El miedo a educar
Antes,
los padres de familia educaban, con mayor o menor acierto, pero educaban.
Podemos decir que en la actualidad existen muchos casos de miedo a ejercer el
mando; ese temor en padres desorientados, es un fenómeno relativamente
reciente. Y ese miedo tiene una estrecha relación con el deseo de no sufrir por
un lado, y con la falta de información por otro. Expliquemos esto: existe un
miedo generalizado al sufrimiento propio y ajeno -fruto quizá del afán de
placer que nos invade-; así va ganando terreno una política de concesiones y de
claudicaciones en la educación de los menores.
El
miedo también se da en los padres por falta de información: no se sabe qué
hacen los hijos en el tiempo libre o cuando no se está con ellos, y no se sabe
qué se debe hacer en un mundo en constante transformación.
A ese
temor a ejercer la autoridad pueden haber contribuido las telenovelas, donde
con frecuencia el tema se centra en los reproches de los hijos a los padres;
les culpan de sus fallos o fracasos aludiendo a errores que los padres han
cometido en su educación, y no reconocen que buena parte del mal procede del
propio corazón.
Ya
Séneca señalaba: “¿No ves que es distinta la forma de amar de los padres y de
las madres? Los padres despiertan temprano a los hijos para que se pongan a
estudiar, no les permiten que estén ociosos y hacen que les corra el sudor y a
veces también las lágrimas. En cambio las madres los arrullan en su regazo, los
tienen cerca de ellas y evitan darles disgustos, hacerlos llorar y que se
cansen” (De Providentia, 2,5).
La
autoridad, correctamente entendida, es acrecentar las capacidades del otro, es
tirar del otro hacia arriba. La mejor manera de lograrlo es dando ejemplo.. Si
los hijos te ven como un dios, va a llegar un momento en que vas a caer del
pedestal.
"Si
una opción desafortunada significa una cierta desdicha -dice José María
Cabodevilla-, no hay mayor desdicha para un ser humano que haberse habituado a
que se lo den todo elegido".
Por
otra parte existe una sobreestimación exagerada de las frustraciones
infantiles. Por miedo a que el niño se
traume se le evitan esfuerzos, sufrimientos y obstáculos, que forjen su
carácter. Más adelante la vida por si misma se los presenta, no saben
enfrentarse con ellos... y es entonces cuando en verdad corren el peligro de
traumarse.
Lo
normal es que en la vida humana haya dolor; cuando a un chico se le protege en
exceso, es difícil que sea maduro y que se valga por sí mismo.
Aristóteles
dice que el hombre feliz actuará conforme a la virtud y llevará los cambios de
fortuna con sumo decoro. Escribe: "se difunde el resplandor de la
hermosura moral cuando un hombre lleva con serenidad muchos y grandes
infortunios, no por insensibilidad al dolor, sino porque es bien nacido y
magnánimo".
La
autoridad es tema clave en educación; el problema radica en que muchos
dirigentes no tienen suficiente personalidad y en muchas ocasiones poseen una
idea equivocada de la autoridad.
Muchas
personas no son educadas para dominarse a sí mismas. Otras, se inclinan a la
obediencia por la obediencia, sin razonar el sentido de lo que mandan. Se ha
considerado como meta "doblegar la voluntad" más que conocerla e
impulsarla con la confianza y la cooperación.
Quizá
el resultado más valioso de toda educación sea la capacidad para obligarse uno
mismo a hacer lo que tiene que hacer y cuando debe hacerse, le guste o no. En
vez de ofrecer una vida fácil al hijo, conviene capacitarle para una vida dura
y áspera. Hay que iniciarlo, sin miramientos de falsa compasión, en los
esfuerzos que probablemente tendrá que desarrollar un día. Es menester, sin
embargo, guardarse de presentarle ya en su primera edad una perspectiva tan
sombría que un corazón aún flaco y primerizo es incapaz de soportar.
Anticiparle los contactos con la injusticia del mundo puede desalentar, ya sin
remedio, a quien todavía necesita creer en la bondad y la belleza, a quien no
tiene aún fuerzas para dar una respuesta combativa y animosa.
Mientras
la conducta de los jóvenes se encuentra en estado plástico, es necesario que
adquieran buenos hábitos: cada pequeño acto, vicioso o virtuoso, deja cicatriz
en ellos.
AUTORIDAD
y PRESTIGIO
Los
padres tienen autoridad por el hecho de ser padres; pero la autoridad se
mantiene, se pierde o se recobra por el modo de comportarse. No será real si
falta prestigio.
La
palabra "prestigio" puede resultar ambigua. No es lo mismo el
prestigio de un deportista, de un profesor o de un padre de familia. ¿Cómo se
tiene prestigio con los hijos? por el modo de ser, esto es: por el buen humor,
la serenidad y la naturalidad. Hay diferentes estilos de buen humor, pero todos
se apoyan en el optimismo y en saber esperar, que se concreta en decir: confío
en que podrás, espero cosas buenas de la bondad de tu corazón.
El
optimismo, la serenidad y la confianza aseguran las mejores condiciones para'
actuar con firmeza y con flexibilidad, con suavidad y con fortaleza: SUA VITER
ET FORTITER, como decían los antiguos romanos.
La
palabra autoridad deriva de auctoritas,
que significa la fuerza que sirve para sostener y acrecentar; auctor es el que sostiene una cosa y la
desarrolla. La palabra autoridad ha conservado las significaciones clásicas de
crédito, garantía, poder y prestigio.
Tienen
prestigio los padres que son muy comprensivos y muy flexibles, pero que a la
vez son capaces de mantener en lo sustantivo una línea de actuación, sin dar
bandazos, graduando la exigencia según las circunstancias, sin dejar nunca de
exigir y de exigirse a sí mismos la mejora.
Desprestigian
la solemnidad y el dramatismo, el echar en cara, el lamentarse, los juicios
temerarios y el mal humor.
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