Conversación con un taxista rebelde

 


Un lunes, Rebe fue al Hospital de la Salud (SLP, SLP) a pagar una deuda de una consulta, ya que el viernes se le olvidó el dinero. Se fue en camión y regresó en taxi. Ya arriba del coche, le propuso al taxista rezar el Rosario pero dijo que eso no iba con él, que él sólo rezaba tres Padrenuestros en la mañana. Al rato pasó una chica y les dio propaganda de un cabaret de mala fama. Rebe le dijo: “Hay que rezar un Padrenuestro por esa chica”. El taxista respondió: “¡Ah no! ¡Con lo que tengo yo que rezar por lo mío”. Rebe le dijo: “Usted reza por lo que quiera y yo por esa chica”. Luego sugirió Rebe: “Vamos a rezar por Peña Nieto, para que se convierta…, ahora por AMLO, ahora por el Papa, por los sacerdotes, por el que más lo necesite, por los niños de la calle, por los enfermos, por los deseperados, por su familia y por la mía…”. Y así rezamos sin parar Padres nuestros y Avemarías hasta llegar a nuestro destino. Al llegar comentó: “Si le contara lo que traigo, pero no tiene tiempo”. Luego decidió contarme el problema que tenía con su hijo de trece años, el número uno de su clase pero con un problema muy particular. Le dijo que necesitaba visitar a la Virgen en su santuario, confesar y comulgar, y acompañar a su hijo a la preparación para su Primera Comunión. No podemos vivir al margen de Dios, somos personas necesitadas, y hay heridas que sólo Jesucristo y su Iglesia pueden curar, y su hijo se va a curar –y también usted- si acuden a un sacerdote”. El dijo varias veces: “Dios me la mandó”, y se retiró muy conmovido. Le comenté: “Lo encomendaré en la Santa Misa”.

 


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