Anímate a leer libros clásicos
Bruno
Le Maine, ministro de Finanzas de Francia, dice que la lectura es un placer
inmenso que va a abrir nuestra imaginación, que nos va a permitir abrirnos a
mundos radicalmente nuevos, que nos permitirá saber quiénes somos, que va a
poner palabras a aquello que sentimos, y que ni siquiera sabemos sobre
nosotros. Y una persona totalmente desconocida, nos susurra al oído cosas que
nunca habríamos comprendido sobre nosotros, si no lo hubiéramos leído en el
silencio de la lectura. Aprendemos más sobre el deseo de aventuras leyendo a
Robinson Crusoe que yéndonos de viaje. Con Marcel Proust se aprende mucho sobre
los sentimientos y ponerles palabras. Su libro más famoso es En busca del tiempo perdido. Y esas
palabras nos van a calmar porque comprenderemos que muchos los experimentan y
somos parte de una comunidad que siente las mismas cosas, y que no estamos
solos. La lectura es una actividad solitaria que abre al resto del mundo. Estamos
solos, pero nunca estamos más cerca de los demás que cuando leemos un libro. Esa
es la singularidad de la lectura. Es una actividad solitaria que nos abre al
resto del mundo. Y este ministro aconseja a los jóvenes alejarse de las pantallas.
Las pantallas te devoran, la lectura te alimenta. Esa es la diferencia. Las
pantallas te vacían, los libros te llenan. Está claro que es un combate, porque
las pantallas son lo fácil, captan la atención. Saben darte estímulos cada 5
segundos, cada 10 segundos, que obligan a seguir pegados a la pantalla. Eso no
ayuda a desarrollar la libertad. La lectura es un arma de libertad. Muchas
veces las pantallas pueden convertirse en instrumento de sometimiento, no me
refiero al cine. Las pantallas nos pueden someter en el consumo, en el
comportamiento, en las prácticas, en los gestos para orientar nuestros
pensamientos, para formatearnos. La literatura nos da libertad. Las palabras nos
dan libertad para construirnos y para ser quienes somos. Cada uno de nosotros
es único. La literatura y los libros nos permiten descubrir hasta qué punto
somos únicos. Cada persona es única, y es la literatura la que nos lo enseña.
Un educador de nuestro
tiempo recomendaba a los adolescentes que leyeran buenas novelas sobre el amor, de ese modo adquieren experiencia de cómo se
puede conocer al verdadero amor del falso. Una chica que ha leído 40 historias
de amor, tiene ya 40 experiencias, riqueza que no dan las telenovelas. Si
advierte que un joven piensa que ama a una joven, pero en realidad lo que
siente es mero afán de poseerla, ve
que se entrega a un vértigo que la
arrastra hacia la destrucción. Esa penosa historia la alecciona para el futuro.
Se ha dicho que la
literatura es como un espejo que el hombre levanta ante sí y le ayuda a
conocerse. En efecto, las grandes obras de la literatura universal proporcionan
un profundo conocimiento del alma humana.
Los grandes genios del arte literario son aquellos que han acertado a contar el
drama que acontece en el corazón del hombre de todos los tiempos: el amor y el
dolor, la miseria y la grandeza y la lucha del corazón.
Quien lee una obra
literaria de calidad, se sumerge en su proceso, lo vive como algo propio, como
una trama de experiencias constructivas o destructivas que pueden muy bien ser,
un día, sus propias experiencias. El lector ve los procesos que puede seguir en
su vida. Esta forma de lectura nos enseña a
prever, que es la tarea primordial de la formación ética.
En los libros
aprendemos a transmitir conocimientos, a compartir experiencias. En particular,
los grandes libros ayudan a comprender con mayor profundidad el alma humana.
La
lectura no sólo proporciona información, sino que crea hábitos de reflexión,
análisis, esfuerzo y concentración, aumenta el vocabulario y mejora la
expresión oral y escrita.
Tampoco se trata de probar todas las novedades que se producen en literatura,
historia… Se trata de ser selectivos. Hay libros que atacan la fe y la moral. Decía el Crisóstomo: "entregadlo todo antes que la fe, aun cuando
fuera menester perder las riquezas, el cuerpo, la vida misma. La fe es la
cabeza y la raíz. Si ésa se conserva indemne, aun cuando todo lo pierdas, todo
lo recuperarás más espléndidamente" (San Juan Crisóstomo, In Matth.homiliae, 33, 2).
Por muchas razones los
libros ocupan un lugar fundamental en la vida cultural de los hombres. Los
argumentos, historias, ejemplos y metáforas que aprendemos en los libros llenan
de razones y de palabras nuestro andar diario.
Si algo identifica y une a los jóvenes de hoy
es la música y la pereza mental.
Lucen anestesiados, aburridos (el aburrimiento fue una de las causas
de la 1ª Guerra Mundial).
Leer es la forma de rebelión más eficaz en los
tiempos que corren.
Mantener a la gente en la ignorancia es un mal negocio para la sociedad
pero buen negocio para los hombres del poder. Por ello el auge alcohol y la
droga.
Tenemos una sociedad anegada por la industria
del entretenimiento.
Vivimos una cultura de masas, con una educación más pragmática que reflexiva. Mediante
la lectura podríamos cambiar muchas vidas y muchos modelos de vida.
El encuentro con un libro supone para millones de personas
el umbral de entrada al mundo de la verdad, de la belleza y de la libertad. Cada uno es responsable de cómo alimenta su
inteligencia: lecturas, películas, programas de radio o TV, escenas de
Internet, tipo de música, etc.
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