Descansar en Dios

 


El mundo pertenece a quienes descansan en Dios. Felices los manos porque poseerán la tierra. En tus manos, Señor, está mi tiempo, mis estaciones. Al orar descansamos en Dios. A veces estamos tan cansados que no sabemos qué decir a Dios. Un chico estaba cansado y le dijo al Señor, perdóname que no te he dicho nada, y el Señor le contestó: “No es necesario que me digas nada, basta con que estés allí”.

Descansar en Dios y que Él descanse en nosotros. También, ser un descanso para Dios, una pausa para Dios. Un muchacho, que también estaba superado, cansado, le decía a Jesús: “Y Tú, ¿qué tal?”. En una pausa en el trabajo, también podemos darle esa pausa al Señor.

En el libro del Génesis, hay una línea magnífica: después del diluvio, Noé hace salir una paloma varias veces, y llega un momento que la paloma ya no vuelve. Al salir del arca, lo primero que Noé hace es ofrecer un sacrificio, un rato de oración. Y allí está la línea: “Dios se acercó al sacrificio y olió el aroma, la fragancia agradable del descanso”.

¿De qué sirve la oración? No sirve para nada y sirve para todo. Estoy allí, me quedo allí, renuncio a hacer y elijo estar. Estoy allí porque nos queremos. ¿De qué sirve pasar un rato con quienes quieres? No sirve para nada, pero si no estás allí, no es verdad que los quieres.

La oración no es trabajo, es descanso. Dios nos espera día y noche. No dejes un solo día sin descansar en Dios, y sin que Él descanse en ti, para que huela la agradable fragancia del descanso.

Cfr. Diez minutos con Jesús.


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