La guerra espiritual


 La guerra espiritual es invisible, pero es real. El infierno tiene una serie de planes para perder al hombre, para sembrar la división y la confusión y a nosotros nos falta discernimiento. Podemos ser fariseos ante Dios si Él no es Señor de nuestra vida. Hay que buscar renuncia, no reconocimiento de los hombres. Dios ve cada motivación nuestra, cada acto de soberbia y egoísmo.

Hay que hacer buenas obras por Dios. Llamar a Jesús Señor es una cosa, hacerlo Señor de tu vida es otra cosa, es vivir para Él, es obedecer aun cuando duele.

A veces queremos la salvación sin Cruz. A veces hablamos en nombre de Dios, pero no le pertenecemos.

El mayor peligro con que nos enfrentamos es el diablo con una Biblia, porque interpreta mal, te hace creer que eres salvo, que sirves a Dios cuando te sirves a ti mismo. Por eso la Biblia Católica tiene notas a pie de página, para que no nos desviemos buscando interpretaciones de acuerdo con nuestros intereses personales.

A veces hablamos en nombre de Dios, pero no le pertenecemos. Queremos un Jesús que todo lo acepta, que todo lo tolera, pero Jesús no es así, no negocia con el pecado. Del cielo no anda tras celebridades, busca servidores, siervos fieles y santos.

Hay que hablar de pecado, arrepentimiento, fe muerta, infierno, demonios, sacrificio, Cruz; hay que hablar de que el tiempo es breve, aunque no sea un mensaje popular. Es trágico ser rechazado por Dios. La cosecha se acaba, el fin está cerca. Tu trabajo es nada si tu corazón no le pertenece.

Hay gente que canta por cantar, ora por orar. Dios ve si tu vida le pertenece. Creer es rendirse, es morir a ti mismo. ¿Dónde escuchar una palabra sobre santidad, sobre juicio, sobre infierno? Eso no llena asientos, sin embargo, Dios quiere que hablemos de ello. Mucha gente confunde emoción con unción. La presencia de Dios no masajea el ego, aplasta el orgullo. Dios es fuego consumidor. No hay neutralidad: O estas en guerra con el pecado o estás aliado con él, y si no estás peleando, ya estás muerto. Deja de vivir en automática. Estar en la Iglesia no es garantía de salvación. Lo que garantiza tu salvación es nacer de nuevo. El tiempo no se detiene. Hay que reconciliarse y rendirse mientras hay tiempo.

La distracción se ha convertido en el arma silenciosa más poderosa de nuestra época. Es tan omnipresente que casi no nos damos cuenta de su existencia. Nos erosiona lentamente la atención sobre cualquier cosa. Uno de los síntomas es evidente; los contenidos consumidos en pocos segundos antes de pasar ávidamente al próximo estímulo. Nuestra atención es ahora un recurso limitad, sabiamente dirigidos hacia objetivos controlados. Somos como peces en un acuario, atraídos por señuelos luminosos completamente ignorantes de la trampa.

“Cuando parece que se nos viene el mundo encima, abracen su Cruz, abrácenlo a Él; y si se caen, déjense levantar por Él. En el arte de ascender, el triunfo no consiste en no caer, sino en no permanecer caídos. No escondas tu mano cuando has caído. Déjate agarrar la mano”, dijo el Papa Francisco en Panamá, a los jóvenes. En otro momento particular pidió: “Sean alegres porque Jesús está en los que son alegres de corazón”.

No hay que imaginar el combate espiritual como una película de Hollywood donde hay un grupo de gente mala que lucha en contra otro de gente buena. Aquí la fuerza de los buenos y la victoria salen de la Cruz de Cristo, y el combate se va ganando paulatinamente a través de la participación de los fieles en la Liturgia. Sin la liturgia no puede haber fe, y San Juan evangelista dice: Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Juan 5,4). Cristo padece lo indecible por cada uno, porque su amor por cada uno es personal. Es momento de acompañar de cerca a Jesús.

El bien triunfará, pero antes el crisol llegará a la Iglesia y a la humanidad para que sea purificada. El Evangelio nos dice: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7,13-14).

Se está dejando ver el lado oscuro de esta generación porque no se ve que la Cruz sea la regla, se piensa que es la excepción. El demonio insiste, no nos tienta y se aleja, insiste con fuerza una y otra vez hasta que nos debilita, por eso hay que mantenerse atentos, despiertos y unidos a lo alto.

Lo que nos protege es vivir en estado de gracia, acudir a los sacramentos que dejó Jesucristo: la eucaristía y la Confesión de los pecados. Para mantenerse en gracia hemos de redoblar los esfuerzos para no decaer en la fe, la esperanza y la caridad, para ello contamos con la oración, la penitencia y las obras de misericordia.

La fe es para Jesús bálsamo, oro, incienso, mirra, es lo más grande que el hombre le puede ofrecer a Dios en este instante apremiante, en donde se separará el trigo de la cizaña. La misión de cada uno de nosotros es importante para el cumplimiento de la Voluntad divina. No lo conocemos todo, ni sabemos todo acerca de nuestros hermanos. El enemigo persigue a los que luchan por mantenerse en el camino correcto, anda como león rugiente viendo a quien devorar, como dice San Pablo.

Todos somos importantes para Dios, pero no hay que estar seguros de uno mismo. Pedro juró que no dejaría a Jesús, y lo negó tres veces. Hemos de examinar qué pasa en nuestro interior pues podemos fallarle a Dios. No porque hayamos penetrado en la Palabra de Dios con más ahínco somos superiores a los demás. Todo ser humano posee un don que le lleva a ser especial y admirable en determinado aspecto, y todos unidos formamos el pueblo de Dios.

Este instante es sumamente grave para toda la humanidad; el mal ha llegado a pervertir a muchos. De Jesús se burlaron muchas personas, ahora pasará lo mismo con los católicos practicantes, dirán que somos extremistas o fanáticos. Nos llamarán locos por no vivir en la concupiscencia en la que vive gran parte de la humanidad; pero no estamos solos, Dios nos sostiene.

La guerra se recrudecerá mucho más, se darán persecuciones pero el bien no será vencido porque Dios tiene un plan y, en ese plan, hasta el demonio hará la soberana voluntad de Dios. El mal será derrotado, atado y encadenado, y tendremos la libertad de los hijos de Dios, pero antes hay que luchar este combate espiritual.

La humanidad vive indiferente al amor divino y se sumerge en el mal tempestuoso de constantes pecados, los cuales tienen su raíz en la desobediencia. Dios tiene sed de almas y el hombre tiene sed de dominio. Es necesario iniciar el camino hacia la conversión, sensibilizando el corazón para mirar a Jesús es nuestros hermanos los hombres. Hay que erradicar la violencia en nosotros y en los corazones de los demás para que perdure la paz.

Hay que permanecer atentos al comunismo. ¿Qué hace un animal depredador cuando se dispone a la caza? Espera, espera con paciencia y observa hasta que tenga a su presa indefensa para lanzarse sobre ella.

Hay que reconocer que somos muy poca cosa y la grandeza que nos da ser hijos de Dios. La falta de conocimiento de la Palabra de Dios inmoviliza al hombre y le impide penetrar en el misterio del que nos hace partícipes la Sagrada Escritura para conocer a Dios y penetrar su poder infinito. El deseo de buscar a Dios es innato en el hombre pero a veces es rechazado porque la humanidad utiliza sólo los sentidos corporales e ignora los sentidos espirituales de los que está dotada el alma.

La Virgen nos protege y nos alerta en distintos lugares y de diversas maneras. Hay que escuchar su voz, voz de Madre.

ORACIÓN: Amado Jesús mío, que del calvario pasaste a la luz de tu divinidad, envía tu Santo Espíritu para que en este instante de prueba el mal se aleje de mí. Sea tu Sangre preciosa defensa de mi alma y mi fe. Cúbreme para que el enemigo no me mire y para que la tribulación me mire de lejos, para que mi fe en ti sea amparo y para que la Madre De Dios sea mi refugio.

La guerra espiritual es invisible, pero es real. El infierno tiene una serie de planes para perder al hombre, para sembrar la división y la confusión y a nosotros nos falta discernimiento. Podemos ser fariseos ante Dios si Él no es Señor de nuestra vida. Hay que buscar renuncia, no reconocimiento de los hombres. Dios ve cada motivación nuestra, cada acto de soberbia y egoísmo.

Hay que hacer buenas obras por Dios. Llamar a Jesús Señor es una cosa, hacerlo Señor de tu vida es otra cosa, es vivir para Él, es obedecer aun cuando duele.

A veces queremos la salvación sin Cruz. A veces hablamos en nombre de Dios, pero no le pertenecemos.

El mayor peligro con que nos enfrentamos es el diablo con una Biblia, porque interpreta mal, te hace creer que eres salvo, que sirves a Dios cuando te sirves a ti mismo. Por eso la Biblia Católica tiene notas a pie de página, para que no nos desviemos buscando interpretaciones de acuerdo con nuestros intereses personales.

A veces hablamos en nombre de Dios, pero no le pertenecemos. Queremos un Jesús que todo lo acepta, que todo lo tolera, pero Jesús no es así, no negocia con el pecado. Del cielo no anda tras celebridades, busca servidores, siervos fieles y santos.

Hay que hablar de pecado, arrepentimiento, fe muerta, infierno, demonios, sacrificio, Cruz; hay que hablar de que el tiempo es breve, aunque no sea un mensaje popular. Es trágico ser rechazado por Dios. La cosecha se acaba, el fin está cerca. Tu trabajo es nada si tu corazón no le pertenece.

Hay gente que canta por cantar, ora por orar. Dios ve si tu vida le pertenece. Creer es rendirse, es morir a ti mismo. ¿Dónde escuchar una palabra sobre santidad, sobre juicio, sobre infierno? Eso no llena asientos, sin embargo, Dios quiere que hablemos de ello. Mucha gente confunde emoción con unción. La presencia de Dios no masajea el ego, aplasta el orgullo. Dios es fuego consumidor. No hay neutralidad: O estas en guerra con el pecado o estás aliado con él, y si no estás peleando, ya estás muerto. Deja de vivir en automática. Estar en la Iglesia no es garantía de salvación. Lo que garantiza tu salvación es nacer de nuevo. El tiempo no se detiene. Hay que reconciliarse y rendirse mientras hay tiempo.

La distracción se ha convertido en el arma silenciosa más poderosa de nuestra época. Es tan omnipresente que casi no nos damos cuenta de su existencia. Nos erosiona lentamente la atención sobre cualquier cosa. Uno de los síntomas es evidente; los contenidos consumidos en pocos segundos antes de pasar ávidamente al próximo estímulo. Nuestra atención es ahora un recurso limitad, sabiamente dirigidos hacia objetivos controlados. Somos como peces en un acuario, atraídos por señuelos luminosos completamente ignorantes de la trampa.

“Cuando parece que se nos viene el mundo encima, abracen su Cruz, abrácenlo a Él; y si se caen, déjense levantar por Él. En el arte de ascender, el triunfo no consiste en no caer, sino en no permanecer caídos. No escondas tu mano cuando has caído. Déjate agarrar la mano”, dijo el Papa Francisco en Panamá, a los jóvenes. En otro momento particular pidió: “Sean alegres porque Jesús está en los que son alegres de corazón”.

No hay que imaginar el combate espiritual como una película de Hollywood donde hay un grupo de gente mala que lucha en contra otro de gente buena. Aquí la fuerza de los buenos y la victoria salen de la Cruz de Cristo, y el combate se va ganando paulatinamente a través de la participación de los fieles en la Liturgia. Sin la liturgia no puede haber fe, y San Juan evangelista dice: Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe (1 Juan 5,4). Cristo padece lo indecible por cada uno, porque su amor por cada uno es personal. Es momento de acompañar de cerca a Jesús.

El bien triunfará, pero antes el crisol llegará a la Iglesia y a la humanidad para que sea purificada. El Evangelio nos dice: “Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7,13-14).

Se está dejando ver el lado oscuro de esta generación porque no se ve que la Cruz sea la regla, se piensa que es la excepción. El demonio insiste, no nos tienta y se aleja, insiste con fuerza una y otra vez hasta que nos debilita, por eso hay que mantenerse atentos, despiertos y unidos a lo alto.

Lo que nos protege es vivir en estado de gracia, acudir a los sacramentos que dejó Jesucristo: la eucaristía y la Confesión de los pecados. Para mantenerse en gracia hemos de redoblar los esfuerzos para no decaer en la fe, la esperanza y la caridad, para ello contamos con la oración, la penitencia y las obras de misericordia.

La fe es para Jesús bálsamo, oro, incienso, mirra, es lo más grande que el hombre le puede ofrecer a Dios en este instante apremiante, en donde se separará el trigo de la cizaña. La misión de cada uno de nosotros es importante para el cumplimiento de la Voluntad divina. No lo conocemos todo, ni sabemos todo acerca de nuestros hermanos. El enemigo persigue a los que luchan por mantenerse en el camino correcto, anda como león rugiente viendo a quien devorar, como dice San Pablo.

Todos somos importantes para Dios, pero no hay que estar seguros de uno mismo. Pedro juró que no dejaría a Jesús, y lo negó tres veces. Hemos de examinar qué pasa en nuestro interior pues podemos fallarle a Dios. No porque hayamos penetrado en la Palabra de Dios con más ahínco somos superiores a los demás. Todo ser humano posee un don que le lleva a ser especial y admirable en determinado aspecto, y todos unidos formamos el pueblo de Dios.

Este instante es sumamente grave para toda la humanidad; el mal ha llegado a pervertir a muchos. De Jesús se burlaron muchas personas, ahora pasará lo mismo con los católicos practicantes, dirán que somos extremistas o fanáticos. Nos llamarán locos por no vivir en la concupiscencia en la que vive gran parte de la humanidad; pero no estamos solos, Dios nos sostiene.

La guerra se recrudecerá mucho más, se darán persecuciones pero el bien no será vencido porque Dios tiene un plan y, en ese plan, hasta el demonio hará la soberana voluntad de Dios. El mal será derrotado, atado y encadenado, y tendremos la libertad de los hijos de Dios, pero antes hay que luchar este combate espiritual.

La humanidad vive indiferente al amor divino y se sumerge en el mal tempestuoso de constantes pecados, los cuales tienen su raíz en la desobediencia. Dios tiene sed de almas y el hombre tiene sed de dominio. Es necesario iniciar el camino hacia la conversión, sensibilizando el corazón para mirar a Jesús es nuestros hermanos los hombres. Hay que erradicar la violencia en nosotros y en los corazones de los demás para que perdure la paz.

Hay que permanecer atentos al comunismo. ¿Qué hace un animal depredador cuando se dispone a la caza? Espera, espera con paciencia y observa hasta que tenga a su presa indefensa para lanzarse sobre ella.

Hay que reconocer que somos muy poca cosa y la grandeza que nos da ser hijos de Dios. La falta de conocimiento de la Palabra de Dios inmoviliza al hombre y le impide penetrar en el misterio del que nos hace partícipes la Sagrada Escritura para conocer a Dios y penetrar su poder infinito. El deseo de buscar a Dios es innato en el hombre pero a veces es rechazado porque la humanidad utiliza sólo los sentidos corporales e ignora los sentidos espirituales de los que está dotada el alma.

La Virgen nos protege y nos alerta en distintos lugares y de diversas maneras. Hay que escuchar su voz, voz de Madre.

ORACIÓN: Amado Jesús mío, que del calvario pasaste a la luz de tu divinidad, envía tu Santo Espíritu para que en este instante de prueba el mal se aleje de mí. Sea tu Sangre preciosa defensa de mi alma y mi fe. Cúbreme para que el enemigo no me mire y para que la tribulación me mire de lejos, para que mi fe en ti sea amparo y para que la Madre De Dios sea mi refugio.

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