La Pasión del Señor
El pecado original fue de tamaño infinito pues estaba
dirigido a la majestad de Dios, fue un pecado de rebeldía, soberbia y
desobediencia.
El dolor y la muerte habían entrado en el mundo como
justo castigo por el pecado. Cristo los asumió en su naturaleza humana para
obedecer a la voluntad del Padre, y de este modo los transformó en medio de
redimirnos. Sufrió los mayores tanto en el cuerpo como en el alma. El ofrecimiento
de su vida tuvo valor infinito pues era la vida humana del Hijo de Dios.
La
Redención obrada por Cristo es universal, se extiende a todo el
género humano. Pero es preciso que llegue a aplicarse a cada uno el fruto y los
méritos de la Pasión y Muerte de Cristo, principalmente por medio de los
Sacramentos.
Jesús reconduce al amor del Padre la realidad humana que
había quedado deformada por el pecado original, la rehabilita y la rescata del poder del demonio.
Su misterio pascual ¿qué abarca? Su pasión y su muerte,
su resurrección y su ascensión al cielo junto al Padre. Lo que nos salva es la
vida entera de Jesucristo.
Pasión
y muerte de Jesús
Antes de irse de este mundo Jesús instituyó el Sacramento
de la Eucaristía, así podía irse, y a la vez, quedarse con nosotros. Era su
“sueño dorado”. Hay una fuerte relación entre el Jueves Santo y el Viernes
Santo, pues el Jueves Santo instituye el Santo Sacrificio de la Misa.
En el Huerto de los Olivos Jesús sudó sangre al sentir el peso de los pecados de todos los hombres,
de todos los tiempos.
Algunos judíos aceptaron a Jesús, pero los sacerdotes y
los jefes del pueblo lo rechazaron y lo condenaron a muerte.
Lo encarcelaron en la casa de Caifás, en un oscuro calabozo
reservado para criminales peligrosos. Pasó la noche de pie, amarrado de pies y
manos a un palo, sin tocar el piso. El Jueves Santo no durmió en toda la noche.
El Viernes fue el juicio ante Anás, Caifás y el Sanedrín. El sanedrín decretó
que Cristo era reo de muerte porque se había declarado Mesías e Hijo de Dios.
En este acontecimiento lo fundamental no fue el acto
injusto de quienes lo acusaron, sino la
respuesta de Jesús llena de misericordia y rectitud. Es manifestación del
amor de la Trinidad hacia el hombre, de un amor que nos salva. En esto consiste
esencialmente su misterio. Somos pecadores, pero podemos librarnos del pecado.
La Cruz es el “antídoto” del pecado (Antonio Ducay).
Luego, los soldados romanos casi lo matan en la flagelación, y a continuación le ponen
una corona de espinas para burlarse
del “rey de los judíos”. Los condenados a muerte cargaban el palo transversal
de la Cruz hasta el lugar de la ejecución, y el palo vertical ya estaba puesto
de antemano. Lo crucifican sin miramientos, y, como estaba desnudo, la tradición dice que la Virgen se quita un manto
ligero y les pide que se lo pongan a su Hijo por pudor. La Virgen, San Juan y
las santas mujeres estuvieron al pie de la Cruz.
Jesús, ofreciendo
su vida a Dios en la Cruz, instituyó la nueva alianza, que había sido
profetizada por Isaías, Jeremías y Ezequiel.
Jesús pagó nuestra libertad con el precio de su Sangre.
Sufrió muchas humillaciones por amor a cada uno de nosotros.
Jesucristo
es sepultado
José de Arimatea, Nicodemo y sirvientes de José, bajaron
el Cuerpo de Jesús, con la venia de Pilatos, y lo sepultaron en un sepulcro
nuevo. Las mujeres observaban atentamente y los santos varones rodaron la
piedra de entrada al sepulcro. Los judíos piden a Pilatos que selle la tumba y
que ponga guardia toda la noche del Viernes al Sábado Santo.
Le revela Jesús a una mística francesa, Gabriela Bossis: “Mis
ángeles recogieron todas las partículas de mi Cuerpo que habían sido arrancadas
aquí y allá, y las repusieron, para que mi Cuerpo entero y perfecto para la
Resurrección” (Él y yo, n. 1845).
Cristo
descendió a los infiernos
Cristo descendió al “seno de Abraham” –no al infierno
donde habita Satanás- para abrir las puertas del cielo a los justos que le
habían precedido (cfr. CEC, 634). La Redención se aplicó a ellos.
Al
tercer día resucitó de entre los muertos
Jesucristo resucitó con el mismo cuerpo con que había
sido sepultado. Su alma volvió a unirse a su cuerpo. “Si Cristo no resucitó, es
vana nuestra fe” (1 Cor 15, 17), dice San Pablo. Todos los Apóstoles predicaron
la Resurrección de Cristo como verdad
fundamental. La Resurrección de Jesucristo es un hecho histórico que admite
certeza moral, y está probado con más garantías que la inmensa mayoría de los
datos históricos, pero requiere tener el don de la fe para acceder a este
misterio.
La Ascensión
del Señor
Cristo, a los cuarenta días después de su Resurrección,
subió por su propio poder a los Cielos (cfr. Act 1, 9-10), y está sentado a la
derecha del Padre. Subió a los cielos
para prepararnos allí un lugar (cfr. Ef 2,6). Y ha subido al Cielo también para
enviarnos al Espíritu Santo (cfr. Jn 16,7), para participar así de esa vida
nueva de su Resurrección. Si hemos resucitado con Cristo busquemos “los bienes
de arriba” (Col 3, 1.2).
La
Segunda Venida del Señor
Jesús volverá visiblemente al mundo con gran poder y
majestad (cfr. Lc 21,27). Antes de esta Segunda Venida o parusía, habrá un último asalto del diablo
Se
sugiere a los lectores que vean la película de La Pasión, de Mel Gibson.
Comentarios
Publicar un comentario