¿Cómo entender nuestro tiempo?
Las aspiraciones centrales del hombre son la verdad, la
bondad y la belleza. Desde mediados del siglo XX decae el aprecio por la
verdad. También decae el aprecio por la bondad moral, y, sin embargo, se alza,
cada vez más claro, el aprecio por la bondad en el sentido estético, por la
calidad. Es casi el imperio de la forma sobre los contenidos.
“La creación artística es quizás la única actividad humana
que puede consolar algo el no ser Dios -dice Rafael Gómez Pérez-, pero sólo a
unos pocos está reservada la tarea de convertir la propia vida en obra de arte”.
Hay un cambio de sensibilidad: todo está permitido.
La estética sustituye en todo a la ética; pero aunque no se
reconozca a Dios, no se deja de reconocer el mal y a su encarnación, lo “demoníaco”.
De allí esta estética de la ´perversidad que recorre el siglo XX y principios
del XXI. Hay un retorno a los antiguos dioses paganos, sobre todo con los que pueden
provocar emociones fuertes: los de la violencia, la crueldad, el furor sexual.
A esos paraísos artificiales se irá por caminos-límite: el del alcohol o el de
la droga en sus diversas versiones.
La evasión está en el placer y las emociones fuertes para
paliar el dolor. Las emociones fuertes son necesarias para que te saquen del
aburrimiento o del cansancio. En la condición humana siempre habrá dolor.
Cualquier desviación se ve como inocente, porque la inocencia
es un deseo inextinguible.
La crítica literaria ha concentrado sus focos sobre una
vena de creación maldita. Esto se
remonta al Romanticismo. Se trata de decidir si el hombre es una criatura de
Dios o un ser arrojado al mundo con la dotación de su inteligencia solamente.
Para algunos literatos, buscar sentido a la vida no tiene
sentido, porque el hombre es una equivocación. Se “cree” difícilmente en la
bondad del hombre, o en que un personaje pueda ser bueno, sin ser imbécil.
Los temas recurrentes son tres: lo demoníaco, lo violento y
lo sexual. Pero, en el fondo, hay una desesperada nostalgia del bien.
El criterio básico de la moral es lo útil, entendido como
lo que produce satisfacciones de todo tipo.
Se dan costumbres corrosivas. ¿Qué corroen? Comportamientos
positivos como la fidelidad, la sobriedad, la solidaridad, el respeto a la
verdad, el sentido del sacrificio, etc.
En el marxismo las identidades son colectivas: Lo que me
constituye, dicen, es pertenecer a un
grupo, más que ser alguien. El
que manda es el grupo, el colectivo (o la moda). La verdad es que la libertad
está en ser alguien, no en pertenecer a un grupo, pero aquí falta espíritu crítico
en esas personas.
Se quiere todo menos sufrir, hay búsqueda de recompensas.
Es el código del hedonismo y del utilitarismo.
El animalismo piensa que los hombres son sólo animales;
esta corriente de moda dice que somos animales evolucionados.
Por moralidad hay quienes entienden que, en la historia de
las especies biológicas, el hombre se dio cuenta de que, si tenía normas
morales iba a venir un beneficio para toda la especie. Entonces ven la
moralidad como una adaptación evolutiva. Según esto, la moralidad nos tiene que
llevar a estar bien. “Yo creo que obro bien cuando me siento bien”. Aquí asumir
el dolor es un gran problema.
Con estas ideas el hombre no es feliz porque su naturaleza
está abierta a lo grande, a la trascendencia a lo divino, no a lo demoníaco.
Ser persona es ser relación, es tener la capacidad de amar a Dios y a los
demás, limpiamente. Adán y Eva tenían armonía plena y dominio sobre la creación,
pero perdieron la amistad con Dios al romper el único mandamiento de no tonar
la fruta del árbol del bien y del mal. Quieren ser como Dios, decidir qué está
bien y qué está mal. Quieren ser felices sin Dios. La sociedad piensa que Dios
es prescindible. Crecen los problemas sin Él, porque una sociedad enchamucada no funciona. Sion Él no
podemos hacer nada, y eso, no lo acabamos de entender.
El enemigo quiere ser el centro de nuestra vida, quiere que
vivamos en el rencor, en la envidia, en la tristeza, quiere que no perdonemos.
Perdonar es un acto unilateral, es una decisión de la voluntad, por la que
decido no odiar, no vengarme, con la ayuda de Dios. La caridad es querer el
bien para alguien. Quiero que una persona se arrepienta, tomo la decisión y le
facilito a Dios que toque su corazón y la convierta. Sin nuestra colaboración,
Dios no puede hacer nada. Es Omnipotente en todo menos en una cosa, en
violentar nuestra voluntad. Para el hombre de principios sólidos Dios es el
último eje de referencia.
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