En la familia se aprende el perdón



Es muy oportuno educar a los hijos en el perdón y servir como modelos de cómo perdonar. Conocer las virtudes, el bien, la verdad y la belleza comienza en casa. En la familia, es importante decir lo antes posible “lo siento”. “discúlpame”.
Cuando se experimenta el perdón se marca el principio de un proceso de sanación. El perdón es un asunto estrictamente individual, que no se ha de confundir con la reconciliación. Una persona le puede conceder el perdón a un abusador, pero eso no quiere decir que siga con esa relación. La confianza no se puede restaurar si el familiar no es fiable. En cambio, en la reconciliación las cosas vuelven a ser como antes.
El perdón es un regalo que recuerda el pasado y mira al futuro. El perdón no niega la necesidad de justicia, pero va más allá. Cuando perdonas no cambias el pasado, cambias el futuro…
Tratemos de ser personas fáciles de tratar y muy inclinadas al perdón de fondo, rápido, universal, porque entonces, Dios nos va a perdonar fácilmente. Lo que más nos asemeja a Dios es nuestra disposición a perdonar. En cambio, lo que más nos aleja de Él es el espíritu de venganza, la dureza de corazón y la inclemencia. El que dice: “Te la tengo guardada” o “te la voy a regresar”, no tiene buen carácter.
Por otra parte, hemos de procurar no hacer “memoria histórica” de las ofensas del familiar: “hace 20 años sucedió esto”, o “me hiciste tal agravio”, o “se te olvidó mi cumpleaños”. San Juan Crisóstomo llega a decir que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos al perdón” (In Mat homiliae 19,7).
Cuando una persona no se ha perdonado a sí misma, o no ha perdonado a los demás, sus sistema inmunológico no funciona adecuadamente, dice el Dr. Alonso Vega, de Betesda Natural. No perdonar trae consecuencias funestas para la persona, y es ella misma la que se hace daño, porque de entrada o se aleja de Dios o lo niega. No perdonar nos encierra en la falta de fe, y la falta de fe ahonda la imposibilidad de perdonar. Es un círculo que gira sin cesar a menos de que lo paremos. A menos que perdonemos. Aquí se hace realidad el dicho que “el hombre es hijo de sus obras”.
El perdón nos libera de ataduras que amargan la vida y enferman el cuerpo. No significa que estemos de acuerdo con lo que pasó ni que le demos la razón a quien nos lastimó. Simplemente es pasar por alto los pensamientos negativos, aceptar lo que pasó y tratar de poner remedio.
Perdonar es lo más difícil del mundo, quizás es algo que nos sobrepasa, pero para eso está la ayuda de Dios. Pocas veces acudimos a Él para solicitar vehemente su socorro. La falta de perdón es el veneno más destructivo para la persona. ¿Por qué? porque neutraliza los recursos emocionales y seca la afectividad.
“Si en verdad queremos amar, tenemos que aprender a perdonar”, decía Teresa de Calcuta. Aun ante la más grave ofensa, el perdón, la reconciliación son fundamento de la unidad familiar porque se da con los más próximos, con los que más amas: tus hijos, tu pareja, tus padres, tus hermanos... el perdón es una gran manifestación del amor. Jutta Burgraff decía: “Perdonar es amar intensamente”.
En Génesis 4, se habla de Lamec, prototipo del hombre vengativo. La venganza tiene la dulzura de la serpiente, es suave y venenosa; pero la venganza encadena, mientras que el perdón libera de la carga.
Hay personas que tienen un carácter muy difícil, y quizás son las que más cariño necesitan. Si nos sentimos muy agraviados hay que pensar que, comparado con lo que sufrió Nuestro Señor por nosotros, es realmente poco lo que sufrimos. De algún modo Dios nos obliga a perdonar al enseñarnos el Padrenuestro que dice: “Perdónanos como nosotros perdonamos”. Su misericordia es inagotable y nos dice: “Perdona tú también”.
De joven, el Padre Carlos Cancelado fue de voluntario a un hospital. Curó llagas y atendió enfermos con infecciones. Un día vio una niña recién nacida a la que   se le caía la piel y se encontraba mucho muy mal de su salud. Preguntó la causa, y la madre contestó:
̶ Diez veces traté de abortarla.
 ̶ ¿Por qué?
 ̶ Porque soy madre soltera y mi mamá me aconsejó que lo hiciera.
Carlos le dijo:
 ̶ Pídele perdón a tu niña, y dile a tu mamá que también se lo pida.
Así lo hicieron y al poco tiempo a la niña se le dejó de caer la piel y superó sus males.
En un mensaje mariano la Virgen nos dice: “Muchos no saben pedir perdón. Eso coloca de nuevo a mi Hijo en la cruz”. La petición del perdón es “el comienzo de una oración justa y pura” (cfr. CEC, n. 2631).

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