Purgatorio
Yo quisiera
rescatar, en este mes de noviembre, tres palabras de consuelo y de esperanza.
Son palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón.
La
primera de ellas es
"purgatorio". Cuando yo la pronuncio, viene a mi imaginación el
retablillo de ánimas de mi Parroquia. Estaba casi siempre colocado en un muro
lateral, a la derecha del presbiterio. En un bajorrelieve de madera
policromada, aparecen representados muchos personajes anónimos sumergidos en un
mar de llamas. Algunos de estos personajes llevan en sus cabezas insignias que
los identifican como papas u obispos, como clérigos o religiosos. Otros no portan
ningún distintivo especial. Hay hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. En medio
de las llamas, su gesto no denota desesperación, sino piadoso recogimiento, con
las palmas de las manos unidas sobre el pecho, como si balbuciesen una plegaria
interior. Yo recuerdo que, delante de ese retablillo, siempre lucían cirios y
velitas encendidas. Esas pequeñas lamparitas simbolizaban perfectamente el
acompañamiento de los vivos, que alumbraban con las luces de su amor lo que
parecía ser el sufrimiento sereno de los personajes del retablo.
En esa
sencilla representación de las ánimas se encerraba una consoladora verdad de
nuestra fe. El purgatorio no es un infierno temporal: sus llamas no atormentan,
los demonios no azuzan con sus tridentes el sufrimiento de los condenados. Las llamas del purgatorio son llamas de
amor, que purifican y acrisolan a quienes las padecen. Ese mar de llamas
–ese océano del amor– es la morada transitoria de muchos amigos que Dios. Su
esperanza brota de la certeza de su salvación. Su sufrimiento, del ansia de
contemplar para siempre el rostro de Dios. Por eso son almas benditas, que
duermen, a la espera de un alegre despertar, el sueño de la paz. ¿Podemos hacer
algo por ellas? ¿Podemos ayudarles a hacer más llevadera su espera, más
acompañada su pena, más ligero su descanso? La fe nos dice que sí. .
Emerge
así, del pozo de mis recuerdos, la segunda palabra: "sufragios". El sufragio es la ayuda, el favor o el
socorro; es decir, las obras buenas que se aplican por las almas del
purgatorio. Los sufragios son siempre actos solidarios, de una solidaridad tan
amplia que es capaz de cruzar el umbral de la muerte. ¿Cómo dejar de ofrecer
estos sufragios? ¿Cómo no querer contribuir, si uno puede, a aliviar la
situación de otros? es inadmisible ostracismo de los que aman a Dios. Y sin
grandes estudios de Teología, pero dotados del saber de la fe, los fieles
ofrecían oraciones, y limosnas, y obras de penitencia. Y sobre todo ofrecían el
santo sacrificio de
La
tercera palabra es una palabra de perdón:
"indulgencias". Con sus oraciones y obras de penitencia, los
fieles que peregrinan por este mundo pueden acogerse a un indulto de gracia en
favor de los difuntos dispensado en virtud de los méritos de Cristo y de los
santos. La justicia de Dios y la solicitud de
Las
tres palabras, "purgatorio", "sufragios",
"indulgencias", me llenan de paz al recordarlas; infunden en mi ánimo
la serena alegría, la sobria ebriedad de creer. Por eso quiero rescatarlas,
para que muchos labios las pronuncien.
Guillermo Juan Morado (Fluvium).
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