Judía mesiánica habla de: La tragedia de la esclavitud

 


¿Por qué esclavo? Si Dios te dice: Te quiero como hijo. VERLA:

https://youtu.be/L4boOqR7XnY

Emaús Radio Guatemala. Karen Lorenzo

Conocer la Palabra de Dios te da fuego. Hemos de tener todos los días un reto. En el judaísmo hay reglas para la alimentación. Se puede comer la vaca porque es rumiante, y así hemos de hacer con la Escritura, meditarla, “rumiarla”.

Dios le dijo a Ezequiel: “Hijo de hombre, alimenta tu vientre con el rollo que te doy y llena con él tus entrañas. Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel” (Ez 3,3). Dios nos dice: Aliméntate con la Escritura. Es exquisita y hay demasiada riqueza. Con ese pensamiento en mente, lee la Escritura. Ten a tu lado la Biblia. Queremos que las cosas se nos den fáciles.

Bendición de Ezequiel: ¿Por qué quieres ser esclavo si yo te quiero como hijo?

El pueblo de Israel es “pueblo de dura cerviz”, tieso, que no ve más, es gente testaruda, es necio. Dios lo escoge para que yo pueda identificarme con él. Pensemos en cuatro situaciones de la vida en que hemos cambiado. Vamos a tratar de ponerlas en estas cuatro siguientes palabras.

Toda la Biblia es un ciclo de estas cuatro palabras:

Golah: es una situación de no redención. Empieza con la desobediencia. Hay aquí algo que nos hunde y nos lleva a pecar.

Torah: es instrucción, ley.

Mitzva: hay 613 mitzvot. Una mitzva es un mandamiento, es una acción redentora del pacto. El mitvza tiene dos cosas importantes: emuná es fe que mueve a actuar, y tikun, es una acción que viene de la fe. Parte de la fe pero implica una acción redentora que pide nuestro esfuerzo.

Geula: la geulá es la redención.

Leemos en Oseas que Dios dice: Quiero matar a mi pueblo pero no puedo. Eso nos seduce.

La tragedia de la esclavitud es que no escuchamos.

Génesis 1,1-2: En el principio creó Dios el cielo y la tierra…

La creación completa es un escenario redentor. El CEC dice que podemos conocer a Dios en la naturaleza.

Dios pone a Adán y Eva en el paraíso para “redimirlo”. Nuestro anhelo es la redención, y ese es el anhelo de Dios. Soy un anhelo de redención de Dios. Me da el libre albedrío y yo puedo escoger.

Gen 3: Viene la primera tragedia. “Se le abrieron los ojos”. En Mateo se nos dice que hemos de ser como niños para entrar en el Reino de los Cielos, es decir, tenemos que purificarnos. Pudieron conocer lo que era malo.

Deuteronomio 32, 10ss: Dios es como un águila que incita a sus polluelos a volar, les dice: “Ven”, eso es ser como niños. Esa era la intención de Dios para nosotros. Adán y Eva desobedecieron.

Oseas 11, 1-4: Cuando Israel era niño yo lo amé… Cuanto más los llamaba tanto más se alejaba de mí… Me inclinaba a él y le daba de comer. Los niños son 100% dependientes de Dios. Decimos: “Gracias, yo puedo solo”, y esa es la tragedia.

Génesis 3: Dios llamó al hombre. En hebreo dice “gimió, clamó”. ¿Dónde estás? Es una pregunta retórica pues Dios ya sabe donde estaba. Adán pudo pedir perdón y no lo hizo. Esta es la tragedia de la esclavitud. Yo descubrí que tenía miedo al amor de Dios. Dios está allí, esperando a ser nuestro padre.

Viene luego un elemento crucial: El de la Torre de Babel. Quieren alcanzar a Dios por los propios medios (Génesis 11, 1). Todos hablaban la misma lengua, deciden hacer una alta cuya cúspide llegue el cielo, así nos haremos famosos. En hebreo dice: “y hagámonos nosotros mismos un nombre”. Dios da el nombre, la identidad, pero ahora dicen: No necesitamos que Tú nos des un nombre, yo me lo doy y viene la falta de identidad de hijos. Querer ser yo mismo mi propio padre, mi propia madre. Aquí empieza la espiral en caída del género humano. Este pecado fue contra Dios. En tiempos de Noé el pecado era contra el cuerpo, ahora es contra Dios.

La paternidad de Dios está presente desde aquí, luego viene la plenitud con Jesucristo.

“El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón”, dice Jesús en el Evangelio, es prescindir de Dios.

Dios no nos deja en esa espiral hacia abajo.

Abraham es el padre de la fe. Dio el primer paso sin saber adónde iba. Génesis 12: leer. “Vete a ti mismo”, le pide introspección, descubre, reconoce quién eres. San Pablo dice en la 1ª carta a los Corintios 13: “Y entonces conoceremos como somos conocidos”. Vete de tu tierra, de la casa de tu padre y de tu patria. ¿Qué implicaba viajar? Ir al desierto, ir de carpa en carpa, disminuye tres cosas: la procreación, el dinero y la fama. Le pide dejar todo y que reciba una nueva identidad, como Dios lo conoce. Dios le dice: “Sé tú bendición. Las bendiciones que tengo en mis manos, las pongo en tus manos”. Y eso es lo que nos dice Dios a cada uno.

Antes de entrar a la tierra prometida tenía que morir la primera generación. El pueblo tenía una identidad de esclavos. Tenía que cambiar su identidad para entrar a la tierra prometida.

El profeta Jonás tenía una buena intención porque no quería comer alimentos impuros, pero Dios le dice en otras palabras: “Renuncia a lo que tú eres, renuncia a tu pilar y engrandeceré tu nombre que servirá de bendición”.

No somos contenedores pasivos del amor de Dios, sino dispensadores activos del amor de Dios. Recibo el amor de Dios y lo doy, todo lo que llega a nosotros hay que compartirlo. Dios le pide a Abraham que se despoje de todo.

Abraham le pide a Sara que diga que es su hermana ante el nuevo pueblo. Sara le gusta al jefe y Dios le dice al rey que vaya a Abraham para que interceda por él porque sino, lo va a matar. Abraham es bendición, fuente de bendición.

Dios le cambia el nombre de Abram a Abraham. La letra he tiene un valor numérico de 5. Los miembros de nuestro cuerpo son 248 (mitzbot). Lo que le faltaba a Abraham eran cinco miembros de su cuerpo: sus dos ojos (le abrió los ojos), los dos oídos (nuevos oídos para escuchar la Palabra) y tu habilidad para procrear será nueva a través de la circuncisión, y en ese momento se hace fértil.

Cuando Abraham iba de un lugar a otro, veía quiénes eran las personas en realidad. Dejó que Dios transformara su vista. Cuando llegaron tres visitantes, con ojos nuevos ve que están frente a él, de parte de Dios. Dejar que Dios nos abra los ojos y los oídos para el espíritu, y así seremos fecundos, por el Espíritu Santo.

Dejar que Dios nos dé vista nueva, oídos nuevos, fecundidad.

Moisés, gran personaje (Éx 3 el llamado de Moisés). El ángel del Señor se le manifestó en forma de llama de fuego (en hebreo: un corazón de fuego), es decir, le encendió el corazón. Todo el trabajo lo hace Dios, nosotros sólo tenemos que decir lo que dijo Moisés: “Heme aquí”.

Dios nos dice: Quiero ser tu padre. Esto mismo viene en Gen 22,1 (Abraham le dijo: Heme aquí); Gen 31,11 (A Jacob: Heme aquí); 1ª Sam 3,4 (Samuel responde: Heme aquí);

Is 6,8 (Yo voy, dice Isaías).

Mitzva: acción redentora, ante ella decir “Heme aquí”.

El Señor le dice a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob”, ¿por qué? ¿Qué había hecho con esos tres? Una alianza. Dios se da un nombre nuevo cada vez.

“Quítate la sandalia” quiere decir: Yo soy un Dios de pactos. Moisés se cubrió el rostro. Dios lo envía al faraón, eso es una mitzvá. Es el momento de actuar. Mar Rojo: levanta tu vara, camina en medio del mar.

Éx 4, 21-23 Yo endureceré el corazón del faraón y no te va a dejar salir. Tuvieron que pasar muchas cosas: 10 plagas. Así el pueblo vio lo que Dios es capaz de hacer por ellos.

Llegan al Sinaí y Dios quiere encontrarse con sus hijos. Moisés prepara el encuentro. “Serán mi propiedad, serán un reino de sacerdotes y una nación santa… linaje escogido”. El Señor se acerca a ti y dice: “Quiero que seas mía”. El pueblo dice: Haremos y escucharemos, fe y acción. Si hubieran visto con ojos espirituales, habrían entrado antes a la Tierra prometida, pero veían con ojos carnales.

Le dicen los del pueblo a Moisés: Habla tú con Dios porque nosotros tenemos miedo, nosotros te escucharemos a ti. Esa es la tragedia, nos da miedo ser amados incondicionalmente por Dios, porque no estamos acostumbrados a ese amor.

Leer encíclica de Benedicto XVI, Spe salvi. Recibir el amor de Dios. “Aquí estoy para que me ames”. Esa es la redención. Entonces llegamos a Geulá.

Como Moisés sabía quién era Dios hace un trabajo de intercesión impresionante (Éx 33, oración de Moisés). Dios le dice: “Yo mismo caminaré contigo”. Este pueblo se encuentra ante la majestad de Dios y ante su pequeñez no puede reconocerlo.

Alef, alfa, Dios es el alfa, el comandante del universo. Aceptar e incorporar a Dios en la situación, en mi corazón, dejar que él entre en mi corazón. Dios se hizo pequeño para que un pueblo que está herido pueda reconocerme, para que pueda ser aceptado, para que pudieran tocar y sentir. Para ser estos católicos con fuego debemos dejarnos amar, transformar. La Virgen dice: “He aquí la esclava del Señor”, dice “Sí, Señor”. Es la nueva Eva. Eva no dijo: “Heme aquí”. La magnificencia de todo el AT se puede sintetizar en María. Tratemos de asimilarlo. Gracias Señor porque te haces pequeño para estar en mí, quieres habitar en lo más profundo de nuestro ser, en nuestra pequeñez. Abre mis ojos y mis oídos. Gracias porque a pesar de nuestro pasado quieres estar con nosotros. Dame hambre de tu Palabra. Danos hambre y sed de Ti.


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