Ser personas que atraen
Los jóvenes necesitan cultivar las amistades,
el servicio social, ampliar sus horizontes; tienen una fuerte tendencia centrípeta (hacia sí mismos)
por las nuevas energías de la sensualidad, y hay que ayudarlos a vivir en
plenitud para ir madurando el amor que es responsable y para toda la vida, y
capaz de asumir con realismo y responsabilidad las consecuencias de sus
decisiones, lo cual es fuente de felicidad y grandes satisfacciones. Para ello
hay que darles un sentido de que valen como personas, y de saber apreciar a los
otros como personas.
La
castidad en cuanto templanza y la lujuria en cuanto destemplanza quieren decir
que, la una o la otra, se han instalado en el ser humano como una segunda
naturaleza, dando lugar así a una postura habitual. En cambio, la castidad como
continencia y la lujuria como incontinencia, expresan una situación pasajera.
La
lujuria impide que el espíritu se impregne de la verdad. Pero además destruye
el verdadero goce sensible de lo que es sensiblemente bello. El cristianismo
jamás excluyó el placer sensible de lo moralmente bueno. El hombre está llamado
a disfrutar de las sensaciones específicas que cada objeto está llamado a
producir. Sólo percibe la belleza del mundo quien lo contempla con mirada
limpia.
Los jóvenes entienden con mucha naturalidad tanto
la abstinencia como el argumento pro vida, y que no se mata a un niño por haber
querido apagar una pasión.
Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del amor hacia una
persona. El novio que ama a su novia,
sabe esperar, y no pide una prueba de
amor, cuando él no puede ofrecerle un matrimonio con la misma prisa con la
que él pide la prueba de amor. Y a
veces, esa prueba de amor termina en odio a quien se le entrega, porque siente
que esa persona, en vez de elevarlo, lo rebaja; otras veces, termina pidiendo
más y mas. Un joven equilibrado entiende que, la mejor opción, es la abstención
sexual antes del matrimonio, y entiende que haya quienes elijan la virginidad
para vivir su adolescencia o para toda la vida.
Un
relato imaginario narra una fábula en que el demonio, merodeando para desunir a
la familia, visitaba diversas casas como peregrino cansado, y le “soplaba” a la
mujer que el marido la trataba como esclava, que lo que tenía no era
suficiente, que se rebelara contra la sociedad, que tratara de llegar al poder
o de tener más dinero y riquezas... Así proseguía insidiando hasta que lograba
hacer estallar una rabiosa discusión entre los matrimonios. Pero un día entró a
una casa donde sus intentos fracasaron; desesperado exclamó:
- ¿Pero que ustedes no discuten nunca?
- No, porque desde el primer día hicimos
un pacto, en el que cada uno debería fijarse sólo en los méritos o cualidades
del cónyuge.
Quien
se comporta de esta manera lleva todas las de ganar. Ante las crisis hay que
poner en jugo toda nuestra capacidad de amar.
Hay que
poner la atención en las virtudes del otro, quizás sea la clave para evitar los
conflictos matrimoniales. Es la clave de la educación y la de toda vida.
La belleza atrae, pero si la mujer es sólo
bella y no es amable, no tiene virtudes ni posee espíritu de servicio, llega a
cansar, en cambio, la virtud enamora. A un santo o santa no se le pide ser
bello, pero sí atractivo por su virtud. La fe da la virtud, da alegría.
¿Por qué no usar anticonceptivos? Los
anticonceptivos además de ser abortivos, rompen la naturalidad de las
relaciones conyugales pues además de falsear las relaciones con el mero egoísmo
y placer, promueven al amor "con condiciones" e irresponsable, y
produce los mismos daños del condón más otras complicaciones graves de la
salud. Y no ayudan a las relaciones estables con quien aman para toda la
vida.
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