Judía mesiánica habla de: La tragedia de la esclavitud
¿Por qué esclavo? Si Dios te dice: Te quiero como hijo. VERLA:
Emaús Radio Guatemala.
Karen Lorenzo
Conocer la Palabra de Dios te da fuego. Hemos de tener
todos los días un reto. En el judaísmo hay reglas para la alimentación. Se
puede comer la vaca porque es rumiante, y así hemos de hacer con la Escritura,
meditarla, “rumiarla”.
Dios le dijo a Ezequiel: “Hijo de hombre, alimenta tu
vientre con el rollo que te doy y llena con él tus entrañas. Lo comí y fue en
mi boca dulce como la miel” (Ez 3,3). Dios nos dice: Aliméntate con la
Escritura. Es exquisita y hay demasiada riqueza. Con ese pensamiento en mente,
lee la Escritura. Ten a tu lado la Biblia. Queremos que las cosas se nos den
fáciles.
Bendición de Ezequiel: ¿Por qué quieres ser esclavo si yo
te quiero como hijo?
El pueblo de Israel es “pueblo de dura cerviz”, tieso, que
no ve más, es gente testaruda, es necio. Dios lo escoge para que yo pueda
identificarme con él. Pensemos en cuatro situaciones de la vida en que hemos
cambiado. Vamos a tratar de ponerlas en estas cuatro siguientes palabras.
Toda
la Biblia es un ciclo de estas cuatro palabras:
Golah: es
una situación de no redención. Empieza con la desobediencia. Hay aquí algo que
nos hunde y nos lleva a pecar.
Torah: es
instrucción, ley.
Mitzva: hay
613 mitzvot. Una mitzva es un mandamiento, es una acción redentora del pacto.
El mitvza tiene dos cosas importantes: emuná
es fe que mueve a actuar, y tikun, es
una acción que viene de la fe. Parte de la fe pero implica una acción redentora
que pide nuestro esfuerzo.
Geula: la
geulá es la redención.
Leemos en Oseas que Dios dice: Quiero matar a mi pueblo
pero no puedo. Eso nos seduce.
La tragedia de la esclavitud es que no escuchamos.
Génesis 1,1-2: En el principio creó Dios el cielo y la
tierra…
La creación completa es un escenario redentor. El CEC dice
que podemos conocer a Dios en la naturaleza.
Dios pone a Adán y Eva en el paraíso para “redimirlo”.
Nuestro anhelo es la redención, y ese es el anhelo de Dios. Soy un anhelo de
redención de Dios. Me da el libre albedrío y yo puedo escoger.
Gen 3: Viene la primera tragedia. “Se le abrieron los
ojos”. En Mateo se nos dice que hemos de ser como niños para entrar en el Reino
de los Cielos, es decir, tenemos que purificarnos. Pudieron conocer lo que era
malo.
Deuteronomio 32, 10ss: Dios es como un águila que incita a
sus polluelos a volar, les dice: “Ven”, eso es ser como niños. Esa era la
intención de Dios para nosotros. Adán y Eva desobedecieron.
Oseas 11, 1-4: Cuando Israel era niño yo lo amé… Cuanto más
los llamaba tanto más se alejaba de mí… Me inclinaba a él y le daba de comer.
Los niños son 100% dependientes de Dios. Decimos: “Gracias, yo puedo solo”, y
esa es la tragedia.
Génesis 3: Dios llamó
al hombre. En hebreo dice “gimió, clamó”. ¿Dónde estás? Es una pregunta
retórica pues Dios ya sabe donde estaba. Adán pudo pedir perdón y no lo hizo.
Esta es la tragedia de la esclavitud. Yo descubrí que tenía miedo al amor de Dios. Dios está allí, esperando a ser nuestro
padre.
Viene
luego un elemento crucial: El de la Torre
de Babel. Quieren alcanzar a Dios por los propios medios (Génesis 11, 1).
Todos hablaban la misma lengua, deciden hacer una alta cuya cúspide llegue el
cielo, así nos haremos famosos. En hebreo dice: “y hagámonos nosotros mismos un
nombre”. Dios da el nombre, la identidad, pero ahora dicen: No necesitamos que
Tú nos des un nombre, yo me lo doy y viene la falta de identidad de hijos.
Querer ser yo mismo mi propio padre, mi propia madre. Aquí empieza la espiral
en caída del género humano. Este pecado fue contra Dios. En tiempos de Noé el pecado
era contra el cuerpo, ahora es contra Dios.
La paternidad de Dios está presente desde aquí, luego viene
la plenitud con Jesucristo.
“El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá
perdón”, dice Jesús en el Evangelio, es prescindir de Dios.
Dios no nos deja en esa espiral hacia abajo.
Abraham es el padre de la fe. Dio el primer paso sin saber
adónde iba. Génesis 12: leer. “Vete a ti mismo”, le pide introspección, descubre, reconoce quién eres. San
Pablo dice en la 1ª carta a los Corintios 13: “Y entonces conoceremos como
somos conocidos”. Vete de tu tierra, de la casa de tu padre y de tu patria.
¿Qué implicaba viajar? Ir al desierto,
ir de carpa en carpa, disminuye tres cosas: la procreación, el dinero y la
fama. Le pide dejar todo y que reciba una nueva identidad, como Dios lo
conoce. Dios le dice: “Sé tú bendición. Las bendiciones que tengo en mis manos,
las pongo en tus manos”. Y eso es lo que nos dice Dios a cada uno.
Antes de entrar a la tierra prometida tenía que morir la
primera generación. El pueblo tenía una identidad de esclavos. Tenía que
cambiar su identidad para entrar a la tierra prometida.
El profeta Jonás tenía una buena intención porque no quería
comer alimentos impuros, pero Dios le dice en otras palabras: “Renuncia a lo
que tú eres, renuncia a tu pilar y
engrandeceré tu nombre que servirá de bendición”.
No
somos contenedores pasivos del amor de Dios, sino dispensadores activos del
amor de Dios. Recibo el amor de Dios y lo doy, todo lo que
llega a nosotros hay que compartirlo. Dios le pide a Abraham que se despoje de
todo.
Abraham le pide a Sara que diga que es su hermana ante el
nuevo pueblo. Sara le gusta al jefe y Dios le dice al rey que vaya a Abraham
para que interceda por él porque sino, lo va a matar. Abraham es bendición, fuente
de bendición.
Dios le cambia el nombre de Abram a Abraham. La letra he
tiene un valor numérico de 5. Los miembros de nuestro cuerpo son 248 (mitzbot).
Lo que le faltaba a Abraham eran cinco miembros de su cuerpo: sus dos ojos (le
abrió los ojos), los dos oídos (nuevos oídos para escuchar la Palabra) y tu
habilidad para procrear será nueva a través de la circuncisión, y en ese
momento se hace fértil.
Cuando Abraham iba de un lugar a otro, veía quiénes eran
las personas en realidad. Dejó que Dios transformara su vista. Cuando llegaron
tres visitantes, con ojos nuevos ve que están frente a él, de parte de Dios.
Dejar que Dios nos abra los ojos y los oídos para el espíritu, y así seremos
fecundos, por el Espíritu Santo.
Dejar que Dios nos dé vista nueva, oídos nuevos,
fecundidad.
Moisés, gran
personaje (Éx 3 el llamado de Moisés). El ángel del Señor se le manifestó en
forma de llama de fuego (en hebreo: un corazón de fuego), es decir, le encendió
el corazón. Todo el trabajo lo hace Dios, nosotros sólo tenemos que decir lo
que dijo Moisés: “Heme aquí”.
Dios nos dice: Quiero ser tu padre. Esto mismo viene en Gen
22,1 (Abraham le dijo: Heme aquí); Gen 31,11 (A Jacob: Heme aquí); 1ª Sam 3,4
(Samuel responde: Heme aquí);
Is 6,8 (Yo voy,
dice Isaías).
Mitzva: acción redentora, ante ella decir “Heme aquí”.
El Señor le dice a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de
Isaac y Jacob”, ¿por qué? ¿Qué había hecho con esos tres? Una alianza. Dios se
da un nombre nuevo cada vez.
“Quítate la sandalia” quiere decir: Yo soy un Dios de
pactos. Moisés se cubrió el rostro. Dios lo envía al faraón, eso es una mitzvá.
Es el momento de actuar. Mar Rojo: levanta tu vara, camina en medio del mar.
Éx 4, 21-23 Yo endureceré el corazón del faraón y no te va
a dejar salir. Tuvieron que pasar muchas cosas: 10 plagas. Así el pueblo vio lo
que Dios es capaz de hacer por ellos.
Llegan al Sinaí y Dios quiere encontrarse con sus hijos.
Moisés prepara el encuentro. “Serán mi propiedad, serán un reino de sacerdotes
y una nación santa… linaje escogido”. El Señor se acerca a ti y dice: “Quiero
que seas mía”. El pueblo dice: Haremos y escucharemos, fe y acción. Si hubieran
visto con ojos espirituales, habrían entrado antes a la Tierra prometida, pero
veían con ojos carnales.
Le dicen los del pueblo a Moisés: Habla tú con Dios porque
nosotros tenemos miedo, nosotros te escucharemos a ti. Esa es la tragedia, nos
da miedo ser amados incondicionalmente por Dios, porque no estamos
acostumbrados a ese amor.
Leer encíclica de Benedicto XVI, Spe salvi. Recibir el amor
de Dios. “Aquí estoy para que me ames”. Esa es la redención. Entonces llegamos
a Geulá.
Como Moisés sabía quién era Dios hace un trabajo de
intercesión impresionante (Éx 33, oración de Moisés). Dios le dice: “Yo mismo
caminaré contigo”. Este pueblo se encuentra ante la majestad de Dios y ante su
pequeñez no puede reconocerlo.
Alef, alfa, Dios es el alfa, el comandante del universo.
Aceptar e incorporar a Dios en la situación, en mi corazón, dejar que él entre
en mi corazón. Dios se hizo pequeño para que un pueblo que está herido pueda
reconocerme, para que pueda ser aceptado, para que pudieran tocar y sentir.
Para ser estos católicos con fuego debemos dejarnos amar, transformar. La
Virgen dice: “He aquí la esclava del Señor”, dice “Sí, Señor”. Es la nueva Eva.
Eva no dijo: “Heme aquí”. La magnificencia de todo el AT se puede sintetizar en
María. Tratemos de asimilarlo. Gracias Señor porque te haces pequeño para estar
en mí, quieres habitar en lo más profundo de nuestro ser, en nuestra pequeñez.
Abre mis ojos y mis oídos. Gracias porque a pesar de nuestro pasado quieres
estar con nosotros. Dame hambre de tu Palabra. Danos hambre y sed de Ti.
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