Pensar a lo grande
La formación
de la inteligencia es importante, sobre todo, para adquirir criterio. De la
información que recibes, debes discernir para saber cuál es la correcta. Para
tener criterio hay que poner atención,
sino nos perdemos en una selva de informaciones; luego, hay que tener capacidad
de reflexionar sobre lo visto, leído
u oído, en tercer lugar, es necesario probar diferentes vías para encontrar la ruta más adecuada.
Todo aquello
que no favorezca formar un criterio
propio, no nos ayuda. Lo peor que nos puede pasar es que usemos el cerebro
dirigido por los dictámenes del ego. El ego es una estructura que busca no ser
controlado, entonces ya no me importa lo
que puedo dar sino lo que puedo obtener. Todo el cerebro se polariza en
pensar “cómo puedo aprovechar o utilizar a esta persona”.
Cuando yo
estoy interesado en que algo esté el servicio a los demás, estamos en el plano
del ser, que es lo importante. El cerebro es muy potente, el cuerpo también. El
cerebro siempre puede aprender a lo largo de toda la vida, ya que entiende el
nuevo entorno y se adapta.
Lo que
mejora para desarrollar el cerebro es el interés y la curiosidad, van de la
mano de la humildad, de decir: “no sé, pero quiero saber”.
Al Doctor Mario Alonso Puig, le pregunta
una entrevistadora: “¿Usted, cree en Dios?”. Contesta: Sí, pero ¿quién es mi
Dios? Es Amor Infinito, que me quiere no por lo que soy, sino por quien soy,
por lo tanto, no le tengo miedo. Él ve lo que yo soy incapaz de ver porque es Sabiduría.
Dios me pone pruebas que no me gustan, pero son para mi crecimiento, Él es
Poder Infinito y ve más allá de lo que yo logro ver. Debo dejarme querer por Él.
Hay muchas personas que ante Dios se ponen tensas porque no conocen que Dios
nos ama y quiere nuestra comunicación.
Hay un
tercer nivel de intuición que es la revelación, que ilustra a un nivel más alto.
Esto requiere hacer una reflexión muy personal y cultivar el espíritu. Y
continúa el doctor Puig:
Al despertar y antes de dormir rezo
porque es lo que me enseñaron de pequeño. No me quiero acostar con la queja, me
quiero acostar con la gratitud. Es muy importante hacer ejercicio y pensar: “Estoy
vivo, este día es una oportunidad”. Esto ayuda a no entrar en la rutina.
A veces “es mejor pedir perdón que
pedir permiso”, dentro del contexto adecuado.
En una feria
del libro en Estados Unidos, un escritor novato llevó su libro sobre Navidad a
la feria, estaba solo en su mesa, nadie compraba. De repente avisan: “Van a
estar los cuatro autores principales en el auditorio, firmando libros”. Todo el
mundo se dirige allá y él también va porque no queda nadie. Ve que una de las
cuatro mesas está vacía, trae algunos de sus libros y se sienta, y piensa: “Más
vale pedir perdón que pedir permiso”. Ve venir a la encargada y le da una vergüenza
extrema, pero ella le dice: “¿Dónde están sus libros?”, él se queda sentado y
empieza a llegar la gente a comprarle libros y pedirle su firma. La encargada
ve que se le están acabando los libros y manda a dos hombres a que le traigan
todas sus cajas. Empieza a vender y a firmar libros hasta que se le acaban.
Vendió más libros de los que nunca soñó.
Al año siguiente
le inviten y le dan una de las cuatro mesas de escritores principales. Ve a la
misma encargada y le pregunta: “¿Se acuerda usted de mí?”, ella contesta: “¡Cómo
olvidarlo!”. Él dice: “¿Y por qué me dejó estar en ese lugar que no me
correspondía?”. Ella comenta: “El escritor correspondiente no vino, y usted
tuvo el valor de ponerse en esa mesa, o sea que ¿quién soy yo para decirle que
se vaya?... Hoy está usted por derecho propio”. En este contexto, más vale
pedir perdón que pedir permiso.
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