La Cuarta Copa

 


La Cuarta Copa

En una Conferencia titulada “La Cuarta Copa” (The fourth cup), Scott Hahn relata lo siguiente: Cuando yo era protestante me oponía a la devoción a “Virgen y a la Eucaristía. “Adorar un pan es idolatría”, pensaba y repetía lo que oía: que la Misa era un sacrilegio”. A través de la Escritura y de los Padres de la Iglesia descubrí lo que en verdad era la Misa y me asombré. Todavía siendo calvinista un pastor nos planteó lo que dijo el evangelista Juan: “Todo está consumado” (19,30). ¿Qué quiso decir Jesús? Preguntó el conferencista, y dijo a continuación: “Yo no lo sé”. Le dije al final y en privado que eso no se hace, plantear una pregunta de la cual no se sabe la respuesta. El pastor me contestó: “Cuando encuentres la respuesta me la dices”. Me tomó meses resolver esa pregunta. Tuve que estudiar los antecedentes de esa frase y la Pascua judía en el siglo I.

¿Cómo celebraban los judíos la Pascua (Pesaj) en tiempos de Jesús? El rito pascual tenía cuatro partes reflejadas en cuatro copas de vino. La primera copa es llamada kidush (santificación). Se agradece al Eterno haber quitado la esclavitud y empezaba con unas bendiciones, luego pasaban un plato con hierbas amargas para que todos probaran ese platillo. La segunda copa era de juicio, esta parte empezaba con una lectura de Éxodo 12, donde habla de la cena anterior a la salida de Egipto. Rezaban el pequeño Hallel y tomaban la segunda copa. Luego llegaban a la comida del cordero con pan ácimo. Seguía la tercera copa, de redención o bendición; aquí se daba el climax de la comida. Con esta tercera copa, es la primera vez que Jesús usa la expresión “nueva alianza” al consagrar el vino. Luego cantan el Gran Hallel, salmos 114 a 118. Se pasa la 4ª copa, que es la copa de alabanza o consumación. Cristo consagra la 3ª copa, cantan el Gran Hallel pero no toma la 4ª copa, la de consumación. ¿Por qué?

Cuando lees fuentes israelitas comprendes cómo se vivía la Pascua. Cristo y los apóstoles beben la 3ª copa, cantan el Gran Hallel y a continuación se van a Huerto de los Olivos. Marcos 14,25 Jesús dice: Verdaderamente no beberé del fruto de la vid hasta que el Reino venga. Para un judío experto la falta de la 4ª copa parecería un desorden. Este salto es intencional y es importante. ¿Por qué Jesús eligió no beber la 4ª copa?

Mateo narra que Jesús se postró rostro en tierra. En el Huerto de los Olivos reza: Abba, Padre, si es posible, aleja de mí este cáliz de mí, pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (26,39).

Hay que conocer también la narrativa de Juan; él estaba al pie de la Cruz. El Reino de Cristo no es una institución política, cuando es levantado lo es como Rey, este es el lenguaje de San Juan.

Cristo usaba una túnica de lino sin costuras, vestimenta que usaban los sacerdotes al sacrificar animales. Juan sabe que a Cristo no le quebrarían ningún hueso ya que el codero pascual no debía tener ningún hueso roto (Ex 12, 46).

En la cruz, Jesús dice que tiene sed, lo dice deliberadamente para cumplir las Escrituras. Luego le dan vino y hiel, sólo Juan lo recoge. Una vez que toma esa bebida dice: “Todo está consumado”. ¿Qué es lo que está consumado? Lo que empezó en el cenáculo. Así transforma la antigua pascua en la nueva Pascua. Esa probada de vino y hiel es la 4ª copa, que se llama de la consumación. Se consuma la liturgia de la Nueva Alianza. Lo que empezó en el cenáculo, se consuma aquí.

¿Cuándo empezó el Sacrificio de Cristo? ¿Cuándo es flagelado? ¡No! Empieza el Jueves Santo, cuando celebra la Pascua y consagra el pan y el vino en el cenáculo. Simbólicamente Jesús separa su cuerpo y su sangre en la Última Cena para significar su muerte. ¿Cuándo termina la Pascua? Cuando Jesús toma la cuarta copa en la Cruz. Allí termina la transformación de la Pascua antigua en la Pascua de la nueva alianza. La única vez que Jesús usa el término “nueva alianza” es en la consagración del vino en la Última Cena.

Un año antes de la Última Cena, Jesús dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Juan 6,48-51). San Pablo habla de lo mismo en una de sus cartas (1 Cor 11, 23-27).

Una vez que la Pascua ha sido cumplida, tenían que comer del Cordero. Por este medio Dios hace su cuerpo distribuible universalmente a través del Pan eucarístico. La doctrina católica va más lejos, la entera liturgia de la eucaristía se basa en la Pascua. A leer a los doctores de la Iglesia y a los Santos Padres descubrí que, para ellos, la entera liturgia de la eucaristía es la Nueva Pascua. En el Apocalipsis nos introducen a Cristo como el Cordero de Dios, en una liturgia celestial. La Misa se basa en la liturgia del cielo. El celebrante principal es Jesucristo.

¿Cuándo tomamos nosotros la cuarta copa? En el momento de nuestra muerte.

Al descubrir eso pude tener la valentía de asistir a mi primera Misa. Y asistí a Misa. Me impresionó ver que, lo que sucedía, era la liturgia bíblica más antigua. ¡Era tan emocionante! Había oraciones de la antigua Pascua celebrada en tiempos de Jesucristo, en la Misa. ¡Estaba en shock! Esta es la comida familiar de la alianza. “Mi Dios, mi Señor, ¡eres Tú!”. No me podía contener. Llegó la Bendición y no me podía mover. No sabía qué había pasado, pero al día siguiente allí estaba yo. Y lo mismo al día siguiente y al siguiente. Me enamoré de pies a cabeza de la Misa. Entre más conocemos la Pascua veremos que está enraizada en la Biblia, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Recibimos Cuerpo de Cristo glorificado. Cristo no sufre, no sangra. Si nuestro corazón no se rompe es de hielo. Tenemos que conocer bien nuestra fe para poder responder a las preguntas y argumentos que nos ponen.

La Misa vale más que lo que todo el mundo pueda contener. Esto fue lo que me abrió los ojos al misterio de la Eucaristía. Si un sacerdote dijera: “Recibe diez millones de dólares”, cada vez que te da la comunión, la fila sería interminable, ¡pues Jesús vale más que diez millones de dólares!

Pidamos al Señor aumente nuestra fe y perfeccione nuestra caridad. Agradecemos a Dios que nos haya dado a su Hijo y cómo nos ha manifestado su amor a través de una alianza de amor.

En la Misa, en la Eucaristía, tenemos la fuerza para transformarnos, para salir y cambiar el mundo. Demos gracias por la alianza que Dios hizo con nosotros. Pidamos a Dios más gracia, que suavice nuestro corazón, que lo prepare para recibirle. Con su Sangre tenemos un lazo familiar. “Somos pecadores, ignorantes y débiles, pero somos tus hijos, ten piedad de nosotros, muestra tu misericordia para recibir la plenitud de la gracia al recibir a Cristo. Que creamos, entendamos y amemos la verdad que Cristo nos revela y que encarna”. Cada persona necesita sentir la cercanía de Cristo en la santa eucaristía. Que obtengamos la gracia que necesitamos. “Señor: Perdona nuestras ingratitudes. Moriste para hacernos una familia, y ahora vives para santificarnos y hacernos santos ¡que sea!”.

 


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