La oración en la vida cristiana
San Juan Clímaco dice que la oración es “una conversación
familiar y unión del hombre con Dios” (Scala
paradisi, grado 28).
Los contenidos de la oración son múltiples y variados. Cabe
destacar algunos más significativos:
1. Petición.
Petición de perdón, petición de bienes, pedir por la propia salvación y por la
de los demás, petición por diversas necesidades materiales o espirituales, etc.
Podemos pedir lo que sea, añadiendo, “si es para nuestro provecho espiritual”.
2. Acción de gracias.
Damos gracias a Dios por los bienes recibidos: por la salud y la enfermedad,
por contar con un día más de vida, por cosas menudas. Hay que reconocer como
don divino la totalidad de lo que acontece, lo que nos parece gratificante o
adverso. Todo lo permite Dios para sacar un bien mayor. Para los que aman a Dios, todo es para bien, dice San Pablo.
3. Adoración y
alabanza. Es parte esencial de la oración proclamar la grandeza de Dios, su
bondad y su amor. La alabanza es la forma de orar que reconoce de modo más
directo que Dios es Dios, le da gracias no por lo que hace sino por lo que Él
es (cfr. CEC,2639). La adoración reconoce la pequeñez de todo lo creado en
comparación con el Creador; esto nos lleva a la humildad, a la aceptación de la
personal indignidad ante quien nos trasciende hasta el infinito. Dios se ha
dignado encarnarse y habitar en el hombre. A Él le rinden pleitesía los
ángeles, los santos y el universo entero.
En ocasiones se acudirá a la oración para considerar
pasajes de la Sagrada Escritura del Antiguo o del Nuevo Testamento, para
repasar la vida de Cristo o de algún santo. En otras ocasiones se hablará con
Dios de la propia vida: alegrías y penas, preocupaciones diarias, hacimientos
de gracias. En suma, se procura tratar a Dios como un Amigo, como el mejor de
los amigos, o como un Padre amoroso, buscando un encuentro íntimo y filial con
quien nos mira sin cesar. Eso nos conducirá a vivir cada día cara a Dios.
Expresiones
de la oración
La oración puede ser vocal o mental; pública o privada;
intelectual, reflexiva o afectiva; cuando hay mayor madurez se dará la oración
contemplativa y la transformante.
Meditar
significa aplicar el pensamiento a la consideración de una realidad o de una
idea con el deseo de comprenderla con mayor hondura. La meditación puede
desarrollarse de forma espontánea, a raíz de la lectura de algún texto bíblico
o de algún texto de un autor espiritual. La meditación es sobre todo una
búsqueda de Alguien (cfr. CEC, 2705). Buscar, encontrar a Dios y tratar de
identificarse con Él, haciendo su Voluntad en todo.
Santa Teresa dice que la oración es “tratar de amistad,
estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Libro de la vida, 8,5). La
contemplación alude a un sentimiento vivo y sentido de la presencia de Dios y
del deseo de una profunda comunión con Él. El cristiano corriente está llamado a
ser contemplativo en la vida ordinaria, con una conversación continua con Dios.
En el libro Relatos
de un peregrino ruso explica que, una persona que vive en medio de los
afanes del mundo puede tener presencia de Dios continuamente. ¿Cómo es eso?
Ejemplifica del modo siguiente. Había un rey muy exigente y, a la vez, muy
amado. En cierta ocasión pide a un vasallo un trabajo escrito, pero le pide que
lo haga en su presencia. El vasallo se pone al pie del trono del rey y realiza
concienzudamente ese trabajo, mas nunca pierde de vista que el rey lo observa,
no pierde la presencia de rey. Así nosotros, ejecutamos el trabajo de cada día
bajo la mirada de nuestro Padre Dios. Un taxista me comentaba: “Mi copiloto es
Jesús, Él siempre me acompaña”.
La
oración requiere atención e intención.
La condición para que toda oración sea posible es el recogimiento.
Es decir, la voluntad trata de moderar la tendencia a la dispersión,
promoviendo el sosiego y la serenidad. Se puede llegar al recogimiento habitual cuando la persona lucha por ello y Dios
concede esa gracia. Otra condición de la oración es la confianza plena en Dios.
Jesús le pide a Santa Faustina que, debajo de la imagen del Jesús de la
Misericordia ponga la jaculatoria:
Jesús, confío en ti.
Unas veces el diálogo en la oración brota fácilmente;
otras, hay cierta aridez. Lo importante es no dejar la oración ningún día. La razón de ser de la oración es la
comunión con Dios, no la obtención de beneficios, aunque también nos los
puede dar.
Un rasgo específico de la oración es su carácter
trinitario. El cristiano que vive de fe trata con Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo, con la Virgen María, con los Ángeles y santos. La oración es de
un modo eminente la oración filial. La oración de un hijo que se dirige a su Padre
Dios con sencillez y afecto, para colocar en sus manos lo que lleva en el
corazón.
La
oración es una necesidad vital: Si no nos dejamos llevar por
el Espíritu caemos en la esclavitud del pecado (Gálatas 5, 16-25). San Juan
Crisóstomo dice: la oración “hace posible
lo que es imposible, fácil lo que es difícil. Es imposible que el hombre que
ora pueda pecar (Sermones de Ana, 4,5). San Alfonso escribe: “Quien ora se
salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente” (Del gran medio de la oración). Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) usa la expresión “llamada
universal a la oración”.
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