Enojos, enfados, ira
Séneca dice que la ira es
un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que en
cualquier cosa en la que se vierte. Y, efectivamente, la ira es un verdadero
veneno para la convivencia. Si un esposo y su mujer se enfadan con frecuencia,
hacen la relación tan dolorosa y tediosa que acaban por romperla.
La experiencia del enojo
es universal. Si el enojo se une a la razón puede ser más tolerable; pero la
mayoría de las veces el enojo está encaminado hacia la ira. ¡Y a veces explota!
Esto tiene efectos devastadores en cualquier relación. Es importante que la
gente se dé cuenta que la ira y los arrebatos de enojo no conducen a nada
bueno. A pesar de que el sentimiento de ira es natural, debemos controlarlo y
darle un cauce más sano. No debemos reprender al alumno, al hijo o al cónyuge,
cuando hay ira, hay que esperar a calmarnos y tomar las cosas serenamente y sin
perder los estribos.
A veces nos enojamos por
cosas sin importancia que, con un poco de elegancia de espíritu, podríamos
pasar por alto y callar. Otras veces se puede usar el buen humor, pero no la
ironía, que muchas veces podría ser el DDT de una relación.
Alfonsó Aguiló escribe
que alguno podrá decir:
—Pero el enfado no tiene por qué ser malo siempre.
Por supuesto.
Se trata de alcanzar ese equilibrio que proponía Aristóteles cuando decía:
Cualquiera puede enfadarse, pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado
adecuado, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto,
eso, no resulta tan sencillo. A veces convendrá exteriorizar nuestra
indignación para remarcar una actitud de reprobación que consideramos
conveniente mostrar, pero otras veces –quizá las más– el problema es que el enfado
puede escapar a nuestro control. Como escribió Benjamín Franklin, siempre
tendremos razones para estar enfadados, pero esas razones rara vez serán
buenas.
—De todas formas, a veces será mejor descargar el enfado que quedárselo
dentro.
A veces sí,
pero es dudoso que esa terapia sea eficaz de modo general. Es verdad que hay
excepciones, y a veces resulta necesario expresar con rotundidad nuestra
indignación, e incluso puede resultar sumamente pedagógico (por ejemplo, para
restaurar la autoridad, o para mostrar la gravedad de una situación); sin
embargo, dada la naturaleza altamente inflamable de la ira. Las más de las
veces, descargar el enfado nos lleva a decir y hacer cosas de las que nos
habremos arrepentido al poco tiempo. En los momentos de enfado se piensan, se
dicen y se hacen cosas que producen heridas que a veces no tienen arreglo, o al
menos tienen un arreglo difícil. Por eso dicen que “el silencio es oro”.
Lo más
oportuno será conocer más acerca de la comunicación asertiva. ¿Y eso qué es?
Tener aciertos al comunicarnos con los demás. Juzgar y generalizar son actitudes
propias de la agresividad; hay que tener cuidado de no caer en ellas.
La comunicación asertiva es el
equilibrio entre la agresividad y la pasividad; se centra en expresar nuestras
necesidades de modo respetuoso, esto
nos permite establecer límites sanos,
lo que lleva a construir relaciones más sólidas y sanas. Se trata de no querer
imponer el propio punto de vista, sino de escuchar por qué el otro piensa así.
Decir; “Yo pienso que esto no es así, pero dime ¿cómo lo ves tú Quiero
entenderte, ¿por qué piensas así?”. Cuando la gente se siente escuchada, se
desarma, y es más fácil conversar, y negociar para que los dos ganemos
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