Dios pide castidad


 

La castidad implica, para una persona soltera, la abstención total de relaciones sexuales, y, para una persona casada, tener esas relaciones conforme al plan de Dios, es decir, dejar abierta la posibilidad de engendrar hijos. Si hay un motivo grave para evitarlos, se pueden usar métodos anticonceptivos naturales.

El mundo está cambiando y hay mucha confusión respecto a la moral sexual. Cristo quiere llevarnos al Cielo y, para ello, debemos de estar limpios y arrepentidos de los pecados cometidos. Todos somos pecadores, pero no todos se han arrepentido del mal cometido.

Jesús dice que si lo amamos, cumpliremos los Mandamientos Hemos de amarnos unos a otros, pero hay que saber que el amor divino no es carnal.

Donde no esté la fe ardiente, no estarán Jesús y su Madre. Hemos de centrarnos en Jesucristo, hay mil distractores, sin embargo, podemos lograrlo. Si la criatura no vive el Padrenuestro, se desvía. No podemos, bajo ninguna circunstancia, aceptar el pecado mortal. Se trata de amar, no de escandalizar ni de burlarse de Dios.

Dios no está donde nos desviamos de lo que dice Jesús en el Evangelio. San Lucas explica que el hijo pródigo dice: “Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti” (15, 21-23). Mi hijo “estaba muerto y ha vuelto a la vida”, dice el padre con alegría.

Algunos que sienten atracción al mismo sexo, luchan por no dejarse vencer y tienen mucho mérito ante Dios. Quizás esa sea su cruz, y la llevan bien porque saben que agradan a Dios. Sentir no es consentir. El pedófilo necesita un proceso de sanación. La mujer o el hombre que se une a una bestia, es una abominación, lo dice el libro del Levítico.

Hay una falsa Iglesia que quiere omitir los delitos y aceptar lo antinatural, no debemos tolerar esto porque hay unos mandamientos de Dios que están muy claros. Los homosexuales pueden ir a comulgar, a menos de que no ejerzan la homosexualidad, es decir, no tengan relaciones íntimas. Si el alma se va en esa dirección del sexo antinatural, muere.

La bendición es un sacramental, por tanto, es culto público de la Iglesia. Otra cosa es el sentido pastoral que se le puede dar: la bendición a una casa, a un coche, a unos objetos religiosos…, pero también es litúrgica. Cuando un joven le pide a su padre o madre la bendición, porque se va a casar, esa bendición implica que se está de acuerdo con ese matrimonio.

Creemos en lo que Dios dice: Se condenarán los adúlteros, los que ejercen la homosexualidad y la bestialidad. Hay jovencitos que sienten atracción al mismo sexo, pero no se dejan llevarse por un gusto carnal que lleva a perder la vida eterna. Si tienen claridad en estos campos –y habla con Dios, hace oración-, es más fácil luchar y vencer.

No importa cuán grande haya sido el pecado, nuestro Padre Dios nos perdona. Cuando llegue el juicio, no queremos que Dios nos diga: “No les hablaste de parte mía a los que iban por mal camino”. Estamos en un momento de definición. Hemos de transmitir a Cristo.

Un hermano transexual que quiere el bautismo, implica que quiere cambiar de estilo de vida. La Iglesia nos abre las puertas a todos, pero se tiene que vivir una vida conforme a lo que dice Jesucristo. Se ha de vivir una vida casta para entrar a la Jerusalén celestial.

Lo que es pecado siempre va a ser pecado. ¿Y dónde dice eso? En la Biblia vienen los Diez Mandamientos. Y se explican en el Catecismo de la Iglesia Católica.

Dios nos pide a todos, a todos, ajustarnos a su Voluntad. ¿Dónde está lo que Dios quiere? En la Biblia. En el Nuevo Testamento, en Judas 1, 7-8 dice: De igual modo Dios sentenció a Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas que se entregaban a la prostitución y se dejaban llevar por sus instintos, éstos son por su condenación una figura del juego eterno… envilecen sus cuerpos.

El hombre no puede burlar a Dios. Entre más grande es el pecado, más grande es el abismo en el infierno. Dios no permite que entre al Cielo el pecado mortal.

Dios nos ama tanto que nos envía a su Hijo. Nos ama y nos corrige como un padre. Hay dos caminos, la desobediencia que lleva al fuego eterno o la obediencia, que implica renunciar a la propia voluntad para seguir amorosamente la Voluntad de Dios, porque Él sabe más. Si vivimos de acuerdo a la Voluntad Divina llegaremos a los brazos de Dios. Dios busca que no nos perdamos y lleguemos a un lugar sin salida, que es la condenación. Empeñémonos en conocer a Dios para vivir en Su Voluntad, y la vida será más llevadera.

Lo esencial es el encuentro con Dios, de otro modo no llevaremos vida cristiana. Todo tiene solución menos la muerte y, para quien vive de fe, la muerte es Vida. Lo terrible es perder a Dios. Cristo está sufriendo, en este momento actual, está viviendo lo peor, lo más intenso, que vivió en Getsemaní (mensaje a Gladys Mazzei). La oración ahora de hacerse desde el corazón. Pedir por la terrible manipulación que se está viviendo ahora.

No se trata de juzgar sino de suplir con oración y mortificaciones pequeñas, con recogimiento y silencio. Todos somos hermanos y hemos de ayudarnos unos a otros.

Si el sacerdote dice lo contrario a lo que dice Jesucristo, debe convertirse, para que Jesús le diga: “Levántate y no peques más”.

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