Cuento: un enemigo temible
En un reino
lejano había un monarca que necesitaba sentirse poderoso. Le preguntaba a sus
cortesanos:
“¿Soy el más
poderoso?”. Le contestaban:
“El mago es
más poderoso pues puede decir el futuro”.
El rey
sentía celos y temores, así que invitó al mago a un festejo, para dejarle mal. Le
preguntaría si conocía el futuro y si conocía el día de propia su muerte, y una
vez dicha la fecha, lo asesinaría, así se vería su falsedad. Cuando el mago
estaba ya en su presencia, así lo hizo y el mago contestó:
“No me animo
a decírtelo. No puedo precisarlo, pero el mago del reino morirá exactamente un
día antes que el rey”.
El soberano
se quedó en silencio. Se dio cuenta de que se había equivocado pues la pregunta
se volvió en su contra, se sintió mal y se fue a descansar, pero antes dijo:
“Mago,
necesito que pases la noche en palacio pues mañana debo consultarte algunas
cosas”.
Al día
siguiente, el rey le consultó y quedó satisfecho. Le pidió que se quedara otra
noche, pues el rey no quería que se fuera. Vio que las respuestas eran sabias y
le ayudaban. Poco a poco el rey se fue volviendo más justo y más sabio. Dejó de
sentir la necesidad de sentirse poderoso. Empezó a reinar de modo más sabio y
bondadoso. Iba a ver al mago para charlar y compartir. Un día recordó su plan
maléfico y le confesó al mago lo que le oprimía el pecho:
“Te odiaba
porque todos te amaban. Ahora me aterra pensar lo que hubiera perdido si te
hubiera matado”.
El mago lo
miró y le dijo:
“Has tardado
mucho tiempo en decirme esto que yo ya sabía Fue clara para mí tu intención”.
El mago puso
su mano en el hombro del rey y le dijo:
“Yo también
mentí. Inventé esa absurda historia para darte una lección. Vamos por el mundo
odiando y rechazando aspectos de los otros, pero si nos damos tiempo nos
daremos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquello que rechazamos. Nuestras
vidas se han ligado, no nuestras muertes”.
Brindaron
por su amistad. Esa misma noche el mago murió durante el sueño. El rey se
sintió desolado pero había aprendido a desligarse hasta de su permanencia en la
Tierra. Fue un acto para librarlo de los temores. El rey enterró su cuerpo y se
quedó todo el día llorando a su amigo. Esa noche el rey murió, quizás de
casualidad, quizás de dolor, quizás para confirmar la última enseñanza de su
maestro.
La envidia
se cura a través de dos vías: una de ellas es la compasión, sabiendo que todo el mundo tiene sus carencias y sus
sufrimientos. La otra vía es reconocer que lo
nuestro también vale y debemos luchar
por conseguir lo que deseamos.
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