Sois Caín, y no os dais cuenta

 


https://youtu.be/he43pRswNi0

Mundo Católico

Jesús Ausocúa explica que nuestro corazón se ha de convertir de un corazón de piedra, a un corazón de carne, que sufra por el dolor del prójimo, que se duela de todo y tenga compasión ante el más débil o vulnerable. Causamos daño al prójimo cuando hablamos mal de él o cuando mentimos. La calumnia mata la honorabilidad de la persona. Sin el conocimiento de sí mismo no vamos a caer en cuenta de que tenemos miserias que se han de trabajar. Las tenemos todos sin exclusión, y las hemos de conocer.

Los niños no conocen la barbarie humana y algunos se las están dando a conocer. La separación entre la Voluntad Divina y la humana es la causa del mal en el mundo. El Señor nos pregunta: ¿Cuántas veces has agredido verbalmente a alguien? ¿Has abandonado a alguien en su soledad? ¿Has defendido a alguna persona que es calumniada? ¿Te has negado a perdonar? ¿Has defendido a la familia? ¿Le has ofrecido a Dios lo mejor de tu cosecha, estudio o trabajo?

El Señor nos dice aquí que no somos conscientes de que somos Caín diariamente, porque estamos matando con el comportamiento y con la omisión, y tú estás convencido de que no has hecho nada malo. Se puede matar de muchas maneras, por ejemplo, hablando mal de alguien. ¡Cuidado con la maldición! Con el decir mal de alguien. O con acudir a adivinos. El día está repleto de cosas que no deberíamos de hacer o que no deberíamos omitir.

Si dedicamos tiempo a los demás, empezamos a generar esperanza. ¡Qué importante es atender a las personas!, el tiempo lo atesoramos para nosotros. Estamos teniendo comportamientos de ingratitud con Dios y con los demás. No valorar los amigos que tengo, la salud, el agua, el aire, el alimento, etc. ¡Qué mala es la rebeldía! Es compartir algo con el Enemigo.

Vamos a ir a la piedra angular. Vamos a liberarnos del propio ego, que nos tiene sumidos en la barbarie, que nos impide levantar los ojos al Cielo. El mayor regalo que Dios nos puede hacer es que nos conozcamos a nosotros mismos, conocer lo que tenemos que cambiar. Es la piedra angular para permitirle a Dios unirse a nosotros. Hay que limpiar nuestro interior. Dios pide misericordia porque cada pecado nuestro le hace sufrir, Él padece nuestros pecados y las consecuencias de nuestros pecados. El conocimiento de sí mismo vacía el alma de sí misma y la llena de Dios. Cuando el alma se sabe un vaso frágil, el Señor puede empezar a obrar. Cuando amo a Dios como Él quiere ser amado, ¿Y cómo quiere ser amado?  Con su mismo Amor. A veces no conocemos cosas de nosotros mismos.

Cuando Dios creó todo, lo hizo con amor, en todo está el amor de Dios. Si observamos un árbol y encontramos en él el amor de Dios, se lo decimos, y así amamos a Dios como Él quiere ser amado.

Si reconozco que estoy infectado por mis miserias, Dios nos empieza a ayudar, si se lo permitimos. El amor de Dios está en todas las cosas creadas, hay que reconocerlo en ellas. Ese amor es para mí. Hay que empezar a reconocerle en todo: en el sol, en el viento, en el agua, en las estrellas, en las plantas, en los animales, en los talentos de los seres humanos. En todo está ese Amor de Dios. “Con tu mismo amor te halago, te adoro, te doy gracias”. Así Dios empieza a clarear el alma. ¿Qué tengo que asumir para cambiar? La rebeldía, la soberbia, el egoísmo. Debo vaciarme de mí mismo, y tomar el amor de la creación.

El martirio de la atención es el martirio de los martirios. Acostumbrarme a ver el amor de Dios en todo, así dejo de pensar en qué me hicieron hoy, o en que voy a hacer mañana, así estoy viviendo en presencia de Dios. Dios nos ha creado para vivir en unidad con nosotros. Cuando tomamos el amor de Dios en cada cosa creada, empezamos a ver el entorno de otro modo. Su amor se encuentra en todos lados, pero a veces no lo veo así, porque la voluntad humana no se desplaza. Se trata de espiritualizar todo y de vivir en unidad con Él. Así, tengo en mente al Amado todo el día. Eso es enamorarse de Dios: El Amado ama al que lo ama; cuando me acuerdo de Él, Él se siente amado, y ama al que lo ama. Si uno ama y no es correspondido, no se puede producir el amor. Con nosotros está el Nombre del Señor, y no lo conocemos. El Señor está en mí, si estoy en gracia. Hay que agradecerle el amor que ha puesto en cada fruta y verdura, en cada alimento, en cada piedra. La gratitud a Dios debe de ser continua, porque me da todo, así puedo tener la atención continua en Dios. Digámosle: “Hagamos este trabajo o este paseo juntos”.

¿Cuántos comportamientos diarios son cainitas? Hay que observarnos, para pasar del conocimiento a la experiencia. La falta de luz es falta de amor. Nos falta amor de donación, amor que hace las cosas sin interés.

Lo que el Señor busca en el hombre es que éste busque la Voluntad divina, que sea su entretenimiento. Una forma muy sencilla de vivir en la Divina Voluntad es amar a los demás. Cada persona es un don, aunque tenga muchos defectos. El Señor nos dice: “No seas Caín”.


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