¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa
Hay un
documento en www.vatican.va que tiene
ese título y del que aquí damos unas pinceladas: ¿Dónde está tu Dios? La fe
cristiana ante la increencia religiosa.
El escándalo
del mal y el sufrimiento de los inocentes ha sido siempre una de las
justificaciones del ateísmo y del rechazo de un Dios personal y bueno. Este
rechazo procede de no aceptar el sentido de la libertad del hombre, que implica
su capacidad de hacer tanto el bien como el mal (cf. 2.3).
El
secularismo es una concepción del mundo según la cual el mundo se explica por
sí mismo, sin que sea necesario recurrir a Dios; luego, Dios resultaría
superfluo.
Muchos
creyentes se dejan dominar por una mentalidad hedonista, consumista y
relativista, entonces se adormece la conciencia. Y si se meten a la Nueva Era
crean más confusión en su interior.
A eso hay
que añadir que no hay referentes claros en los creadores de opinión pública. Algunos
de ellos no saben dar razón de su fe. Por lo demás, el laxismo en las
costumbres y la ostentación del pansexualismo producen un efecto adormecedor
sobre la vida de fe. Así se extiende un cierto ateísmo práctico.
Hace pocas
décadas resurge una nueva religiosidad que se caracteriza por la adhesión hacia
un dios sin rostro. La nueva religiosidad coloca al “yo” en el centro, que se
funda en el éxito personal y en los logros de las propias iniciativas. Aquí se
halla el abismo que separa la religión del yo de la religión cristiana, que es
la religión del “tú” y del “nosotros” (4.2).
Otra
característica de esta nueva religiosidad es la falta de interés por la verdad.
Sor Teresa Benedicta decía: “No aceptes como verdad lo que esté privado del
amor”, el uno sin el otro se convierte en una mentira destructora”. (Juan Pablo
II, Homilía en la canonización de Edith Stein, 14-X-1998) (4.3). Lo importante
para ellos es hallar el modo y las vías para “sentirse bien”.
La
ignorancia, cultural y religiosa, es una de las principales causas de la
increencia, de la mal-creencia y de la indiferencia religiosa. El estudio y la
lectura de la Biblia puede ayudar a quienes desean encontrar el rostro de Dios.
¿Qué podemos
hacer? El documento afirma que la belleza es una vía privilegiada para acercar
a los hombres a Dios y saciar su sed espiritual. La belleza y la verdad dan
alegría al corazón humano, une a las generaciones y las hace comulgar en la
admiración. La belleza, con su lenguaje simbólico, es capaz de hacer que
hombres y mujeres con culturas diferentes, se encuentren en valores comunes,
que permiten al hombre mantener el corazón abierto a la fascinación del
misterio y el absoluto. (Juan Pablo II, Novo
millennio ineunte, nn. 15 y 31). Podemos poner el arte al servicio de la
verdad. La belleza de los monumentos cristianos ayuda a ver la fe plasmada. Hay
guías muy buenos.
Hay urgencia
de enseñar
a pensar en las escuelas y universidades. Ante la increencia, ver de
qué presupuestos se parten y ayudar a argumentar para lograr un diálogo
profundo. Para ello, el cristiano debe de saber filosofía y apologética.
Hay sed de
Dios y ello nos facilita dar catequesis a adultos, por ejemplo, en los cotos.
Además, hay que ayudar a los padres a transmitir a los hijos, junto con el
patrimonio cultural, la herencia de la fe y la experiencia de Dios, que son
fuente de libertad y de gozo.
Hace formar
doctrinalmente para que las personas sepan dar razón de su esperanza y conocer
argumentos para sostener por qué hay que estar abiertos a la vida, por qué hay
que tener reverencia en las iglesias, etc.
El cristiano
ha de tomar en cuenta que la verdad no se impone, se expone. La verdad tiene su
propia fuerza. Además, la verdad nunca provoca conflictos. Cuando el ser humano
está cerca de Dios, no pierde la paz, por ejemplo, cuando la muerte es
inminente. ¿Cómo ve Dios el sufrimiento en la tierra? Él mismo la experimentó,
ahora nosotros, podemos sufrir con Dios o sin Él. Si somos personas
espirituales, amaremos a los hijos de Dios.
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