Tener sentido del trabajo y de la vida
Trabaja
mientras otros duermen.
Estudia mientras otros se divierten.
Persiste mientras otros descansan.
Y luego vivirás lo que otros sueñan.
Hay una conexión entre la profundidad, el estudio, el
sentido y la oración. ¿Sentido de qué? de la vida, del trabajo, del amor y del
dolor.
Hay
que concentrarse en lo verdaderamente importante.
La vida es breve y acaba, y hemos de saber: para mí, ¿qué vale la pena? Trabajar
con profundidad y profesionalidad requiere contar con tiempo para el descanso y
la reflexión. Una de las cosas más fructíferas son los paseos por parques o
bosquecillos, ya que el ver el campo descansa la vista y el espíritu, y las
respiraciones profundas fortalecen el cuerpo y el cerebro. ¡Es un estímulo
fascinante!
Había un joven con un trabajo abrumador. Se dio tiempo
para hacer un retiro al campo de una semana. Relata: “Volví a recordar lo que
eran las florecillas amarillas, los insectos y las estrellas. Leí. La
literatura nos ayuda a reflexionar. Y finalmente pude volver al trabajo con
nuevos bríos, por primera vez, en meses”. El trabajo de descanso contribuye a
recargar las energías necesarias para hacer trabajo profundo. Pero el ocio no
ha hecho santo a ninguno. Amar es trabajar.
Nuccio
Ordine explica: El fin de la cultura es formar ciudadanos
cultos, solidarios, que conozcan que lo principal no es ocuparnos de los
asuntos personales solamente, sino tratar de hacer cosas para la comunidad en
la que vivimos. Así seremos más felices que antes pues habremos hecho algo
bueno para la comunidad.
Hay un texto de Montesquieu que dice: “Si supiera de
alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la
expulsaría de mi mente. Si supiera de alguna cosa útil para mi familia, pero
que no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si supiera de alguna cosa útil para mi
patria, pero perjudicial para la humanidad, la consideraría un crimen”. Cuatro
líneas de una profundidad grande.
El poeta español, Federico García Lorca, fue invitado a dar una
alocución para al inaugurar de la biblioteca de Fuente Vaqueros, su pueblo
natal, y desde allí nos dice: “No sólo de pan vive el hombre. Yo si tuviera
hambre, y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría
medio pan y un libro. Ataco vehementemente a los que solamente hablan de
reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales
que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman,
pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu
humano, porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado,
es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. Yo tengo mucha
más lástima de un hombre que quiere saber y no puede que de un hambriento,
porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o
con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios
sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros, los que
necesita y ¿dónde están los libros? / ¡Libros!, ¡libros!, hace aquí una palabra
mágica que equivale a decir: ‘amor’, ‘amor’, porque los pueblos los necesitan
como piden pan o como anhelan la lluvia para su sementera”. Es una página
conmovedora de septiembre de 1931.
Y es una página que nos hace recordar el momento en
que en Francia se pensaba recortar los fondos a la escuela y a la cultura. En
1848, el escritor francés, Víctor Hugo
expuso su posición en un discurso titulado: “La crisis no se supera recortando
los recursos a la cultura, sino duplicándolos”. Y les dice: Afirmo, señores, que las reducciones
propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes,
son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista
financiero, y nocivas desde los demás puntos de vista. (…) ¿Cuál es el peligro
de la situación actual? La ignorancia. (…) A la enseñanza pública le incumbe la
delicada tarea de apartar al hombre de las miserias del utilitarismo y educarlo
en el amor por el desinterés y por lo bello. Hay que levantar el espíritu del
hombre, y volverlo hacia Dios, hacia la conciencia, hacia lo bello, lo justo,
lo verdadero, hacia lo desinteresado y lo grande. (…) Pero sí quiero ardiente y
apasionadamente el pan del obrero, el pan del trabajador, que es un hermano.
Quiero, además del pan de la vida, el pan del pensamiento, que es también el
pan de la vida. Quiero multiplicar el pan del espíritu como el pan del cuerpo.
(…)
Habría
que multiplicar las escuelas, las cátedras, las bibliotecas, los museos, los
teatros, las librerías, los laboratorios de ciencias. Habría que multiplicar
las casas de estudio para los niños, las salas de lectura para los hombres,
todos los establecimientos donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa,
donde uno se hace mejor.
Estas palabras deberían ser esculpidas en todos los
Parlamentos del mundo, para hacernos comprender que la cultura, que esto que
nuestra sociedad considera inútil, que es cultivar el espíritu, es la única
manera, el camino que conocemos, para dar luz y hacer más humana a la
humanidad.
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