En la “Era de la Distracción”
Estamos en la Era
de la distracción, según Cal Newport, profesor de ciencia computacional en
la Universidad de Georgetown y autor de ocho libros. Afirma que vivimos en una
era en la que cualquier cosa que se relacione con internet se considera
automáticamente innovadora y necesaria. Se aplauden los comportamientos que
destruyen la profundidad, tales como las respuestas inmediatas del correo
electrónico o del Wattsup.
Una vida profunda no sólo es económicamente lucrativa,
sino que es una vida bien vivida.
Winifred Gallagher, escritora de libros sobre
ciencias, descubrió la conexión entre la atención y la felicidad. Y decía: “lo
que me da felicidad son las caminatas, las películas y un Martini a las 6.30
p.m.”. Cuando enfermó de cáncer pensó: “Esta enfermedad no va a monopolizar mi
atención, tengo que pensar en cosas que me dan alegría”. Nuestro cerebro
construye nuestra forma de ver el mundo sobre
la base de las cosas a las que les prestamos atención.
Una pareja que discute sobre el reparto inequitativo
de las labores del hogar, en lugar de centrar su atención sobre el egoísmo y la
pereza de su pareja, puede fijarse en el hecho de que al menos el asunto se ha
puesto sobre la mesa. Esto es mirar el
lado amable de un problema.
Gallagher dice que “una mente ociosa es el taller del
diablo”, y así es, porque la ociosidad es la madre de todos los vicios. Es más
fácil, quizás, disfrutar el trabajo que el tiempo libre, porque el trabajo
implica metas, reglas y retos. El tiempo libre, en cambio, es desestructurado y
requiere un mayor esfuerzo para darle una forma que nos produzca satisfacción.
Las personas son más felices cuando están en el trabajo que cuando están
relajadas
Dos pensadores estadounidenses –Dreyfus y Kelly- que
estudian la cultura, llegaron a esta conclusión: “El mundo era, en sus diversas formas, un mundo de cosas sagradas y
brillantes. Ahora, las cosas brillantes parecen lejanas”. ¿Qué ocurrió? La
llegada del escepticismo, con Descartes y otros filósofos. Las ideas que trajo
la Ilustración –afirman- producen una
vida aburrida y casi invivible.
Para salir de esta situación es importante llevar a
cabo el trabajar con la máxima profundidad posible. Para desarrollar un trabajo
a fondo hemos de crear rutinas y rituales
en el trabajo diario. Hay quienes tienen la posibilidad de dar un paseo
matutino, donde ven árboles y respiran con profundidad, para aumentar su
capacidad de trabajo y reflexionar sobre sí mismo.
En
suma: Hay que concentrarse en lo
verdaderamente importante. La vida es breve y acaba, y hemos de saber: para
mí, ¿qué vale la pena?
Hay gente que tiene todo en la vida, pero que no sabe cómo lidiar con
ello y la vaciedad le lleva a buscar sucedáneos, y sustituye lo falso por lo
verdadero, el vicio por la virtud, lo que esclaviza por la verdadera libertad.
Trabajar con profundidad y profesionalidad requiere
contar con tiempo para el descanso y la reflexión, tiempo para las humanidades
y el arte. Una de las cosas más fructíferas son los paseos por parques o
bosquecillos, ya que el ver el campo descansa la vista y el espíritu, y las
respiraciones profundas fortalecen el cuerpo y el cerebro. ¡Es un estímulo
fascinante!
Había un joven con un trabajo abrumador. Se dio tiempo
para hacer un retiro al campo de una semana. Relata: “Volví a recordar lo que
eran las florecillas amarillas, los insectos y las estrellas. Leí. La
literatura nos ayuda a reflexionar. Y finalmente pude volver al trabajo con
nuevos bríos, por primera vez, en meses”. El descanso sin prisa contribuye a
recargar las energías necesarias para hacer un trabajo con profesionalidad.
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