Conócete a ti mismo
Es un gran reto lograr el propio conocimiento, pero es
necesario ya que ayuda a comprenderse y a comprender a los demás. La caridad
más que en dar está en comprender. Los prejuicios son muros que impiden
comprender. Para hablar de la comprensión hay que partir de que difícilmente
puede comprender quien no se comprende a sí mismo. Para ello es necesario no
rechazar el realismo: incluirnos en nuestra realidad natural, social y
ontológica, que es tb nuestra realidad espiritual. Lo que nos hace ser lo que
somos es la filiación divina, nuestro creador es nuestro Padre Dios.
Comprender nuestro cuerpo y nuestra mente, nuestra edad y
el paso del tiempo, la cultura en que vivimos; nuestra familia, nuestra lengua,
entornos que no hemos elegido pero que tenemos obligación de comprender, porque
eso da frutos si elegimos adecuadamente.
Empezar por el auto conocimiento, por la comprensión
nuestra. Nunca acabamos de conocernos, además, sufrimos cambios. El ejercicio
de conocernos a nosotros mismos, de comprensión, debe ser un ejercicio
constante.
José Maciá dice que necesitamos un mínimo de cultura y un mínimo de hábito de introspección. La cultura nos
ayuda a pensar, a profundizar en nuestro ser. El manejo del lenguaje nos ayuda
a expresar lo que somos. Además, hemos de tener paciencia, la madurez va con el
tiempo. Si no estamos contentos con nosotros mismos, hemos de tener paciencia.
Si tenemos empeño llegaremos a conocernos suficientemente bien y alcanzaremos
la comprensión. Recordemos que nuestras elecciones nos cambian. Para ello
necesitamos tener la mente abierta.
Dios nos ha creados como lo que somos, no como seres
completos y maduros. Nuestro ser es un caminar. Cuando nos veos distintos a los
demás reconocemos que les ha pasado lo mismo. Apreciamos que hay allí dos
amores distintos. Todo acto de amor es único. Somos irrepetibles en la mente de
Dios, y esto forma parte también del realismo que demandábamos antes. Hay dos
palabras y después otras dos que explican lo que queremos decir: “Darse cuenta”
de dónde estamos, quiénes somos, dónde vamos. Y “hacerse cargo” de las
circunstancias, tomar en consideración las situaciones para comprender. Así
seres capaces de comprendernos a nosotros mismos y de comprender a los demás.
Conocer a alguien es descubrir un tesoro inesperado, una diferencia única. No
conoce quien no comprende, quien no se da cuenta, quien no se hace cargo.
Conocer es com prender.
Si somos seres sociales, necesitamos comprender. La
sociedad necesita que nos entendamos. Hay cuatro requisitos en los que nos
podemos detener para comprenderse. El primero
es el esfuerzo para abrir la mente, para no encapsular en los demás en moldes
prefabricados y dejar de lado los prejuicios. El afán de poder, la soberbia,
tiende al prejuicio. Este esfuerzo siempre ha de estar presente. En segundo lugar respeto, que es la
paciencia en el encuentro. No nos apresuremos, seamos respetuosos. En tercer lugar, la valoración, que
valoremos a los demás, es la magnanimidad en el recuerdo. Cuando tengamos una
mala experiencia de alguien, tratemos de superarlo enseguida, que no guardemos
esas malas impresiones, que demos a la gente la oportunidad de cambiar y
también a nosotros. En cuarto lugar,
la liberalidad, para aceptar el cambio nuestro y ajeno. No etiquetar a la
gente, las personas cambian, maduran, mejoran en algunas cosas o empeoran en
otras. No somos quien para juzgar. La comprensión siempre hay que tenerlo como
un objetivo.
Cultura, paciencia y empeño, esfuerzo, respeto, valoración
y liberalidad. No somos dioses que saben lo que pasa en los demás, lo ideal es
que comprendamos cada día un poco más, y en la medida que comprendemos, perdonaremos.
Los demás son hijos de Dios y hermanos nuestros, por tanto, rodará el perdón.
Al Espíritu Santo le pediremos ayuda para comprender y le daremos gracias por
las luces recibidas. Que así sea.
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