La comunicación en la familia
Preguntaba un señor a un experto:
— ¿Cómo le puedo decir a mi hijo lo mucho que lo
quiero?
— ¡Dícelo y ya!
— Me da vergüenza.
– ¡Supérala!
Es un error pensar con el corazón, hay que pensar con
la cabeza y educar el corazón. Un adolescente le dijo a su padre:
— Fulano vive con su novia.
Su padre respondió:
— ¿Por qué
piensas que hace mal?... ¿No estará estropeando su historia de amor?
Las preguntas ayudan a saber razonarle el porqué de
sus principios.
Luego, al hijo varón, sobre todo, hay que enseñarle a expresar lo que siente. La mujer se
entrena a ello desde chiquita.
En su libro ¡Levantaos!
¡Vamos! El Papa Juan Pablo II escribe: “el deseo de santidad se desarrolla
mucho mejor cuando encuentra a su alrededor el clima favorable de una buena
familia. ¡Qué importante es el ambiente familiar! Los santos generan y forman
santos” (p. 96). Y continúa su libro ¡Levantaos!
¡Vamos!: “Los laicos pueden realizar su vocación en el mundo y alcanzar la
santidad no solamente comprometiéndose activamente a favor de los pobres y los
necesitados, sino también animando con espíritu cristiano la sociedad mediante
el cumplimiento de sus deberes profesionales y con el testimonio de una vida
familiar ejemplar. No pienso sólo en los que ocupan puestos de primer plano en
la vida de la sociedad, sino en todos los que saben transformar en oración su
vida cotidiana, poniendo a Cristo en el centro de su actividad. Él será quien
atraiga a todos a sí, “saciando su hambre y sed de justicia” (Mt 5,6).
Para lograr que el amor crezca en una familia, hay que
ensanchar su capacidad y de recibir, y eso, desde que los hijos son pequeños,
sino, les va a costar más su vida de entrega a Dios o su vida matrimonial, pues
todo es dar y recibir. “Dar hasta que duela”, decía Madre Teresa de Calcuta.
Hay que plantear preguntas que hagan pensar a los
hijos, y en la medida en que son adolescentes, que sepan fundamentar su
postura. A muchos adolescentes les encanta argumentar, discutir, ver que pueden
pensar y razonar por sí mismos. Luego está la educación de la voluntad, que
está en dos virtudes básicas: la fortaleza y el autodominio.
Es un error pensar con el corazón, hay que pensar con
la cabeza y educar el corazón. Un adolescente le dijo a su padre:
— Fulano vive con su novia.
Su padre respondió:
— ¿Por qué
piensas que hace mal?... ¿No estará estropeando su historia de amor?
Las preguntas ayudan a saber razonarle el porqué de
sus principios.
Luego, al hijo varón, sobre todo, hay que enseñarle a expresar lo que siente. La mujer se
entrena a ello desde chiquita.
Hoy muchos niños son dictadores. ¿Cómo consigo hijos
fuertes? Lo lograré si hacen lo que tienen que hacer a pesar de que no les
apetezca. Que estudien con o sin ganas, que coman de todo. Que los hijos se
acostumbren a hacer el bien para después saborear los frutos del bien. Es bueno
que se sientan bien si hicieron el bien, y que se sientan mal cuando hicieron
el mal. Eso sí, hemos de acompañarlos y fomentar el encuentro personal con cada
hijo.
Una señora no le da celular a su hijo de 10 años
aunque sus primos y amigos lo tengan, no lo deja tomar videos y subirlos a
YouTube, porque él no logra ver los peligros de ventilar su vida, su imagen,
sus datos, aunque poco a poco lo va comprendiendo.
Edith Stein advierte: Una persona educada es aquella a
la que le sabe bien lo bueno y le sabe mal, lo malo.
Objetivos
en la educación de adolescentes:
- Enseñar a
conocerse
- Enseñar a
reconocer los sentimientos de los demás
- Enseñar a
expresar sus emociones.
Medios:
Juego y cuentos, historias, dramatizaciones, convivencia
familiar, conversaciones personales: ¿qué te pasa?, ¿qué sientes?, ¿cómo ves el
divorcio de tus padres? Facilitarles la comunicación, y que vean que nos
interesamos por lo pequeño y lo grande. Si tú, como padre o madre, no eres
capaz de escuchar las 99 menudencias que te cuentas, no te contarán lo
importante cuando llegue.
El Papa Francisco, en Amoris Laetitia advierte que el peligro es el aburrimiento, para
despejarlo hay que leer buenos libros, tener temas interesantes de conversación.
Al leer se forma la cabeza y también el corazón, depende de qué se lea.
Un especialista europeo,
Jokin de Irala, decía: “La educación sexual sin valores es una invitación a
experimentar. Es un problema serio de educación pública. La educación sexual se
debe integrar con la educación de la afectividad”.
Esta generación tiene que reinventar la orientación
familiar. Hace falta una movilización pues nos estamos jugando el futuro de
nuestra juventud.
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