El bautismo de Cristo

 


Podemos pensar qué larga preparación hizo el Padre para la venida de su Hijo: Desde la figura de Abraham (siglo XIX a.C.) hasta el nacimiento de la Virgen María. Más de 1,900 años y de 200 profecías. San Lucas data el comienzo de la vida del Bautista “en tiempos de Herodes, rey de Judea” (1,5) y en “el año quince del reinado del emperador Tiberio” (3,1s).

San Marcos dice que Juan el Bautista dijo: “Viene detrás de mí alguien más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”.

La vida pública del Jesús comienza con su bautismo en el río Jordán, es su primera manifestación pública como Mesías. “Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán” (Mc1,9). Lo nuevo es que Jesús quiere ser bautizado. Lucas dice que Jesús recibió el bautismo mientras oraba. Inicia su vida pública tomando el puesto de los pecadores. Fueron testigos de esta manifestación, no los Reyes o Magos de Oriente, sino Dios mismo. Cuando Jesús es bautizado se abre el cielo y se escucha la voz de Dios Padre que dice: “Este es mi Hijo amado en quien tengo mis complacencias” (Mc 3,17). Y aparece el Espíritu Santo en forma de paloma.

El significado pleno del bautismo de Jesús, que comporta cumplir “toda justicia”, se manifiesta sólo en la cruz: el bautismo es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo (…)  es una referencia anticipada de la resurrección (Cfr. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, 1ª parte, p. 40).

Es la teofanía de la Santísima Trinidad, el espaldarazo en la misión mesiánica de Jesús. Esta realidad es imagen de nuestro propio bautismo: También para nosotros se abre el cielo, Dios Padre nos adopta como hijos. El niño tiene la vida biológica, el bautismo le da al niño la vida divina, la vida nueva, la gracia, el inicio de la vida eterna. Le da la misma vida de Dios, ese niño está divinizado. Esa gracia, al cultivar su fe, va a crecer. Tiene la realidad sobrenatural de la vida divina, por eso, más importante que el día de nuestro cumpleaños, es el día de nuestro bautismo.

Lo importante no es la fiesta sino el bautismo, la fiesta es absolutamente intrascendente. Este bautismo es como morir al “hombre viejo” y el sujeto vive al “hombre nuevo”. Para eso dio su vida Jesús, para hacernos hijos de Dios y herederos del Cielo. No hay nada más importante que estar en gracia de Dios porque Dios nos da sus bienes espirituales. No hay nada peor que estar en pecado, porque se pierde el estado de gracia y ser heredero del Cielo. El bautismo es una verdadera deificación, mientras no se cometan pecados mortales.

Podemos pensar “¿por qué yo soy un plebeyo, y no un personaje de la realeza?”. Con el bautismo nos hacemos, más que hijos de reyes, hijos de Dios, personas de gran dignidad. Voy a plantearme el máximo despliegue, voy a ser santo porque Dios me hizo de naturaleza divina, me hizo hijo de Dios. ¿Cómo? Si eres un pobre miserable. Dios me ha transformado en el bautismo.

Un hijo no hace las cosas por obligación porque son las cosas del padre, entonces no está regateando, no vive con temor, está siempre confiado en que su padre lo ama infinitamente. Somos algo mucho más gran de lo que nunca soñamos, pero se nos olvida. Estamos hechos parea heredar el Reino de Dios, no te vendas al dinero, al prestigio o a los placeres pues tienes un don mayor. Podemos decir: ¡Dios ha hecho grandes cosas en mí!

Después del bautismo del Señor hay 7 u 8 semanas de Tiempo Ordinario, y luego comienza la cuaresma.


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