El fuego de Pentecostés: el 8 de junio.
Este día de Pentecostés será especial. La llama de
Pentecostés descenderá sobre nosotros para purificarnos y darnos poder.
En el cap. 2 de los Hechos de los Apóstoles habla de que
se reunieron los Apóstoles, pero no sabían lo que iba a pasar, y cómo ese día
cambiaría su vida. Un viento llenó la casa donde estaban. Lenguas de fuego se
posaron sobre ellos, se volvieron valientes y decididos, salieron a proclamar
la fe. Esa llama fue el inicio de la Iglesia. Hay que entender que esa llama
sigue viva hoy. Puede transformar nuestra vida. “Derramaré mi Espíritu
sobre toda carne”, dice el profeta Joel (2,28). Esa gracia se derrama
sobre quienes están dispuestos a recibirlo con fe. La llama del Espíritu trae
fuego, es un momento sagrado para entrar a una nueva etapa, y un nuevo impulso
para la obra de Dios en nuestra vida. No es una simple revelación, hay que
estar listos para recibir la gracia de Dios. Hay que vivir en apertura frente
al llamado divino del Espíritu. Es un tiempo profético para recibir el fuego
sagrado del Espíritu Santo. No se trata de un fuego material, es una llama
espiritual divina.
En el Templo del rey Salomón un fuego, la gloria de Dios,
lo llenaba todo. El fuego del 2025 vendrá a renovar nuestras almas, consumirá
la tibieza, la pereza, el miedo, nos hará brillar como el oro puro. Este fuego
es juicio, pero también purificación. Viene a hacernos santos, firmes. Es una
llama que nos hará más puros y capaces de recibir las gracias que Dios tiene
preparadas.
Este día, dice Mirjana, hemos de preparar nuestras casas.
Se trata de un compromiso profundo. Invitamos al Espíritu a habitar en nuestro
hogar. Necesitamos sal bendita y agua bendita, ponerla en cada habitación,
mientras lo haces di: “Señor, santifica esta casa, donde ninguna
oscuridad pueda habitar”. Di: “El Espíritu del Señor repose aquí
con sus dones y frutos”. Ora de rodillas e invita al Espíritu Santo a
que habite en esta casa y consagra este hogar para Dios. Retira los objetos que
opaque la luz de la fe: amuletos, discos de Rock pesado, etc. El siguiente paso
es pedir al Espíritu Santo que transforme nuestro hogar. Podemos poner música
de alabanza y adoración, así abrimos un espacio espiritual. Que esas canciones
resuenen en tu casa. La llama divina te guía a una disposición nueva. Es
una oportunidad para ser más cercano a Dios. Hay que estar atentos a las
señales que Dios nos envía, a las transformaciones interiores, a un cambio en
el clima. Presta atención de lo que pasa en tu corazón. Puede marcar un antes y
un después en nuestra relación con Dios.
En el cap. 9 de Ezequiel Dios manda a un ángel a que
marque a algunas personas que han correspondido a la gracia. Este fuego será
una señal de protección y liberación. Surgirán nuevas vocaciones e iniciativas
que se expanden. Viene la sanación dentro de las familias y las comunidades.
Sólo será posible si nos preparamos. Caminemos con firmeza bajo la guía del
Espíritu Santo. Este es un momento clave, Dios nos llama para preparar nuestro
corazón y nuestro hogar. Dios nos quiere llevar a una nueva temporada de fe y
de fuego divino.
Dios nos llama a todos. Debemos obedecer y estar listos.
Los dos siguientes párrafos son extraídos del Mensaje para la Jornada Mundial de la
Juventud, 20 VII 2007, de Benedicto XVI:
Es fundamental que cada uno de vosotros, jóvenes, en la
propia comunidad y con los educadores, reflexione sobre este Protagonista de la
historia de la salvación que es el Espíritu Santo o Espíritu de Jesús, para
alcanzar estas altas metas: reconocer la verdadera identidad del Espíritu,
escuchando sobre todo la Palabra de Dios en la Revelación de la Biblia; tomar
una lúcida conciencia de su presencia viva y constante en la vida de la
Iglesia, redescubrir en particular que el Espíritu Santo es como el
"alma", el respiro vital de la propia vida cristiana gracias a los
sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía;
hacerse capaces así de ir madurando una comprensión de Jesús cada vez más
profunda y gozosa y, al mismo tiempo, hacer una aplicación eficaz del Evangelio
en el alba del tercer milenio. (...).
El Espíritu Santo renovó interiormente a los
Apóstoles, revistiéndolos de una fuerza que los hizo audaces para anunciar
sin miedo: «¡Cristo ha muerto y ha resucitado!». Libres de todo temor
comenzaron a hablar con franqueza (cf. Hch 2, 29; 4, 13; 4,
29.31). De pescadores atemorizados se convirtieron en heraldos valientes del
Evangelio (...).
Para saber más: Mirjana

Comentarios
Publicar un comentario