Humildad personal y colectiva
Un
cuento para niños de Mons. Aguiar Retes dice: En tiempo de Cristo Jerusalén era
la ciudad más hermosa para los judíos. Un cuento sobre ello narra que la
Sagrada Familia fue al Templo de Jerusalén y Jesús vio a un vendedor prepotente
que cobraba más de lo establecido y se metía a la zona sagrada. Jesús dijo: “Si
yo fuera grande lo sacaría”. Oyó que otro hombre decía: “No soy digno de entrar
al Templo, soy un pecador”. El Niño le dijo: “Si estás arrepentido puedes
entrar al Templo”. Luego el Niño le dijo a sus padres: He visto que aunque el
Templo es uno cada cual ofrece un corazón distinto”. El antiguo pecador dijo:
“Señor, hoy me has hablado por medio de un Niño y comprendí que eres
misericordioso y bondadoso”.
La
humildad colectiva consiste en no querer la gloria para nosotros, cuando
corresponde a Dios o a su Iglesia. Si podemos hacer las cosas más o menos bien
es por los méritos de Cristo.
Mons. Flavio Capucci, postulador de su causa
de beatificación, relató que recibió unas 12.000 relaciones firmadas de favores
obtenidos por intercesión de don Álvaro: “han llegado relatos de gracias de
todo tipo: materiales y espirituales”. El postulador añadió que muchos de esos
favores se refieren a la vida familiar: “matrimonios que recobran la armonía
conyugal; nacimiento de hijos, a veces después de muchos años de espera antes
de acudir a su intercesión; reconciliaciones entre parientes enojados; partos
de niños sanos después del diagnóstico de que el bebé nacería enfermo… Don
Álvaro era una persona familiar y realizó una masiva catequesis sobre la
familia; quizá por eso surge espontáneo el deseo de acudir a su intercesión
para cuestiones de este tipo”.
Tomás de Kempis afirma: EI verdadero conocimiento y
desprecio de sí mismo es altísima y doctísima lección. Gran sabiduría y
perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y
reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente o cometer culpas graves,
no te debes juzgar por mejor, porque no sabes cuánto podrás perseverar en el
bien. Todos somos flacos; más tú a nadie tengas por más flaco que a ti.
que
el que bien se conoce, se tiene por vil, y no se deleita en alabanzas humanas.
Si yo supiera cuanto hay en el mundo y no estuviera en caridad, ¿de qué me
aprovecharía delante de Dios, que me juzgará según mis obras?
Cuanto
más y mejor entiendes, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres
santamente. Por eso no te ensalces por alguna de las artes o ciencias; mas teme
del conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y
entiendes muy bien, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras. No quieras
saber cosas altas (Ron., 11, 21); mas confiesa tu ignorancia. ¿Por qué te
quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios en la Ley
que tú? Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te
conozcan ni te estimen.

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