La vocación es don y misterio
San Juan Pablo II escribió un libro titulado Don y misterio, donde relata la historia
de su vocación, a raíz del Quincuagésimo aniversario de su ordenación
sacerdotal. En ese libro de casi cien páginas, se nos invita a penetrar en el
secreto de su alma.
Karol
Woytila fue ordenado sacerdote en 1946 y en 1978 fue elegido
Pastor Universal de la Iglesia. En ese libro el Papa habla en primera persona y
dice: La historia de mi vocación “la conoce sobre todo Dios”. La vocación es el misterio de la elección divina (p.
9).
Cuando estaba en el instituto, es decir, en preparatoria,
su vocación sacerdotal no estaba aún madura. El estallido de la segunda guerra
mundial cambió radicalmente la marcha de su vida. Logró terminar el primer año
de la carrera de filología polaca;
le encantaba el teatro, la poesía y la literatura. Luego tuvo que trabajar de obrero en una cantera de piedra,
picando roca, para que no lo enviaran a un campo de concentración, donde la
mayor parte de los ingresados moría por los trabajos forzados y la mala
alimentación.
La
familia. Su padre enviudó muy pronto. No había recibido la Primera
Comunión cuando perdió a su madre, a los 9 años de edad. Su padre era
profundamente religioso. Era militar de profesión.
En Roma
Las palabras del Angelus “son palabras verdaderamente
decisivas. Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha
tenido lugar en la historia de la humanidad”. Esto explica el origen del “Totus
tuus”, la expresión deriva de San Luis María Grignon de Monforte (San Juan
Pablo II, Don y misterio, p. 34).
“Es cierto que en los planes de Dios nada es casual. Lo
que puedo afirmar es que la tragedia de la guerra dio un tinte particular al
proceso de maduración de mi opción de vida. Me ayudó a percibir desde una nueva
perspectiva el valor y la importancia de
la vocación” (p. 38).
Después vino la elección divina y decidió ingresar al
seminario clandestino donde había alrededor de siete seminaristas. En el quinto
año de estudios, el Arzobispo decidió que se trasladara a Roma para terminar
sus estudios, por ello tuvo que ordenarse en un día insólito para este tipo de
celebraciones, anticipándose a sus compañeros, el 1º de noviembre de 1946,
Solemnidad de Todos los Santos. Y su primera Misa fue el día de los fieles
difuntos, 2 de noviembre.
El Príncipe Metropolitano Carl Adam Sapieha estuvo muy al
pendiente del seminario, habitaban en su residencia y lo veían todos los días.
El ambiente del seminario y la influencia de sacerdotes y algunos laicos, le
ayudaron a ser muy mariano y alma de eucaristía.
En noviembre marchó a Roma. Pudo visitar Ars, en Francia.
La figura del cura de Ars le
impactó, conocer su biografía (de Trochu) le hizo comprender aún más la acción
de la gracia que actúa en la pobreza de los medios humanos. Le impresionaba en
particular su heroico servicio en el confesonario. Confesaba más de diez horas al día, lo que a lo largo de los años
provocó una revolución espiritual en Francia. Millares de personas pasaban por
Ars, en medio del laicismo y del anticlericalismo del siglo XIX.
A principios de julio de 1948 defendió su tesis doctoral
en el Angelicum, y se puso
inmediatamente en camino de regreso a Polonia. Cuando llegó a la parroquia de Niegowic,
se arrodilló y besó la tierra. Había
aprendido este gesto de San Juan María Vianney.
Ese tiempo de trabajo como vicario en la parroquia duró
un año. Fue después destinado a la parroquia de San Florián, en Cracovia.
Durante las vacaciones de 1951, el Arzobispo lo orientó
hacia el estudio científico de la filosofía y de la teología, lo que redujo su
labor pastoral con gran pesar de su parte. Luego comentaba: He podido conocer los dos sistemas
totalitarios que han marcado trágicamente nuestro siglo: el nazismo y el
comunismo (cfr. p. 66).
¿Qué
significa ser sacerdote? Significa ser administrador de los misterios de Dios. Lo que se exige de los
administradores es que sean fieles (1Cor
4, 1-2). El administrador es aquel a quien el propietario confía sus bienes
para que los gestione con responsabilidad y justicia. Se trata de los bienes de
la fe, sobre todo. El sacerdocio, desde sus raíces, es el sacerdocio de Cristo.
Es Él quien ofrece a su Padre el sacrificio de Sí mismo, y con su sacrificio
justifica a toda la humanidad. Por eso la celebración de la Eucaristía es el
momento más sagrado de la jornada.
El sacerdote como administrador, está al servicio del sacerdocio común de los fieles. “El sacerdote está en permanente contacto con la santidad de Dios” (p. 85). Hacia el final del libro el Papa habla del diálogo con el pensamiento contemporáneo y asegura que “sólo desde el terreno de la santidad sacerdotal puede desarrollarse una pastoral eficaz” (p. 87). Y concluye diciendo: “Hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca caeréis” (2 Pe 1,10). El libro contiene muchas más ideas brillantes.
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