Ser personas cultas
¿Qué es lo que Dios nos pide? Que nos dejemos amar, que
amemos a los demás y que compartamos lo que tenemos: la formación, el cultivo
de la fe, el amor a la Eucaristía y a la Virgen, etc. Dios siempre se ha
querido valer de otros para hacer su obra.
La verdad de que Cristo vive anima toda nuestra vida.
Podemos decir, como Gabriela Bossis: “Pero no lo veo”, y Jesús nos podría
contestar: “Pues actúa como si me vieras”. Y esto cuando acudimos al oratorio a
hacer nuestra oración ante el Sagrario, a participar en la Santa Misa o en la
Bendición con el Santísimo. Pedir: “Señor, todo el tiempo dime cómo te puedo
amar”.
Estamos en una etapa de confusión donde se da una batalla
espiritual decisiva. Estamos quizás en la batalla más colosal de la historia, y
algunos no se han dado cuenta. Nuestra respuesta es realizar una nueva
evangelización en la ciencia, la cultura, el arte, la vida social, etc.
Quien quiere influir en el presente, tiene que amar el
mundo en que vive. No debe mirar al pasado, con nostalgia y resignación, sino
que ha de adoptar una actitud positiva ante el momento histórico concreto.
Karol Wojtyla era un hombre dispuesto a forjar la historia
a través de la cultura. Se puso como misión organizar una continua resistencia
cultural y pacífica contra el régimen. Con Wojtyla, el régimen nunca sabía qué
venía después. Para Juan Pablo II relajarse, descansar, era ponerse al día en
filosofía. Era un convencido de que la cultura impulsaba la historia.
La tesis contemporánea afirma que los dos motores del
cambio histórico son la política y la economía, pero no es así. San Juan Pablo
II defendió con energía que “la cultura
es el motor que impulsa la historia. El desmoronamiento del comunismo
europeo de 1989-1991 confirmó la posición de que la cultura dirige la historia”
(Weigel, Testigo de Esperanza, p.
1052).
San Juan Pablo II dejó escrito: “El hombre vive una vida
verdaderamente humana gracias a la cultura (...). La cultura es un modo
específico del existir y del ser del hombre (...). La cultura es aquello a
través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, “es” más
(...). La nación existe “por” y “para” la cultura. Y así es ella la gran educadora
de los hombres para que puedan “ser más” en la comunidad” (Memoria e identidad, 108-109).
¿Cómo adquirir cultura? Leyendo a clásicos de la
literatura, viendo buen cine y rodeándose de personas con cultura general. Hay
poco tiempo, pero le podemos dedicar al menos 10 minutos diarios a un buen
libro.
Benedicto XVI comentaba: Lo que más necesitamos en este
momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida,
hagan que Dios sea creíble en este mundo. El testimonio negativo de cristianos
que hablaban de Dios y vivían contra Él, ha obscurecido la imagen de Dios y ha
abierto la puerta a la incredulidad. Necesitamos hombres que tengan la mirada
fija en Dios, aprendiendo ahí la verdadera humanidad (1 IV 2005).
La fe que el Señor espera de mí no es la confianza en la
buena marcha de las cosas. Es la seguridad de que, vayan éstas como vayan, Dios
se servirá de ellas en mi favor, y en favor de quienes me rodean. Dios espera
que me fíe de él, y por eso ponga de mi parte para que las cosas vayan bien.
San Agustín le pedía a Dios, origen de todos los bienes, que le acrecentase la
fe. Le pedía que no permitiera que le negara con los desvaríos de su vida, ni
le ofendiere con la negligencia o la tibieza de su alma. Y llama a la fe
“dulzura y gozo del alma”.
El Señor le dijo a una mujer
que está en proceso de beatificación (Josefa Menéndez): El mundo está lleno
de odio y vive en continuas luchas: un pueblo contra otro, unas naciones contra
otras, y los individuos entre sí, porque el fundamento sólido de la fe ha
desaparecido de la tierra casi por completo. Si la fe se reanima, el mundo
recobrará la paz y reinará la caridad… Déjate convencer por la fe y serás
grande, déjate dominar por la fe y serás libre. Vive según la fe y no morirás eternamente
(18 junio 1923).
San Juan Crisóstomo dice que
la fe nos hace conservar la imagen de Dios que se imprime en el Bautismo,
porque, aunque esta impresión la haga la Sangre de Cristo para que nunca se
borre, es necesario resguardarla en la caja de las buenas obras (Hom 6, 1 In
Joan).
La fe no es creer que yo puedo, la fe es creer que Dios
puede.
La fe no la establece la razón, sino la Sagrada Escritura y
la Tradición.
La fe es la respuesta amorosa al amor de Dios manifestado
en Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito,
para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna” (Ioh 3,
16).
San José nos da ejemplo de fe: no sabía adónde le conducía
Dios, pero le bastaba saber que era el Señor el que le conducía. Hay una
oración que dice: “José bendito tú has sido el árbol elegido por Dios, no para
dar fruto, sino para dar sombra. Fuiste sombra protectora de María y de Jesús.
Tu trabajo me enseña a ser fiel en todas las situaciones. Tuviste el gozo de
Jesús y de María. Ayúdame a florecer aquí, donde Dios me ha plantado”. Que los
demás cuenten con nuestra sombra porque les damos protección y cariño.
Comentarios
Publicar un comentario