Mis decisiones me configuran
Lo que más me forma son mis decisiones. Lo que forma no es
tanto hacer, sino querer (Vivi). Tengo opciones y convicciones y con ellas me
puedo mover con coherencia, esto es, con unidad de vida.
Expongo algunas acciones para saberse y ser libres:
Tener el corazón libre; buscar que esté en Dios; tener el
corazón limpio.
Cuidar lo que me hace dueño de mí mismo; soy dueño de mi
tiempo, de mis decisiones diarias, de lo que veo y leo.
La libertad lleva consigo la responsabilidad de mis
decisiones y de mis actos. ¿Cómo me divierto? ¿Son sanas mis diversiones para
mí y para los demás? Si me emborracho y conduzco un auto, soy responsable de mi
vida y de las vidas ajenas que puedo atropellar (será un accidente no
voluntario del todo, pero la decisión estuvo en dejar que se me pasaran las
copas).
La vida es maravillosa, tiene penas y alegrías y eso es lo
normal. No estoy en el paraíso terrenal. Me hace libre ser como soy –un hombre
libre y responsable-, vivir la sencillez.
Hablar cada día con Dios me vuelve más libre. Ello me lleva
a reconocer que nada soy sin el Creador, que soy nada; y sin embargo Él me ama
con locura, como no imagino.
Podemos tener una “libertad inteligente” si amamos ser
seres que piensan, que razonan y que tienen también la luz de la fe. Si una
persona quiere hacer lo mejor, querrá la Voluntad de Dios. ¿Cómo conocerla? En la
oración mental. En la conversación personal con Dios, pedir: “Padre Eterno,
¿qué quieres de mí? Házmelo saber y con gusto lo haré, porque eso es lo que me
va a hacer feliz en esta tierra y felicísimo en el Cielo”.
Dios está en lo perfecto y en lo imperfecto. Si hacemos
oración nos vamos liberando de nosotros mismos. Luego, saberse hijos de Dios
conduce a una gran libertad interior.
Hay un personaje en la Biblia que muestra las alegrías y
los sinsabores de la vida, y es José, el hijo de Jacob. Prueba el amor
preferencial de su padre, el cariño de su madre y la envidia de sus hermanos.
Lo cual lo va forjando. Sus hermanos lo venden como esclavo. Llega a Egipto y
trata de hacer las cosas bien. Poco a poco es apreciado por sus jefes, pero el
deseo de una mujer –la esposa de Putifar- lo envía a la cárcel injustamente. En
la cárcel se gana el respeto del carcelero y de los prisioneros por la actitud
que mantiene. Finalmente es liberado de la cárcel y puesto como el segundo
hombre del Reino porque Dios le manifiesta la interpretación de los sueños del
faraón en turno. Siempre trata de actuar cara a Dios, conforme a lo que sabe
que agrada a Dios, por ello se mantiene libre en medio de las vicisitudes –alternancia
de sucesos prósperos y adversos- de la vida.
Esta historia antigua muestra también que la primera libertad que hay que
buscar es la de estar libre de pecado para luego buscar la verdad por amor a la
verdad, no una verdad que se acomode a un estilo de vida inmoral.
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