La elegancia
Elegante es una persona dotada de gracia, nobleza y sencillez. Y esta cualidad se transmite con nuestra conducta y nuestra forma de expresarnos.
Comunicarse con elegancia puede abrir puertas, en
cambio, comunicarse con malas maneras y diciendo a cada rato “palabrotas” puede
cerrarnos muchas puertas.
¿Cómo
ser elegante al hablar? Siendo consciente de nuestras
palabras. Se han de evitar las groserías, maldiciones, palabras obscenas e
insultos, en general cualquier palabra que pueda resultar ofensiva o
desagradable. Se puede decir todo lo que uno desea de forma educada. Tendrás
más credibilidad si eres capaz de decir las cosas con respeto. Hay expresiones
coloquiales que se podrían evitar para refinar nuestro vocabulario. En vez de
decir: “Voy a llamar a mi vieja”, es mejor decir “a mi mujer o a mi esposa”. El
lenguaje coloquial es aceptable, pero sin llegar a lo relajado o grosero. Las
palabras ásperas entristecen la vida.
Decir unas expresiones porque están de moda requiere
discernir. Una expresión de moda pero que no es acertada es: “Actuó muy mal,
mal no, lo siguiente…”. En situaciones formales hay que mantener un lenguaje
formal, pero manteniendo la naturalidad al hablar. Pueden resultar molestas las
palabras propias del propio oficio o profesión, que los demás no entienden del
todo. Puede parecer pedante o presuntuoso, porque no todos los de ese círculo
lo entienden. También hablar incluyendo albures, es de mal gusto.
La elegancia en la comunicación no implica ser ambiguo
o evasivo. Se pueden expresar las opiniones propias de modo claro y directo,
pero sin que no lastimen a los demás. Las palabras de cortesía como “gracias” o
“por favor” serán siempre favorables. Se ha de evitar el sarcasmo, la crítica
negativa sobre alguno de los ausentes y los comentarios rudos. Si queremos
comentar algo, podríamos decir: “Me gustaría añadir…”.
Hay que pedir las cosas educadamente: “Me gustaría
saber tu opinión sobre tal tema”.
Respecto a la voz,
no es elegante gritar o reír ruidosamente después de decir algo que creemos
gracioso. Hemos de evitar las muletillas como “este…”, “¿verdad?”, y evitar los
ruidos innecesarios como Psst, Chst. Humm.
Hemos de evitar cuchichear delante de otras personas
del grupo, si hablamos lo hacemos para todos. El exceso de verborrea nos hace
aparecer como personas superficiales y que necesitan llamar la atención.
Otra señal de vulgaridad es no decir las palabras de
forma correcta, pronunciar mal. Cuando algo está muy caliente y queremos decir
el superlativo, decimos calentísimo.
La dicción también es importante en la imagen que proyectamos.
El exceso de velocidad y no hacer pausas te harán
parecer como una persona poco serena, atolondrada, que no tiene dominio sobre
lo que quiere comunicar.
La posición del cuerpo, la expresión de la cara y la
gesticulación también deben ser naturales. Hay que saber que los japoneses no
gesticulan porque para ellos es de mal gusto. Para nosotros es aceptable cuando
esos gestos no son exagerados.
Interrumpir
y no escuchar son los dos defectos más graves en la comunicación.
Algunas personas tienen 4 ó 5 datos de una persona y
ya emiten un juicio con lo poco que conocen. Debemos saber que, para comprender
a una persona necesitamos más profundidad y más datos, quizás 400, por eso es
mejor dejarle el juicio a Dios y no meternos a enjuiciar, porque eso hace
perder amistades.
Saber cómo comportarse
en la mesa, a la hora de comer, es para nuestro beneficio y el de los demás
y así todos la pasan mejor. Los buenos modales piden esperar a que se sirvan todos antes
de empezar a comer, excepto en bufete. Hay que procurar comer al mismo
ritmo que los demás. Hay que usar la servilleta después de un bocado, antes de
beber, para no manchar el vaso. Algo obvio es no colocar el celular en la mesa
y no comentar que algo de la comida no nos gusta. Otro error es apuntar con los
utensilios.
Vestir bien es un arte que no todos dominan, pero
todos tenemos el potencial. Para ser
elegante en el vestir hay que saber qué nos gusta, nos funciona y nos queda
bien. Podemos usar lo mismo, pero bien planchado, y los zapatos bien boleados.
Hay que ver qué prendas favorecen la figura. Quizá caemos en la cuenta de que
los que nos hace falta es bajar un poco de peso. Hay que vestirse para la
ocasión y según el clima.
En el caso de la mujer,
el maquillaje debe ser discreto. Hay que destacar un poco las cejas y los
labios. Se han de evitar los lápices labiales de tonos muy subidos, morados o
negro.
No se trata de tener un exterior perfecto, sino una
mente cultivada, de modo que seamos capaces de hablar de diversos temas de arte,
música, historia, literatura o de países y climas. Importa la forma en que nos
comportamos y lo que leemos.
Carolina
Herrera, diseñadora venezolana, dice que dama no es aquella a la que le
interesa tener muchos hombres a sus pies sino uno a su altura.
Apártate de las personas tóxicas y narcisistas
-alejarte de novios que acosan o presionan-, sin remordimientos ni culpas. A
veces no es posible evitar a esas personas, pero se les puede frecuentar menos.
Todos tenemos límites, por tanto, no te engañes por quien dice: “No tengas
límites”, porque serás poco realista.
El último consejo es sonríe como si nunca te hubieran
lastimado, y reza para que pongas en manos del Señor tu vida, tu futuro y tus
ocupaciones.
Elegante
es una persona dotada de gracia, nobleza y sencillez. Y esta cualidad se
transmite con nuestra conducta y nuestra forma de expresarnos.
Comunicarse con elegancia puede abrir puertas, en
cambio, comunicarse con malas maneras y diciendo a cada rato “palabrotas” puede
cerrarnos muchas puertas.
¿Cómo
ser elegante al hablar? Siendo consciente de nuestras
palabras. Se han de evitar las groserías, maldiciones, palabras obscenas e
insultos, en general cualquier palabra que pueda resultar ofensiva o
desagradable. Se puede decir todo lo que uno desea de forma educada. Tendrás
más credibilidad si eres capaz de decir las cosas con respeto. Hay expresiones
coloquiales que se podrían evitar para refinar nuestro vocabulario. En vez de
decir: “Voy a llamar a mi vieja”, es mejor decir “a mi mujer o a mi esposa”. El
lenguaje coloquial es aceptable, pero sin llegar a lo relajado o grosero. Las
palabras ásperas entristecen la vida.
Decir unas expresiones porque están de moda requiere
discernir. Una expresión de moda pero que no es acertada es: “Actuó muy mal,
mal no, lo siguiente…”. En situaciones formales hay que mantener un lenguaje
formal, pero manteniendo la naturalidad al hablar. Pueden resultar molestas las
palabras propias del propio oficio o profesión, que los demás no entienden del
todo. Puede parecer pedante o presuntuoso, porque no todos los de ese círculo
lo entienden. También hablar incluyendo albures, es de mal gusto.
La elegancia en la comunicación no implica ser ambiguo
o evasivo. Se pueden expresar las opiniones propias de modo claro y directo,
pero sin que no lastimen a los demás. Las palabras de cortesía como “gracias” o
“por favor” serán siempre favorables. Se ha de evitar el sarcasmo, la crítica
negativa sobre alguno de los ausentes y los comentarios rudos. Si queremos
comentar algo, podríamos decir: “Me gustaría añadir…”.
Hay que pedir las cosas educadamente: “Me gustaría
saber tu opinión sobre tal tema”.
Respecto a la voz,
no es elegante gritar o reír ruidosamente después de decir algo que creemos
gracioso. Hemos de evitar las muletillas como “este…”, “¿verdad?”, y evitar los
ruidos innecesarios como Psst, Chst. Humm.
Hemos de evitar cuchichear delante de otras personas
del grupo, si hablamos lo hacemos para todos. El exceso de verborrea nos hace
aparecer como personas superficiales y que necesitan llamar la atención.
Otra señal de vulgaridad es no decir las palabras de
forma correcta, pronunciar mal. Cuando algo está muy caliente y queremos decir
el superlativo, decimos calentísimo.
La dicción también es importante en la imagen que proyectamos.
El exceso de velocidad y no hacer pausas te harán
parecer como una persona poco serena, atolondrada, que no tiene dominio sobre
lo que quiere comunicar.
La posición del cuerpo, la expresión de la cara y la
gesticulación también deben ser naturales. Hay que saber que los japoneses no
gesticulan porque para ellos es de mal gusto. Para nosotros es aceptable cuando
esos gestos no son exagerados.
Interrumpir
y no escuchar son los dos defectos más graves en la comunicación.
Algunas personas tienen 4 ó 5 datos de una persona y
ya emiten un juicio con lo poco que conocen. Debemos saber que, para comprender
a una persona necesitamos más profundidad y más datos, quizás 400, por eso es
mejor dejarle el juicio a Dios y no meternos a enjuiciar, porque eso hace
perder amistades.
Saber cómo comportarse
en la mesa, a la hora de comer, es para nuestro beneficio y el de los demás
y así todos la pasan mejor. Los buenos modales piden esperar a que se sirvan todos antes
de empezar a comer, excepto en bufete. Hay que procurar comer al mismo
ritmo que los demás. Hay que usar la servilleta después de un bocado, antes de
beber, para no manchar el vaso. Algo obvio es no colocar el celular en la mesa
y no comentar que algo de la comida no nos gusta. Otro error es apuntar con los
utensilios.
Vestir bien es un arte que no todos dominan, pero
todos tenemos el potencial. Para ser
elegante en el vestir hay que saber qué nos gusta, nos funciona y nos queda
bien. Podemos usar lo mismo, pero bien planchado, y los zapatos bien boleados.
Hay que ver qué prendas favorecen la figura. Quizá caemos en la cuenta de que
los que nos hace falta es bajar un poco de peso. Hay que vestirse para la
ocasión y según el clima.
En el caso de la mujer,
el maquillaje debe ser discreto. Hay que destacar un poco las cejas y los
labios. Se han de evitar los lápices labiales de tonos muy subidos, morados o
negro.
No se trata de tener un exterior perfecto, sino una
mente cultivada, de modo que seamos capaces de hablar de diversos temas de arte,
música, historia, literatura o de países y climas. Importa la forma en que nos
comportamos y lo que leemos.
Carolina
Herrera, diseñadora venezolana, dice que dama no es aquella a la que le
interesa tener muchos hombres a sus pies sino uno a su altura.
Apártate de las personas tóxicas y narcisistas
-alejarte de novios que acosan o presionan-, sin remordimientos ni culpas. A
veces no es posible evitar a esas personas, pero se les puede frecuentar menos.
Todos tenemos límites, por tanto, no te engañes por quien dice: “No tengas
límites”, porque serás poco realista.
El último consejo es sonríe como si nunca te hubieran
lastimado, y reza para que pongas en manos del Señor tu vida, tu futuro y tus
ocupaciones.
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