, es un asunto entre el alma y su Creador.
El alma, enraizada en el amor divino, pone su esfuerzo en vivir lo mejor que puede las virtudes y las practica con diligencia (esas virtudes son: prudencia, justicia, fortaleza, templanza y las virtudes teologales). El alma percibe con mayor profundidad sus omisiones y su falta de virtudes. Se da cuenta que las virtudes proceden de la humildad y del amor. Cuando Dios mira que hay un esfuerzo serio en crecer en virtudes, infunde en el alma esas virtudes en mayor grado y con un nivel sobrenatural.

Santificación y conformidad con la Divina Voluntad. En esta estancia la persona quiere conformar o identificar su voluntad con la de Dios. Hay que entender que solamente ante una rendición más profunda de la voluntad propia al amor de Dios el alma puede ser transportada de una estancia a otra. A esta estancia o cámara llegan los que se conforman con alegría a lo que Dios dispone, aman la Divina Voluntad. El alma busca continuamente  hacerse conforme a la voluntad de Dios y lo logra con la gracia de Dios.
Unión a la Divina Voluntad. Aquí el alma vive en unión con la voluntad divina.  El Padre establece el Reino de Dios en estas almas. Y ellas rezan así: “Deseo rendirme a tu divino amor en todo momento y en todas las cosas; envíame tu gracia ara lograrlo. Ayúdame a corresponder a tu gracia. Sé mi protector y proveedor.  Pon tu Reino en mi corazón”.  Muy pocos logran llegar a este santuario interior del Corazón de nuestro Redentor. En este estadio hay una sola entidad, como lo explica San Pablo. “Ya no soy yo el que vive, decía, es Cristo quien vive en mí”. Esta es la Nueva Jerusalén.
6ª Inmersión en la Divina Voluntad. En esta estancia hay una nueva alianza de amor. En esta vida esta estancia está reservada a los que han llegado a la cima de la santidad. Dios llama a cada alma a sumergirse en lo más alto del cielo. Para el que tiene fe, todo es posible. El alma percibe el abrazo de Dios.
Cada estancia permite que el alma perciba el abrazo del Padre cada vez con mayor intensidad. El Padre Eterno nos quiere llevar a lo más elevado del Cielo,  pero falta que el alma quiera, que pida fuerzas para querer y que se abandone con gozo en las manos del Señor.
La puerta o entrada de cada cámara supone una rendición personal más profunda al amor. Seremos juzgados conforme a la presencia del amor divino o a su carencia. El Señor desea que su amor resplandezca de polo a polo. Dios quiere que cada continente sea evangelizado y conozca las estancias o cámaras de su Corazón. El mundo entero es tierra de misión y lo necesita. Que con la ayuda de Nuestra Madre nos encendamos y demos fruto con la llama del divino amor.



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