La novedad de hoy
La novedad del hoy es estar sensibilizados
en la importancia de estar abiertos a la formación, aunque no oigamos nada
nuevo. La felicidad no está en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que
uno hace, y hace lo que debe hacer.
Todos queremos un amor verdadero, amar y
ser amados, y la continuidad en ese amor. Un amor no posesivo, sino respetuoso.
La posesión no es -como a veces se pretende- una "prueba" del amor,
sino casi su partida de defunción.
Quien apetece a otra persona sobre todo
para saciar su avidez sexual, no establece apenas vínculos personales con ella,
sino que la utiliza. Cuanto más se “sexualiza” un noviazgo, más riesgo hay de
que derive en una unión de dos egoísmos. En esos casos, el placer sustituye al
cariño con más facilidad de lo que parece, y se introducen en una atmósfera
hedonista que ensombrece el horizonte del amor y les impregna de frustración y
de tristeza.
La bondad implica también la capacidad de
decir no, no a la actividad sexual fuera del matrimonio. Muchos se reirán de
esto, pero el que ríe al ultimo, ríe mejor.
Por esto hay que fomentar una disposición
abierta y activa. Una disposición abierta para amar aceptando que todos tenemos
defectos ya que, vivimos en un mundo imperfecto con personas imperfectas. Y una
disposición activa para mejorar en lo que cada uno sabe que debe mejorar para
hacerse amable, capaz de ser amado,
El Señor cuenta con nuestra fortaleza y
también con nuestra debilidad. La fortaleza se nos da también para soportar los
defectos de las personas con las que convivimos, para comprenderlas y
corregirlas, si es que tienen buena disposición y se dejan corregir. San Juan
de la Cruz decía: “Pon amor donde no hay
amor y sacarás amor”.
Podemos levanter el alma a Dios para pedir
ayuda y luces. De la oración nada se pierde, siempre es eficaz, no como una varita
mágica, sino que Dios sabe más lo que nos conviene en su divina providencia.
Hay muchas cosas que tenemos obligación de
hacer, pero si las hacemos por amor las hacemos libremente. Esto no quiere
decir que no cuesten, hay que hacerlas, aunque nos cueste, queriéndolas hacer
solo por amor.
Actualmente hay prioridad en la formación
afectiva- sexual. No es patente lo que
hay en los corazones, pero allí está la estructura de la personalidad. Tenemos
un sistema nato de preferencias y desdenes. En su libro La Ciudad de Dios, San Agustín define la auténtica virtud como “el
orden de los amores”, ordo amoris.
Podemos tener amor a muchas cosas, como a una colección de monedas, pero ese
amor no debe sobrepasar a los amores más importantes, como el amor al cónyuge o
el amor a Dios, porque los amores deben estar ordenados. El amor a la dignidad
de la persona debe de estar casi por encima de todo.
Lo que da estabilidad a una persona es,
sobre todo, la estructura de los afectos: ver qué ama. El corazón es la
morada donde yo habito, donde yo me alegro. Sólo el espíritu de Dios puede
sondearlo y conocerlo. “Haz lo que puedas y pide lo que no puedas”, decía San
Agustín.
Hemos de estar atentos a formar contra
esas ideas, muy generalizadas, profundamente deshumanizantes, como ver a las
mujeres como objeto de placer o como pensar que actuar contra natura nos va a hacer felices. Dios tiene piedad de
nosotros, y eso se tiene que reflejar en nosotros, sino, el mensaje del
Evangelio no funciona. Ya sabemos qué es lo bueno y qué es lo malo, pero hay
que practicar la misericordia, hay que transmitir el amor de Dios. Haríamos un
mal papel a Dios reflejando una rectitud sin bondad, porque Dios no es así. Tener
fe no es creer que Dios existe, es creer
que Dios nos ama.
Fray
Luis de Granada decía: “El hombre debería tener un corazón de hijo para con
Dios, un corazón de madre para con los demás, y un corazón de juez para consigo
mismo”.
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